Por Luciano Alonso y Santiago Martinez Cartier.
“El método reprueba a la excepción que hace a la regla”
Shaila
LUCIANO ALONSO: Pienso que el gran tema de Los elegidos es la progresiva debacle que afecta a la familia, sea por la razón que sea. El deterioro, la muerte del sueño americano.
SANTIAGO MARTÍNEZ CARTIER: Cierto, y ese es el gran tema del grueso de las grandes películas. Cómo los personajes van sufriendo desilusiones que los llevan a entender que el mundo no es tan ideal como ellos creían, o que en realidad ellos no lo son. Es una toma de conciencia, en detrimento de la ingenuidad. El problema siempre es el mismo: nadie quiere creer que la realidad es tan simple y atroz. Por otra parte, pienso que Los elegidospuede verse como el reverso inteligente de Día de la independencia. El único parecido entre ambas está en el physique du rol clase b y cierto registro actoral pobre por parte de Josh Hamilton y Bill Pullman.
LA: Es más, si dijéramos Día de la independenciacomo sinécdoque del cine de Hollywood, Los elegidos aún sería su reverso inteligente. Básicamente, porque lleva toda la película hacia un crescendoen el que adivinamos un final previsible que, milagrosamente, no tiene lugar.
SMC: La película representa una lucha constante entre la mitología capitalista y la mitología popular, devenida en tabú social. El problema es que el capitalismo tiene un sistema de racionalización subjetivo, propio y fascista, que no permite excepciones y del cual es imposible escapar. Es una trampa de dedos china, como decía Philip Dick. Y como también dice Philip Dick en VALIS, ¿cómo ser racional si el sistema en el que vivimos es irracional? Así, como en Los elegidos, los que a los ojos del mundo son los locos terminan siendo los únicos lúcidos. Es una alegoría de la caverna constante, que se recicla y retroalimenta a medida que va cobrando más víctimas.
LA: Así como yo lo veo, la dicotomía se plantea entre despiertos y dormidos, y cómo los despiertos sienten el impulso de despertar a los dormidos, pero los dormidos quieren seguir durmiendo y los despiertos terminan siendo ridículos. Pero no veo por qué una “mitología capitalista” (suponiendo que tal cosa exista) no pueda llegar a ser popular.
SMC: La dicotomía se presenta en varios niveles, en los ámbitos de lo público y lo privado. Porque lo público y lo privado tienen dos caras, la apariencia y la verdad. Entonces, para la familia de la película, la vida se vuelve una lucha constante donde las paredes de estos mundos separados se empiezan a resquebrajar y a confundirse entre ellos, y cada vez que esto sucede, el sistema los reprime. No vaya a ser que exista alguien que crea algo distinto. Todo está en la mirada de los otros, y en los distintos panópticos posibles: por un lado el social, por el otro el sobrenatural.
LA: El problema adquiere dimensiones filosóficas. Michel Foucault explica que nadie ejerce poder por sí mismo, sino que el poder es el resultado de múltiples procesos en los que existen acuerdos tácitos e implícitos a varios niveles. La cuestión con el poder, esa bestia magnífica, es quién lo ejerce, cómo y por qué, una vez que ya se ha instalado. Y el problema derivado de esto es qué pasa cuando no estamos conformes con quienes detentan el poder. Who watches the watchmen? Como planteó visionariamente Alan Moore. Y de ahí a la paranoia, hay un paso.
SMC: Los extraterrestres controlan a los humanos mediante chips mecánicos, el sistema controla a los humanos mediante el adoctrinamiento. La libertad no existe en ninguno de los dos casos, y en el último resulta aún peor porque no somos conscientes de ello. ¿Cómo perder la libertad si uno ya no es libre? ¿Qué libertad es preferible? ¿Hay acaso alguna diferencia?
LA: El límite entre la paranoia y la psicosis es frágil. Se puede estar paranoico con razón y sin razón. Pero si uno está loco, ya no hay nada que hacer. Game over.
SMC: Un país que festeja el día de la independencia mientras sus ciudadanos no son libres.
LA: No me quiero poner en abogado del diablo, pero las celebraciones, cuando son multitudinarias, implican siempre una sumisión a un sistema social que antecede a los ciudadanos. La libertad es un concepto abstracto. Toda celebración social es, a fin de cuentas, la sumisión a un sistema en el que la libertad merece ser cuestionada.
SMC: Los aliens representan la prisión invisible que nos rodea. La falta de libre albedrío.
LA: No estoy muy seguro de que los aliens representen una supuesta prisión invisible. Aunque sí estoy de acuerdo en que el poder coercitivo de los aliens podría poner en jaque un libre albedrío humano que quizás no es tal.
SMC: Lo terrorífico no es que la invasión haya empezado, sino que ya ocurrió. Como en They Live, el miedo radica en el hecho de saber que ya están entre nosotros. La invasión ya empezó, esto es simplemente una etapa.
LA: Esto que decís no es solamente lo mejor que tiene la película, sino lo que la distingue de todas sus hermanas, lo que representa el verdadero salto evolutivo. Cuando estamos, como espectadores, predispuestos a ver la cacería de aliens y las fuerzas del bien contra el mal, etcétera, nos dicen que no, que no pasa por ahí, que lo que nosotros interpretamos como el inicio de una serie de acontecimientos sobrenaturales, en realidad es el final.
SMC: ¿Cómo no se dieron cuenta de que el pendejo fumaba marihuana si tenía un póster de Flaming Lips arriba de la cama?
LA: Bueno, tampoco hay que descartar la posibilidad de que toda la película sea, en realidad, la alucinación del protagonista.
SMC: La película comprueba que la educación norteamericana se basa en la televisión. Cuando el pre-adolescente tiene su primer encuentro sexual promiscuo, lo primero que hace es citar y actuar como en una película porno que vio previamente. Los aliens son negros y amorfos, pero cuando se los describe se utilizan clichés del cine de ciencia ficción más clásico. Como decía Palanhiuk, la vida se volvió su modo de representación. La gente copia lo que ve en el cine, el cine copia lo que ve en la vida y crea un ciclo ad infinitum. La realidad dejó de existir cuando el cine se popularizó.
LA: La escena en la que el adolescente siente el “impulso biológico” de acercarse a su amiga y, como no sabe cómo comportarse, decide imitar lo que vio en el cine, es un momento genial. La chica podría, también, haberse sometido a la pantomima de la ficción promiscua, pero ella no cede. Con esa delicadeza tan admirable que tienen algunas mujeres, lo corta en seco. Hay tanta ternura atrás de esta escena. Ella lo corrige, pero lo hace con amor, con delicadeza. Y entonces ellos ya no representarán una ficción porno, sino una ficción hermosa, vivirán en una película de mariposas en la panza. Entonces, más determinante que el hecho de que la vida imite al arte o al revés, es qué clase de arte vamos a elegir imitar. De ahí la importancia de lo estético, de la educación que tengamos y elijamos. Yo prefiero una película cursi de amor a una porno. La siento más real.
Aquí puede leerse un texto de Paola Menéndez sobre la misma película.
Los elegidos (Dark Skies, EUA, 2013), de Scott Stewart, c/Keri Russell, Jake Brennan, Josh Hamilton, Dakota Goyo, J.K. Simmons, 97’.
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