La Mujer Maravilla es en sí misma una figura de lucha y superación. Ha combatido constantemente desde su creación por mantenerse a salvo de la censura y las restricciones sociales. Ahora llegó al cine como un personaje renovador dentro de uno de los géneros más toscos y conservadores del mainstream: las películas de superhéroes.

La única heroína dentro de un mundo de supermachotes, la Mujer Maravilla, también conocida por su álter ego, Diana Prince, es un personaje con una historia de constante supervivencia. Creada en los Estados Unidos en la década de los cuarenta, en el bum del mundo comiquero, por un misterioso hombre que dejaba sus revistas en la futura editorial DC cómics ocultando su cara con una máscara.

Este misterioso personaje resultó ser el psicólogo William Moulton, un hombre particular. Se pensaba a sí mismo como un feminista y asistía a las marchas por la igualdad de género que sucedían en aquella época. Ahí fue que conoció a quien sería luego el dibujante de nuestra querida Diana, Harry G. Peter, un ilustrador de los folletines por el voto femenino.

Su aparición oficial fue en una tira de la revista en 1941, instantáneamente su presencia generó revuelo y controversia. La sociedad cristiana de la época elevó una carta criticando su rol en la lucha contra el crimen y hasta su forma de vestir, portando una armadura escotada que dejaba a la vista sus piernas y sus hombros. Más adelante, en la década del 60, sufriría una reinterpretación de su personaje y un nuevo intento de censura. Se le cambió su origen mitológico y se la despojó de todos sus superpoderes transformándola en una simple agente secreta. Ya no salía a la calle semi desnuda y tampoco estaba a la altura de los grandes superhéroes, ahora era una humana normal. Esta tirada no duró mucho: fueron las mismas mujeres las que salieron a criticar esta nueva identidad que el personaje había adquirido y la revista dio un paso atrás volviendo a la original.

Aún siendo una de las criaturas más populares de la editorial junto a Batman y Superman, nunca la tuvo fácil. Sus intentos por llegar a la televisión, tal como ya lo habían logrado los otros dos superhéroes, no pasaban nunca del piloto. Su figura como mujer guerrera siempre trajo complicaciones a los hombres que intentaron hacerlo. Las actrices elegidas nunca lograban lo que ella representaba en los cómics. Cumplían con los estereotipos de belleza, pero nunca con las condiciones de heroína guerrera. Luego de varias pruebas fallidas tuvo su propia serie en 1975 siendo interpretada por la actriz Lynda Carter.

Su historia con la pantalla grande es aun más dura. Mientras sus compañeros de historietas ya habían tenido apariciones en el cine desde los años 60, la Mujer Maravilla tuvo que esperar 76 años para tener su propia película. En 2017 por fin llegó a la pantalla grande con Mujer Maravilla, dirigida por Patty Jenkins y protagonizada por Gal Gadot.

Si desde su creación la princesa Diana fue pensada como un símbolo de la lucha por la liberación femenina, su película no se quedó atrás. Es una de las pocas películas sobre superheroínas que ha dado el cine (Supergirl en los 80, Elektra, Gatúbela como villana-heroína) y es la primer película dentro del mundo cinematográfico de superhéroes dirigida por una mujer. Hay desde la industria una idea de adjudicar este género a los hombres. Hombres como protagonistas, hombres como creadores y hombres como público. Luego de alrededor de 70 películas dedicadas al género de superhéroes, y más de 70 directores, se le dio la oportunidad a una mujer de ponerse detrás de la cámara y contarnos cómo ella entiende la lucha por la justicia.

La película de Patty Jenkins resulta un respiro para la bastardeada franquicia de DC cómics que no ha dado con buenos títulos en los últimos años; es, dentro del duro género de superhéroes, una mirada fresca, renovada y bastante revolucionaria. Jenkins nos trae a la superheroína tan original como todos queríamos verla.

La película arranca con una Diana pequeña corriendo en esta utópica isla habitada sólo por mujeres. Su madre, la reina de las amazonas, le cuenta la historia de la creación de los hombres, y cómo fueron corrompidos por Ares, Dios de la guerra. Por ende, las amazonas fueron creadas tiempo después para luchar contra Ares y acabar con la maldad en la Tierra. Bajo esa premisa, esta historia no se establece de ningún modo en la lucha por la igualdad. Pensar que las mujeres fueron creadas por un motivo específico, es condicionarlas y obligarlas a cumplir objetivos y roles que posiblemente no deseen. En otras palabras, es decirles lo que tienen que hacer. Aunque la película muestra a estas mujeres como seres superiores y no terrenales como los hombres, no deja de ser una mirada desigual.

Luego de muchos años de tranquilidad, el mundo utópico de las amazonas es invadido por la realidad del mundo. Aparece en los cielos un avión que cae en picada: es el del Mayor Steve Trevor (Chris Pine), que ante los ojos de una ya adulta Diana, se hunde en el agua. Trevor es un espía que estaba escapando de perseguidores alemanes. El mundo se encuentra en plena Primera Guerra Mundial. Cuando Diana se entera de esto, deja su isla y parte junto al espía yanqui para afrontar su destino y derrotar a Ares -según ella-, el responsable de todo el mal en el mundo y por lo tanto también de esta guerra.

Carga sus armas y se adentra junto a la fiel figura del Mayor Trevor en el mundo terrenal, la sociedad gobernada por los hombres. Sus choques con esta sociedad se irán sucediendo uno detrás del otro. El Mayor Trevor, más que un ayudante, termina cumpliendo un rol casi antagónico. Él constantemente le está diciendo las cosas que ella no puede hacer. No la deja caminar sola por la calle, ni andarse con su armadura de guerrera. Lo primero que hace es llevarla a comprarse ropa, porque él entiende que no puede caminar semidesnuda por la ciudad. Tampoco la deja ir en busca de Ares. Todo el tiempo la obliga a seguirlo y a hacer las cosas como a él le parece que deben hacerse. Surge una extraña relación entre el público y Trevor. Como Diana proviene de otra tierra, nosotros -como espectadores- indefectiblemente nos identificamos con el soldado yanqui: al escuchar las historias que cuenta Diana sobre cómo fue moldeada en arcilla por su madre y dada a la vida por Zeus sentimos el contraste entre lo fantástico de su relato y el anclaje realista que Trevor representa. Su historia de vida y su objetivo de asesinar a Ares para así terminar la guerra suena ridículo visto desde el lugar del soldado. Por ese motivo, nos identificamos con él, y subestimamos a Diana, tratándola como una nena ingenua que no sabe nada acerca del mundo. Entendemos que la guerra es algo mucho más complejo y la idea de este dios responsable de todo mal resulta ridícula. Curiosamente Jenkins logra que nos identifiquemos con Trevor y nos pone casi sin elección, como representantes del rol del machismo en la película, el verdadero enemigo de la princesa amazona. En ese lugar, nosotros también intentaríamos detenerla constantemente en su viaje y explicarle que la guerra no se va a acabar matando a este supuesto dios. Esta inocencia de Diana se transformará en pura verdad en el momento de máxima tensión de la película: cuando Ares (David Thewlis) se hace presente y la princesa nos cierra la boca a todos.

El rol de Diana en la historia es todo un acierto de Patty Jenkins. Ella es una diosa guerrera en todos sus aspectos. Una amazona gigante que cambiará el curso de la historia de la humanidad. La película es, acompañando el significado de la Mujer Maravilla, una apología del feminismo. Cada plano de sus puños moliendo a golpes a los hombres que la rodean es un plano feminista. Con cada situación a la que se enfrenta, Diana está enfrentando indirectamente el rol de mujer que la sociedad le impone. Es muy interesante que Diana y Trevor tengan sexo (algo que nunca sucede en películas de superhéroes) y sin embargo la relación entre ellos sea apenas un detalle de color. Diana tiene muy en claro su objetivo, y nada tiene que ver con vivir eternamente junto al espía yanqui. La idea del sexo está presente desde el primer diálogo entre ellos dos, en el que Trevor aparece desnudo y abiertamente hablan sobre su pene. Luego, Diana nos dejará a todos con el culo en la silla con su linda frase: “Los hombres son esenciales para la procreación, pero cuando se trata de placer… son innecesarios”.

En el juego de roles, lo sexual está totalmente adjudicado al Mayor Trevor. Ella, en ningún momento, representa una figura sexual dentro del relato. Su ropa no es para mostrar su silueta femenina, sino por pura comodidad a la hora de la batalla. Él, a diferencia de Diana, es consciente de su sexualidad y hasta la usa a su favor. En el único momento que intenta hacer algo sin la ayuda de Diana, recurre a sus dotes sexuales intentando seducir a la Doctora Veneno (Elena Anaya). Luego, Trevor sólo logra atravesar obstáculos gracias a la ayuda de la Mujer Maravilla. Patty Jenkins tira al piso el estigma de la damisela en apuros, un rol que las mujeres se ven obligadas a cumplir en casi todas las películas de aventuras. Acá, el que siempre es rescatado es el viril soldado Trevor, quien debe aceptar su rol secundario en esta lucha. Sólo ella puede salvar al mundo, solo ella puede derrotar al dios Ares. Sobre el final, Trevor deja a un lado su posición machista y negadora, y reconoce la fuerza de Diana. Comprende que ella va a salvar el mundo, y que debe dejarla que lo haga.

Mujer Maravilla (Wonder Woman, Estados Unidos, 2017), de Patty jenkins, c/Gal Gador, Chris Pine, Robin Wright , Elena Anaya, David Thewlis, 140′.

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