american-sniper-posterLa última película de Eastwood es imperdonable, no sólo por su carácter ideológico sino porque además está pésimamente narrada, se vuelve interminable de tan aburrida, e insoportable gracias al cúmulo de clichés mal repetidos e imposibles de digerir con que la construyen. Francotirador es una mala película que, por su torpeza constitutiva, su clasicismo berreta y su básico sentido del montaje no puede contagiar ninguna de las emociones que pretende ni ocultar su naturaleza propagandística. La película no empieza mal, de hecho va al hueso, o pretende hacerlo. La secuencia de montaje que une al niño musulmán con la infancia del protagonista es, en principio, interesante, pero conforme avanza la película su discurso queda expuesta como una operación que trabaja los mecanismos de un epidérmico mea culpa, como si todo el tiempo necesitara excusarse para eludir el cargo de conciencia y convertirlo en el tradicional sentido del deber.

Este montaje inicial hubiera sido interesante si la película buscara trazar similitudes entre las crianzas de ambos chicos en lugar de reducirlo al clásico enfrentamiento de buenos contra malos, sorteando con cobardía el contexto general de la guerra con todas sus complejidades, al que Brian De Palma enfrentó en su brillante y vapuleada Redacted edificando su relato sobre la multiplicidad de miradas, acciones, vínculos y códigos morales. El accionar de los iraquíes sugiere el gore como vehículo para patentar el peor imaginario de la guerra, mientras que la violencia perpetrada por los estadounidenses es siempre limpia, distante y justificada. Por ejemplo, para contrarrestar que Kyle (Bradley Cooper) irrumpa violentamente en un hogar apuntándole en la cabeza a un nene de once años aterrorizado (al que no mata y de cuya familia obtiene información, sin que tampoco esto se presente como tortura o abuso de poder), poco después el mismo nene es asesinado con un taladro por el villano iraquí.

Esta simplificación del conflicto deja en evidencia la omisión malintencionada de los datos y hechos concretos de circulación global acerca de la intervención de EE.UU. en Irak. Tampoco esto molestaría tanto si al menos hubiera individualizado a Kyle en lugar de convertirlo en el portavoz de toda la propaganda estadounidense, a la que es muy difícil adherir a esta altura del partido. Kyle no es un soldado más, es el estereotipo de un joven de la clase media sureña educado por un padre rígido, pero con un gran sentido de la responsabilidad, que se enlista en el ejército porque vio en la tele cómo derribaban las torres, y está casado con una mujer a la que dejará sola en pleno embarazo para defender a esa patria que será el hogar de sus hijos.

APphoto_Film Review American Sniper

Una estrategia contraria es la que utilizó Kathryn Bigelow en Vivir al límite, quien allí presenta a su protagonista como adicto antes que como soldado, y muy en última instancia como padre de familia. La aparición del personaje de Jeremy Renner es maquinal, en principio sin pasado ni carga familiar, y justo se da en el momento en que la unidad cambia su nombre de «libertad» a «victoria», realizando una interesante diferenciación semántica dentro de la prédica motivacional. El perfil un poco más humano del personaje cobra peso en escena luego porque primero representó un vacío a ser llenado por el sentir antes que el pensar; vale decir, la adrenalina antes que la racionalización. Después vendrán los datos que terminen de conformarlo como sujeto social, pero con una apatía tal que poco van a importarnos, pues no serán sus roles sociales los que dictaminen sus impulsos ni su relación con nosotros. Más allá de que la monótona interpretación de Bradley Cooper en nada ayude a Francotirador, tampoco se puede cargar toda la munición contra el actor/productor; su personaje está mal constituido tanto por el guión como por la puesta en escena, (sobre)cargado de gestos humanistas y patrióticos excesivamente superficiales que generan un efecto contrario al buscado.

Vivir al límite asume sin culpas su nacionalismo armamentista al contraponer la adrenalina de la guerra con la abúlica vida familiar, aunque en la unión por montaje que realiza al final también podría interpretarse que para ellos ir a la guerra es equivalente a ir de compras al supermercado en tanto forma parte de la cultura de consumo (otro ejemplo gráfico de esta idea está en Robocop, de Paul Verhoeven, cuando inserta la publicidad de un juego de mesa bélico para toda la familia). Bigelow ofrece un producto cinematográfico más que interesante, ajustado, con variedad de recursos formales que no cae nunca en el error de volver tediosa la rutina del protagonista.

Redacted es otro ensayo enriquecedor sobre la guerra gracias la abundancia de discursos de toda clase expresados a través de una diversa cantidad de registros y medios formales e informales, sin abstenerse por ello de tomar posición, como queda claro en la elección del hecho que estructura el relato (la irrupción nocturna de una patrulla de soldados a una casa para violar a una joven, el asesinato de toda la familia). Los chicos soldados que aparecen en ella son unos pobres diablos que no tienen nada más que a ellos mismos en esa tierra ajena, lejana y desconocida, expuestos a la locura ya sea por ignorancia o por extrema lucidez, productos directos de una cultura paranoica y psicopateadora.

Cooper

En Francotirador no hay ambigüedad posible ni lugar para las interpretaciones. Si se dispara contra un chico es porque lleva una bomba, si el protagonista se enlista en el ejército es porque derribaron las torres, si un soldado estadounidense es capaz de asesinar a uno de los propios es porque volvió traumado de la guerra, no así los iraquíes que, cuando atentan contra los propios, lo hacen por un inherente sadismo. El Estados Unidos que rodea al protagonista antes del atentado es armónico y familiar, tanto que ni la infidelidad de una novia puede alterar esa pasividad. Jamás se postula un país internamente contaminado. Es la exposición a ese sadismo ajeno, nunca propio, lo que puede enloquecer a un joven soldado, nunca su educación previa en una nación prisionera de una paranoia que alimenta su naturaleza militarista y consumista.

Aquí puede leerse un texto de Marcos Rodríguez y otro de Hernán Gómez sobre la misma película.

Francotirador (American Sniper, EE.UU., 2014), de Clint Eastwood, c/ Bradley Cooper, Sienna Miller, Kyle Gallner, Reynaldo Gallegos, 132’.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: