Se revelan detalles del argumento, pero da lo mismo

porque se recomienda fervientemente no verla.

Con La gran muralla empezamos a encontrar un límite en la nada digitalizada. Alguien en Hollywood tiene que darse cuenta de que esto no puede volver a pasar. Es el abandono absoluto de cualquier pretensión narrativa, sentimental o intelectual a una supuesta espectacularidad visual que ya ni siquiera es tal a fuerza de repetir hace quince años las mismas imágenes.

Zhang Yimou se hizo famoso en el cine de aventuras con Héroe. Una película visualmente tan avocada a deslumbrar que terminaba confundiéndose con una propaganda de Kodak de los 90. La escena amarilla, la roja, la escena azul. A pesar de eso, había una construcción épica y una visión política. Conservadora y conservadora, pero una visión del mundo que contemplaba la lucha por el poder más allá de una moralidad infantil, de un bien y un mal chatos y absolutos.

Además, la historia se podía enunciar de manera atractiva: había una vez un emperador muy malvado que tenía tanto temor a ser asesinado que era casi imposible acercarse a él. Un hombre desarrolla y perfecciona una técnica para matar a alguien a diez pasos de distancia hasta hacerla infalible. Tres héroes ponen en funcionamiento un plan sacrificial para lograr que ese hombre logre acercarse a diez pasos del Emperador.

Sospeché que algo de esto y de aquello podía haber en una película donde un gran muro es uno de los protagonistas, y los otros dos son un yanqui y un mexicano. Se los presenta como un inglés y un español, pero se entiende que es la única forma de meter un yanqui y un mexicano en la Edad Media. Tampoco parecía estéril que estuviera todo lleno de chinos, la nueva gran potencia.

No hay nada. Nada de nada.

Dos mercenarios (Matt Damon y Pedro Pascal) se topan con la muralla china mientras buscan pólvora para vender a occidente. Resulta ser que la muralla se construyó para detener a unos dibujos animados verdes guiados por un dibujo animado Reina que aparecen cada 60 años buscando el alimento que necesitan para reproducirse. Este alimento no es más que carne, siendo en China la carne de chino la más disponible.

Parecería que todo es una excusa para desplegar aburridas coreografías de un ejército con soldaditos, muy rojos unos, muy amarillos otros y muy azules las chicas, con la intención de maravillarnos visualmente al precio de embolarnos maravillosamente. No hay ninguna construcción de personajes ni ningún esfuerzo por hacerla. Muere un general chino, pero no importa porque no hemos aprendido a quererlo. Los dibujos animados pasan la muralla a través de un túnel y no se siente la inminencia de peligro. No hay ninguna construcción de suspenso, todas las acciones parecen arbitrarias, y tampoco es esto una conciencia de género en nombre de alguna búsqueda en el alma humana o cinematográfica.

La visión política: bien, gracias. Solo un dilema moralista de nenes de catequesis. Al mercenario egoísta buscador de riqueza se opone una generala china de azul (Tian Jing)que no lucha por su interés egoísta sino por el colectivo. Esta visión de una supuesta moral alternativa en oriente toma la falsa forma de una ponderación cuando es, en realidad, una visión paternalista en la que esa otra moral no se considera ni superadora ni alternativa sino una ingenuidad infantil. Como aquel que dice de alguien que considera más tonto que le gustaría ser como él para no hacerse tanta mala sangre.

Matt Damon deberá elegir entonces entre llevarse la pólvora o luchar por el conjunto. Obviamente toma esta última decisión aunque sospechamos que influido por las cualidades femeninas de la generala, cualidades que ni Matt ni nosotros veremos en su plenitud. El mexicano caerá en la tentación, pero como es simpático y no creemos que sus decisiones sean muy diferentes a las de un perro, Matt lo perdona y se lo lleva de vuelta para Europa, abandonando riquezas y mujer.
De todos modos no se renuncia plenamente la motivación egoísta porque si los dibujos verdes pasaban la muralla llegaban a la capital china donde había tanto alimento chino que podrían reproducirse hasta conquistar el mundo. Zhang  Yimou se asegura de no pintar a un héroe demasiado desprendido o un peligro que no roce siquiera la integridad física de occidente. Y así, sin querer joder a nadie, logra su propósito, una película que no jode a nadie, ni nada.

La gran muralla (The Great Wall, EUA/China, 2016), de Yimou Zhang, c/Matt Damon, Tian Jing, Willem Dafoe, Pedro Pascal. 103´.

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