1386363377_ramon_ayala_la_pelculaEn el inicio todo era rojo. Roja la tierra, el agua, el cielo, el tigre.

Ramón Ayala, la ópera prima del fotógrafo Marcos López, es mucho más que un documental de tipo biográfico sobre la figura de un artista: es un viaje enamorado de (re)descubrimiento de un poeta y compositor popular en el que la obra ha trascendido por mucho al autor. Y, de alguna manera, se convierte en la revalorización del artista, del poeta, del músico, del pintor, del hombre que Ramón Ayala es hoy.

Quizás la sola mención de su nombre no diga demasiado (o tal vez no lo decía antes de la película de López) pero todos recordamos canciones como «El Cosechero» o «El Mensú», entre las más conocidas. Y a pesar de que a sus 84 años siente que está «acosado por el futuro» ha logrado la inmortalidad, según sus propias palabras: «si en el estado de conciencia de que todo pasa, si el creador, el músico, el pintor, el poeta no lo toma de la naturaleza, desaparece. Hay tanta gente maravillosa que ha desaparecido para siempre, a los que ya nadie recuerda. Pero cuando hay una canción que va por todas las casas, por el aire, por la radio, el personaje siempre está vivo».

Pero no es el único protagonista, de alguna manera comparte cartel con «su criatura mimada» -como lo nombra Juan Falú- el Gualambao. «Misiones es una provincia mágica en tono mayor, en color mayor. Nació allí el gualambao, con ese criterio de un amplio espectro para representar a esta provincia», dice en tono profundo Ramón Ayala. Y es ese tono el que Liliana Herrero define como el  gesto del artista: «Ramón es grandilocuente porque él está relatando una historia. Está iniciando al mundo con una frase, y ese es su gesto». Ayala habita el universo de los grandes relatos, del paisaje exuberante y las imágenes opulentas, y eso se traduce en su poesía, en su música y en su mirada del mundo.

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Otro protagonista es el mensú, y Ramón Ayala se pregunta: «¿Cómo nadie ha escrito sobre este hombre, sobre la feroz explotación a la que fue sometido?», una parte fundante de la historia misionera anclada en los yerbatales, con el capanga, el látigo, el máuser al hombro… Y así  «El Mensú» no sólo es una canción, es una obra ‘guitarrística’ maravillosa, tal como lo señala el Tata Cedrón y es, otra vez, parte del bagaje popular: ya es y será de todos nosotros.

Este documental es, además, una suma de imágenes de una belleza extraordinaria que podría pensarse en varios niveles. En uno está el personaje Ramón Ayala, con sus historias, su prosa opulenta, su bellísima poesía que interpreta y traduce el paisaje misionero; y en el otro, las imágenes que lo acompañan y que poéticamente completan el sentido de lo que se dice. El contraste entre el paisaje del monte, la naturaleza, el viento, el color y el cemento o el mármol y la extrañeza de las ciudades. La mirada del fotógrafo se pone en juego en la elección de cada plano y, a pesar de las asimetrías, nunca cae en el panfleto. La carencia, la soledad, la fiesta popular, el kitsch y la celebración, todos están ahí a través de la impronta de Marcos López con un estilo que es a la vez lúdico y respetuoso de la identidad y la poética de la cultura popular.

rayala4Merece una mención especial el trabajo de edición de Andrea Kleinman que construye en el montaje un relato atractivo y dinámico a través de imágenes y palabras recorridas, repetidas y, por eso, resignificadas por los distintos actores, ya sean canciones en diferentes versiones o imágenes en diversas geografías.

«Esta película no es ni de la selva ni del río. Es una película sobre la ilusión de estar cerca de la selva y cerca del río», reflexiona el director Marcos López, «porque necesitamos una ilusión para vivir».

Ramón Ayala (Argentina, 2013), de Marcos López, c/Ramón Ayala, Liliana Herrero, Juan Falú, Juan Carlos “Tata” Cedrón, 66’. Documental.

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