Un cliché habitual de la crítica cinematográfica, en relación con el cine de superhéroes (y la franquicia de Marvel en particular, desde que diera a luz  su concepto de «universo» en 2008, con la fundacional Iron Man), consiste remarcar que una buena película de superhéroes es buena porque no es de superhéroes. Esta idea aplica para pensar Doctor Extraño en el multiverso de la locura. De algún modo, todos se predisponen a ver lo que de antemano imaginan que va a suceder. Eso no es un problema de la crítica cinematográfica si no de cualquier idea relacionada con un prejuicio o preconcepto. Obviamente la presencia de un director consagrado como San Raimi, aún en una película de un emporio como Marvel, activa el sentido común referido a que eso que uno está viendo no tiene nada que ver con el cine comercial sino con determinado cine de autor. Lo cierto es que desde que en la década del 50 los redactores de Cahiers du cinema borraran la frontera entre cine industrial y cine espectáculo estos debates huelen a naftalina. Por otro lado, el propio Raimi hace dos décadas le daba inicio a esta ola expansiva que ya entrado el siglo XXI se ha hundido definitivamente hasta el corazón mismo de la industria. A ese universo cinematográfico en expansión permanente se le sumó ahora la idea de multiverso que Marvel en los últimos films viene desarrollando con cada vez mayor insistencia, y que le permite ampliar ese espacio inacabable de entrecruzamiento que es una de las marcas en el orillo del género superheroico. El «multiverso» lo que hace, de algún modo, es expandir al infinito la posibilidad de conectar historias de distintos universos y jugar de modo antojadizo con el espacio y el tiempo en el que se suceden esas historias. La industria insaciable en su sed de ganancia se apropió de esta idea rentable en términos económicos y, porque no también (a veces), en términos estéticos.

Doctor extraño es, desde sus orígenes en el cómic, un personaje clásico a mitad de camino entre la medicina y el esoterismo. Encantador y sobrio, porta un bigotito a lo David Niven que lo transforma en un dandy de otro tiempo. Stephen Strange es un héroe misterioso que tiene las llaves para conectarnos a otras realidades. Finalmente, en este siglo XXI es el responsable de introducirnos de lleno en la idea de las múltiples dimensiones. Un nostálgico que vive atravesando el tiempo y el espacio, envuelto en una agridulce melancolía.

Pero Doctor Extraño en el multiverso de la locura no es solo la excusa para introducirnos en una nueva saga, con nuevos superhéroes y crossovers interminables. El film de Raimi cuenta, por un lado, la historia de un hombre que tiene que cuidar a una niña y, por el otro lado, la epopeya de Wanda Vision: una mujer al borde de la locura que tiene dos caras, la madre amorosa y la villana sumergida en el terror a perder a su familia. Como en todo digno producto superheroico y en toda buena película, Doctor Extraño en el multiverso de la locura conecta con films precedentes. La principal filiación tiene que ver con el cine de terror y con cómo ese género ha trabajado el tema de la locura. El respeto a ese cine clásico permite inscribir a la película en el campo del cine de terror clásico. Sin embargo, el respetuoso tratamiento de las características del personaje en el pasaje del mundo del cómic al del cine (como también sucediera en el primer film del personaje, dirigido por Scott Derrickson) nos muestra diferentes capas y significaciones: el Strange de Benedict Cumberbach es un poco arrogante y un poco vanidoso,  personalidad que resulta una máscara que protege sus sentimientos ocultos.

En la película de Raimi hay ecos, reminiscencias de Carrie de Brian de Palma, de El resplandor de Stanley Kubrick y hasta de Psicosis de Alfred Hitchcock. También encontramos guiños juguetones de Raimi con su propia obra. Difícil pensar en esta versión de Doctor extraño sin pensar en el tema del doble, también presente en la trilogía de Spiderman de comienzos de siglo XXI. En Raimi la idea de poder entrar en diferentes realidades es una representación clásica de la locura en el cine, con la que Raimi juega entrando y saliendo todo el tiempo. Lo interesante es que la película nunca confunde al espectador sino que lo sumerge en ese universo extrañado y siniestro.

Doctor Extraño en el multiverso de la locura se potencia cuando se sumerge de lleno en el estado confusional en el que vive la Wanda Vision interpretada por Elisabeth Olsen. En esos momentos de logrado terror psicológico es donde el clima se enrarece y la trama en relación al multiverso pasa a segundo plano. Por suerte logra surfear los momentos más espesos de la trama, y termina siendo un producto luminoso en el que la amistad y el amor son las armas (además de la magia) con las que se combate a la locura. El riesgo mayor es la inevitable proliferación de personajes del universo Marvel, que por momentos aturde. Si logramos restarle importancia a esa aglomeración de actores que empantanan la acción, tenemos en  esta segunda entrega de Doctor Extraño un ejemplo virtuoso de un tipo de cine de aventuras en el que lo que importa es la narración, centrada en el antagonismo entre dos opuestos que representan la idea de bien y de mal (el duelo actoral entre los dos protagonistas es notable y se sacan chispas como casi nunca sucedió en la historia del universo Marvel).

Por último, Doctor extraño en el multiverso de la locura también puede pensarse como una película romántica en donde Stephen Strange busca a su amor en donde sea. Al finalizar su recorrido, nuestro héroe le dice a su enamorada: «te amo en este y en todos los universos». Una de las líneas románticas más hermosas que recuerde haber visto en cine en los últimos años surgió de una película de superhéroes. En ese sentido, el contrapunto entre Rachel Mac Adams, como la amada de Stephen Strange, y Elisabeth Olsen profundizan la ternura, la oscuridad y el peso melodramático de la película, que sin ese calor amoroso podría haber quedado a la deriva de los imperativos de la venta de personajes para futuros proyectos. Pensada como bisagra entre la primera etapa de Marvel, iniciada en Iron Man y finalizada de algún modo en Avengers Endgame, y la nueva camada de films que se avecinan carga con el desafío que impera hoy para Marvel: reemplazar la importancia de personajes centrales en este universo como son el Thor encarnado por Cristian Hemsworth, el Iron Man de Robert Downey Junior, o el capitán América de Chris Evans, por mencionar los héroes más icónicos y carismáticos de este universo. Mientras tanto, este divertimiento del universo Raimi se destaca no por ser una película de terror en desmedro de una de superhéroes, sino por haber captado la esencia de un personaje que, viajando por el tiempo y el espacio no pierde de vista nunca su humanidad. De eso, en definitiva, se trata la magia.

Calificación: 7/10

Doctor Extraño en el multiverso de la locura (Doctor Strange in the Multiverse of Madness, Estados Unidos, 2022) Dirección: San Raimi. Guion: Michel Waldron. Fotografia: John Mathieson. Música: Dany Elfman. Edición: Bob Murawski y Tia Nolan. Elenco: Benedict Cumberbatch, Elisabeth Olsen, Xochitl Gomez, Rachel Mc Adams, Benedict Wong, Chiwetel Ejiofor, Michel Stulhbarg. Duración: 126 minutos.

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