Coco es la mejor película que la factoría Pixar ha realizado en los últimos ocho años (desde Up), lo cual ya es mucho decir. Esta vez, Pixar ha dejado de lado la explotación de viejas franquicias, tendencia que se acentuó sobre todo desde su fusión con el monstruo Disney, y más allá de que algunas de esas segundas y terceras partes dieron un resultado artístico por demás aceptable (Buscando a Dory y Cars 3 son ejemplos claros que están allí para confirmar nuestro diagnóstico), esta visita al imaginario mexicano dirigida por Lee Unkrich y Andrés Molina es de una maestría visual impactante y de una belleza argumentativa infrecuente para los cánones del cine, ya no solo de la animación.
El tema principal de Coco es el de la búsqueda de la identidad que, en más de un sentido, es la principal característica que atraviesa las grandes películas de Pixar desde la gran trilogía de Toy Story, pasando por Buscando a Nemo o Up. En Coco cobra especial dimensión todo lo que hay que hacer para poder construir esa identidad: es muy difícil constituirse en un ser humano pareciera decirnos el cine de Pixar, y ese proceso de construcción duele materialmente. Los espectadores observamos atónitos ese proceso de crecimiento y mutación que los héroes de estas historias atraviesan.
Asimismo, los grandes protagonistas de Pixar son sobrevivientes: desde el viudo de Up hasta el papá lleno de temor de Nemo, llegando a Miguel, el joven héroe de Coco que realiza un viaje iniciático del cual ya no regresará igual (y nosotros tampoco). Miguel Molina es un chico de 12 años que quiere dedicarse a la música. Sin embargo, en su familia este arte está prohibido debido a un trauma familiar ocurrido décadas atrás. Miguel debe, entonces, dedicarse al negocio familiar que es el de la reparación de calzados, reprimiendo su deseo de ser músico. Cuando llega la celebración del Día de los Muertos (maravillosamente descripto en términos visuales), Miguel decide enfrentar el mandato familiar y desafiar esa prohibición fundante: roba la guitarra de un músico ilustre y se aventura en un viaje al mundo de sus antepasados.
Es notable la decisión artística de retratar el mundo de los muertos con calaveras que son muy funcionales al relato, pensando en términos humorísticos y que no atemoricen a los chicos. Una vez que Miguel y su perro Dante pasan al otro lado, nuestro héroe puede descubrir el origen de la prohibición familiar y conocer la verdad que oculta esa prohibición. Coco evita, en este recorrido, peroratas y moralejas arcaizantes, y reflexiona sobre el bien y el mal en términos puramente cinematográficos. A pesar de que el protagonista exclusivo es Miguel, el resto de los personajes son interesantes y conmovedoramente humanos, y el retrato de México dista mucho de reducirse al mero paisajismo para llevarnos al territorio profundo del cine tradicional (notable el malo que encarna el personaje del músico Ernesto de la Cruz) y de la mejor literatura que se desarrolló en ese país. Difícil ver Coco y no pensar en Juan Rulfo y sus relatos del México profundo o en Bajo el volcán, la obra maestra de Malcom Lowry. Toda esa mitología resurge en el milagro de la película de Disney-Pixar, y son las tradiciones populares las que habitan esta maravilla cinematográfica.
El descubrimiento que realiza Miguel de la vida de sus antepasados le permite completar tanto su propia historia como su presente familiar, y este viaje interior lo emprende sin perder nunca ritmo y apoyado en los códigos del mejor cine de aventuras que puede dar la industria en la actualidad.
Coco es también, y por último, una película sobre la memoria y sobre el olvido. En un momento se hace mención a la muerte definitiva: según la leyenda existen dos muertes, la primera es cuando muere nuestro cuerpo, la segunda es cuando nos olvida la última persona que nos recordaba en la tierra de los vivos. Esta es la muerte que lleva al olvido definitivo. Contra ese olvido es contra lo que lucha denodadamente Miguel. De hecho, su deseo de ser músico pasa a segundo plano y lo que lo termina movilizando es el deseo de preservar la memoria de sus antepasados y de mantenerla viva en el tiempo presente. Este movimiento de lo individual (ser músico) a lo colectivo (luchar contra el olvido) es lo que hace de Coco una película imposible de olvidar.
Coco (EUA, 2017). Dirección: Lee Unkrich y Adrián Molina. Guión: Lee Unkrich, Matthew Aldrich, Jason Katz y Adrián Molina. Elenco (voces): Gael García Bernal, Anthony González, Benjamin Bratt, Alfonso Arau, Alana Ubach. Duración 109 minutos.
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