hamdan-c_6304_poster2Rostros. Hamdan es un primer plano. Teniendo en cuenta el rol habitual de las subjetividades en el mundo árabe en general y en el palestino en particular, no es poco. Las comunidades orientales frecuentemente se encuentran condenadas, en los medios masivos y en el cine de géneros, a una distancia en el plano tendiente a impedir la identificación del espectador con sus problemáticas: en el mejor de los casos, confinada al exotismo; en el peor, condenada a lo peligroso. El mundo occidental, en cambio, es expuesto a partir de los conflictos de sus habitantes: a través del conflicto interno, por ejemplo, una subjetividad es ofrecida al público. O sea que si alguien se corrió de la vaina, el recurso expía a su portador. Así, una hegemonía elige su propia narrativización, en contraste con quienes, en función de la distancia y comodidad de aquellos, tienden a ser confinados a la lupa de una documentalización que si bien no excluye el primer plano, el trazo grueso del mismo desde escasos y, por lo menos, sospechosos datos basados en clichés, conducen al espectador a una zona que lo aleja de la pregunta por sus problemáticas. Estas, negadas por la cámara, son inexistentes.

En esta oportunidad, los roles se subvierten; tratándose, efectivamente, de un documental, el primer plano de Hamdan Alí Mahmud Sefan, protagonista absoluto y narrador de la película, es contundente: abre al comienzo y clausura al final; por lo tanto plantea la estructura. Pero el objetivo no es solo brindar al espectador la psicología de Hamdan en tanto personaje, sino que su persistencia mediante los segundos que el director, el argentino Martín Solá, considera necesarios invita a conocer otros aspectos  de un palestino: marcas en el rostro, rugosidades que permiten leer huellas e imprimen lo que no necesita ser narrado, y una ofrenda al espectador que se encuentra en su mirada frontal, interpelativa. Una mirada como un piolín del cual tirar: allí se encuentra su historia, más allá de la dimensión que plantea el relato en off que recorrerá toda la película. Y no solo la historia de él, sino la de sus compañeros de cárcel a través del rostro de varios de ellos en un tramo del documental; solo los rostros, la mención de cada uno de sus nombres por medio de la voz de Hamdan en off y un importante tiempo en el plano.

Relato y dignidad. Dos cuerpos más, cada uno particularizado, se hacen presentes en dos momentos de la película. El primero es el de la madre de Hamdan, la cual relata las dificultades para ir a visitar periódicamente a su hijo a la cárcel, tanto por los checkpoints (puestos de control israelíes) como por las autoridades carcelarias; su relato es perturbador, salvo en apariencia para ella, que habla con un aparente sosiego que interpela nuestra ansiedad. El otro cuerpo es el del tío de Omar, un joven que opera como referencia fundamental para comprender los motivos de la detención de Hamdan. Estos dos cuerpos no albergan intencionalidad expresiva, dado que merecen para Solá un plano entero que los encierra, pero no nos abre a un vínculo para encontrarnos con las texturas de sus rostros: en tales escenas, lo importante es lo que cuentan, la forma en que lo cuentan, el tiempo en el plano y la relación con los cuerpos enteros en el marco de sus monólogos.

¿Cómo nos enteramos de la historia central – o mejor, del recorte sobre estos hechos de horas de filmación de la historia del protagonista? Por su relato en off; una voz cadenciosa que no solo otorga la linealidad de los acontecimientos mediante el relato, sino que la textura de la expresión vocal se promueve como un registro perceptual  directamente proporcional al microclima. Momentos de tal relato otorgan la oportunidad de construir la situación mentalmente, como cuando refiere a los cuarenta segundos por día que les daban a los presos para sus necesidades, quienes las terminaban en la misma diminuta celda en la cual convivían varios. Inmediatamente hace referencia a un motín con incendio incluido que terminó con Hamdan en una celda de dos por uno durante cinco meses como castigo.

Hamdan, por aquellos tiempos, era un líder de la resistencia palestina. En 1973, viviendo en Siria, recibió la misión de pasar explosivos a través de la frontera. Para ello, entrenó al mencionado Omar, el cual se adelantó a la misión e hizo detonar una bomba en un vehículo de pasajeros. A partir de allí, comienza una campaña israelí de detenciones buscando al  ejecutor; luego de encontrar a Omar, siguieron hasta Hamdan. Desde allí, un periplo de quince años por cárceles israelíes. Y a pesar de las torturas (golpes, picanas, guerra psicológica, falta de alimentación, exposición al sol durante horas y sesiones de agua helada desnudo), nunca develó la finalidad de la misión originaria. Tampoco a Martín Solá. El ejército israelí entonces se encargó de destrozar por completo su casa natal, en la cual vivía antes de su arresto. “El daño que no pudieron hacerme en el cuerpo lo hicieron destruyendo la casa de mis padres” – expresa.  También, en cierta oportunidad, los presos recibieron el imperativo de insultar a sus líderes de entonces – Yaser Arafat entre otros – : nadie acató las órdenes. Por lo tanto se presenta como constante en los presos la tenacidad, la no asimilación y una dignidad que comienza como acto racional para luego atravesar los cuerpos. Como los civiles que habitan en la franja de Gaza y no se van de sus casas, aun a sabiendas de que serán bombardeados en forma inminente por uno de los ejércitos más poderosos del mundo.

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Espacios. La cámara de Solá recorre cada uno de los sitios mencionados: las cárceles, la casa destruida de Hamdan, por dentro y por fuera, planos detalle de cortinados; en general asistimos a espacios devastados. Aquellos espacios carcelarios, por ejemplo, hoy día pertenecen a territorio palestino, pero la falta de presupuesto hizo que se mantuvieran tal como quedaron desde esos años. Los diferentes espacios son montados mediante el recurso al travelling, como si paseáramos por los diferentes contextos fuera de toda pretensión turística: el travelling,  fundamental para pensar la estructura de la película desde la lente en movimiento, arrastra la narración de cada momento; en tanto el trabajo en el cuadro se presenta lejano, distante, cercano a lo virtual. El relato de los hechos no tendría tal contundencia si no existiera una cámara con un planteo del espacio basado más en lo que vela que en lo que muestra, desde la decisión de pensar la imagen a partir de una iluminación tenue. Esto promueve un recorrido por un proceso de memoria individual que apunta a la memoria de mundo del espectador: lo opuesto a la lógica de la postal.

Ética. En aquellos años el movimiento Al Fatah, al cual pertenecía Haman, contemplaba las acciones bélicas; hoy día esto cambió. No existe en la decisión del guión conjunto entre protagonista y director, ni en la dirección misma, la intención de victimizar, apologizar o criticar las acciones: las mismas son enumeradas, y el resto del trabajo le cabe a quien asista a la proyección; en esto se basa la decisión formal de la película. De todas formas, nada más alejado de una miserable pretensión de objetividad. Los planos de la vivienda devastada, el relato de la madre o el recorte del propio relato central, remiten a un posicionamiento a partir de los aspectos formales. Estos distan de lo explícito y remanido: aquí, el palestino no es una víctima; su presencia en el plano, su persistencia narrativa, el protagonismo desde su punto de vista, nos alejan de la tentación del planteo moral para adentrarnos en una dimensión ética. En tal sentido, el plano sobre el final recorriendo Palestina deja ver con claridad, ahora con la luz de día, límpidamente, la precariedad y fragilidad de las viviendas. Una pregunta que se formula Hamdan entristece más aún el panorama: “¿Cómo un pueblo que ha sufrido tanto puede hacer sufrir a otro?”. 

La totalización errónea del protagonista, pensando en un pueblo unificado con representación central del Estado de Israel, no es su responsabilidad precisamente. A esta altura, resulta una perogrullada aclarar que dicho estado representa solo al sionismo y a quienes se identifican con tal representación, por más que el primer ministro israelí se empecine en hablar en nombre de la totalidad de los judíos del mundo.

Hamdam (Argentina/Palestina/Nueva Caledonia, 2013), de Martín Solá, 73′. Documental.

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