La película comienza con dos analogías que serán fundamentales para el resto de la historia: 1) los serbios, durante la guerra de los Balcanes, eran iguales a los nazis (con trenes de exterminio y campos de concentración incluidos) por lo que la intromisión de EEUU en el conflicto, para la lógica norteamericana, podría encasillarse en los márgenes de la “guerra justa”; 2) Benjamin Ford (Robert De Niro) es un militar retirado que participó en esa guerra, y vive aislado de su familia en una cabaña en medio de un bosque en las montañas, y no puede cazar (matar) ciervos; la referencia (¿pacifista?) a la película de Michael Cimino, El francotirador (The deer hunter, 1978) es total.
A partir de acá, el film no da muchas vueltas: Emil Kovac (John Travolta), un ex soldado serbio de las fuerzas especiales, viaja a EEUU 18 años después de la guerra a “cazar” a Ford. Y va a cazarlo literalmente con un arco y flecha. En realidad, va a obtener una “confesión”: la de los pecados de guerra del ex militar yanqui, a raíz de los cuales él, al parecer, sufrió y mucho. Todo, entonces, se vuelve persecución y tortura. Tortura (en clave de gore soft, aunque sumamente explícita) alternada: primero tortura el personaje de Travolta, luego el de De Niro, y así en una carrera interminable que permanentemente busca “la confesión”: cuando tortura Kovac, lo hace para que Ford confiese, y cuando lo hace Ford, es para que sea Kovac quien confiese. Siempre, además, bajo los símbolos oscuros de un catolicismo entre pagano (Kovac) y descreído (De Niro): cruces, atrios, rezos, iglesias quemadas, invitación a bautismos, etc.
La tortura trae (¿cristianamente?) expiación. Las guerras justas sólo existen a nivel personal. Los enemigos públicos, entonces, se vuelven privados. Con un Travolta medio gordo repitiendo los mismos gestos que hace últimamente cuando interpreta a un villano; un De Niro bastante inverosímil por edad y condición física para la brutal faena que le toca aguantar; sin ninguna profundización en el conflicto de los Balcanes (sí la hay en Antes de la lluvia de Milcho Manchevski, En tierra de nadie de Danis Tanovic, o Savior de Predrag Antonijević; de hecho, está más cercana a la olvidable Detrás de las líneas enemigas, con Owen Wilson), ese “todos contra todos” entre serbios, croatas, bosnios y musulmanes nadie lo entiende muy bien y ha sido atroz; y con amagues de Rambo y La cacería (The Hunted, William Friedkin), esta película no aspira más que a plantear levemente los tres paradigmas mencionados al principio de este párrafo y que parecen retomarse en el final de la película: esta vez sobre el pico de la montaña, con el amanecer de fondo, y esos dos personajes cazadores/cazados (rifle Winchester en mano: todo un símbolo de la Civilización según EEUU) entablando un diálogo final, y con un chiste de por medio que uno de los personajes no entiende y sirve -quizás- de metáfora para todo lo que pasó en la película.
Algo desprolija en montaje y sonido, sobreabundante en sangre y tortura, con un guión por momentos plagado de clichés, Tiempo de caza no hace más que corroborar por qué su director tiene el estigma de ser la persona que dirigió –posiblemente- la peor película de la historia basada en un personaje de cómic: Daredevil. No obstante, Tiempo de caza tiene una entrelínea bastante interesante que hasta podría redimir todo el film: tanto en el principio como en el final de la película, una radio transmite los eventos de una inminente invasión del ejército de EE.UU. a Siria; es decir, a pesar de las confesiones y redenciones que puedan o no tener los personajes principales, la guerra, en realidad “el estado de guerra” permanente en el que vive EE.UU. a través de sus invasiones, no para, sino que, por el contrario, se renueva, dando lugar así a que hayan más Fords y Kovacs frenéticos, queriendo(se) matar… ocultar, perseguir, encontrar, torturar, confesar, reconciliar, y en el mismísimo suelo estadounidense.
Tiempo de caza (Killing Season, Bélgica, 2013); de Mark Steven Johnson, c/ Robert De Niro, John Travolta, Millo Ventimiglia, Elizabeth Olin, 91′.
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