pivellinaDocumental/Ficción I.En el Bafici 2010 pude ver las tres primeras películas de esa pareja de directores que son Tizza Covi y Rainer Frimmel. Una pequeña retrospectiva con un mismo eje: poner en acción la vertiente documental de las ficciones. La primera de ellas es el documental That’ s All (Das ist alles, 2001) y muestra la vida de varios campesinos de la región de Yásana Polyana, quienes emigraron desde Siberia y Kazajistán buscando un futuro mejor. La cámara indaga en su intimidad, en las pequeñas cosas cotidianas que les permiten poner en marcha el sentido de sus días.

Su segunda película, Babooska (2005), está hecha desde la mirada melancólica de la protagonista,  que registra su vida familiar y la de su trabajo dentro de un circo. Aunque no reina el optimismo, la protagonista y la compañía circense encuentren nuevas posibilidades en su paso por diversas ciudades. La última de aquella retrospectiva fue La Pivellina (2009), que tuvo estreno en Argentina, una especie de detrás de escena en la vida de una familia dedicada al circo. Patricia y Walter forman parte de la compañía, pero están en receso. Buscando a su perro perdido, Patricia encuentra a una niña de dos años, Asia, sentada en una hamaca con una carta de su madre en el bolsillo en la que esta promete volver a buscarla y pide que no den aviso a la policía. Patricia, Walter y Tyron, nieto de ambos, se dedican a brindarle afecto, un hogar transitorio y buscar a la madre.

La película no impacta sólo por el tema, sino más bien por la forma que los directores eligen para desarrollarlo. Allí es donde se apela al aspecto formal del documental para narrar una ficción. La cámara en mano sigue a los personajes, el sonido es directo –de hecho, por momentos, cuesta entender lo que dicen- como sucede a veces en la vida real. No hay música, sólo la que se escucha en los diferentes ambientes donde transcurren las escenas. El film muestra momentos de la vida cotidiana de esta familia, que transcurre fuera del estándar social y político de la clase media, en la Europa de esos años. Viven en casas rodantes estacionadas en terrenos baldíos, están rodeados por los animales del circo, y cada tanto organizan alguna performance en plazas para sortear los momentos sin ingreso de dinero. Se los muestra llenos de sensibilidad y preocupados por darle diversión y cariño a la pequeña Asia.

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Covi y Frimmel eligen romper el realismo e intervenir esa armonía con varios fundidos a negro que separan claramente momentos dentro del relato fílmico. También recorren con la cámara algunas escenas de tiempos débiles de los personajes, y le suman al relato un final abierto. Parecería que nos estuviesen preguntando si es posible escenificar lo que ofrece la realidad.

Ficción /documental II. Desdibujando fronteras. Llegó el Bafici 2013 y con él la última película de esta pareja excepcional de directores: The Shine of day (Der Glanz des Tages, 2012). Phillip es un actor de teatro y está en su mejor momento profesional, a punto de estrenar un clásico alemán: Woyzeck. En ese momento de su vida aparece su tío Walter para recuperar el vínculo con su sobrino, a quien no veía desde tiempo atrás debido al desprecio que el padre de Phillip siente hacia él. Tío y sobrino se muestran como dos desconocidos que poco a poco descubren muchas cosas en común. Se potencian, se cuestionan, se acompañan. La búsqueda de sentido en sus vidas es el motor que los hace andar; no importa la diferencia generacional. Ellos siguen esa dirección e iluminan, tanto en el mundo del film como en el del espectador, ese camino a seguir.

El estilo de Frimmel y Covi ya es identificable, pero aquí redoblan la apuesta. En esta historia, Phillip es el actor Phillip Hochmair, quien interpreta lo que hace en su vida real: actuar en teatros. Lo mismo sucede con el personaje de Walter, quien en la vida real se llama Walter Saabel (aparece también con el mismo nombre en La Pivellina) y actúa de lo que fue en la vida real: domador de osos de circo. Una vez más aparece en el cruce del mundo circense y el de la actuación una idea rectora: la de la representación. La película deambula en la frontera de los escenarios teatrales y su correlato, el detrás de escena, la vida cotidiana. A Phillip se lo muestra en pleno desarrollo de su pasión actoral, pero cada vez más lejano del contacto con la vida real hasta que aparece Walter. Su tío funciona como un contrapunto enriquecedor que encuentra  sentido en las pequeñas cosas cotidianas. Los diálogos que ambos mantienen respiran verdad y libertad. La cámara en mano los sigue en esos momentos de caminatas donde surgen charlas profundas y verdaderas.

Frimmel contó en una entrevista que las caminatas estaban dentro del guión, pero no así los diálogos; fueron surgiendo solos, en forma de improvisación a medida que rodaban estas escenas. Los dos actores recién se conocieron al comienzo de la filmación, y entre ellos hubo roces que tuvieron que sobrellevar para encontrar el modo dentro de cada situación creada para cada escena. A pesar de que estos conflictos no fueron planeados, sumaron al momento de mostrar oposiciones dentro del mundo de  los personajes. Ayudaron a mostrar la cara y la contracara, los gestos necesarios para hacer verosímiles las escenas.

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Así es como el tío Walter introduce en la vida de Phillip la mirada de su mundo más próximo: sus vecinos. Surge la mirada social y política de la película. Sus vecinos, un padre y dos niños, son inmigrantes de Moldavia. La madre tuvo que viajar a su país de origen debido a la muerte de su propia madre. Al salir de Hamburgo, lugar dónde transcurre la mayor parte del film, pierde su visa de extranjera y no puede regresar legalmente. Si hasta ese momento el punto de vista estaba centrado en el devenir de Phillip y, en segundo plano, aparecía Walter, ahora surge el mundo real dentro del film y el punto de vista se traslada a la mirada de Walter.  Es él quien se ocupa de esos niños, mientras el padre trabaja: los cuida, los lleva al médico, los divierte, los acompaña. Pequeños gestos que muestran su sabiduría y su sensibilidad.

Phillip comienza a escuchar a su tío y se suma al plan para hacer retornar “ilegalmente” a la madre de los niños. Deja un poco su mundo de representación y contacta con la realidad. Walter, estando en la realidad, planea su mejor representación: camuflar una camioneta en circo itinerante y, en forma de truco, esconder a la madre de los niños para hacerla entrar por la frontera, de regreso a Hamburgo. La tensión no está puesta en el logro del plan sino en la actitud. Apenas comenzado el viaje, la película funde a negro y, mientras aparecen los créditos, se escuchan las voces de Walter en la camioneta y el motor.

El inicio del film está centrado en la mirada de los dos protagonistas, en sus diferencias, en sus búsquedas, en lo que los hace brillar. Aparece para cada uno de ellos “el otro”: para Phillip, su tío, para su tío Walter, su sobrino, y luego para los dos, los vecinos. De esta forma se reafirma la existencia de cada uno de ellos fuera de la individualidad. No como un deber sino como un abrir la mirada al deseo singular que se expande y rebota en los otros en forma de solidaridad. “No tengo mucho que perder”, dice Walter en un momento. A pesar de sus años vividos, el registro del otro le abre de una vez las fronteras heredadas para construir una nueva geografía solidaria con su prójimo.

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