La música clásica, las orquestas sinfónicas, las filarmónicas, y todo ese mundo artístico y cultura son ―además de un refugio de virtuosos―, un teatro de farsantes y elitistas. En estas manifestaciones conviven verdaderos talentosos y amantes de la música con aduladores sinvergüenzas que se creen parte de una minoría selecta que posee capacidades especiales para entender lo que la mayoría no podemos. Así, con el correr de la Historia, la música clásica y su mundo se vistieron de un halo protector que en teoría hace imposible la crítica por parte de los comunes. Haciendo caso omiso a esa idea falsa que reside en el sentido común, penetramos en ese halo protector de Maestro (2023), la nueva película de Bradley Cooper, que escarba en la vida de Leonard Bernstein, el más famoso director de orquesta de Estados Unidos.

Inferencia pura, podríamos pensar que para Bradley Cooper la música es algo que lo apasiona. No hay que ser muy inteligente ni tener palco en el Teatro Colón para deducir esto. El rubio que para el gallinero se hizo más famoso con por papel en ¿Qué pasó anoche? (Todd Phillips; 2009), además de cantante, traía en su haber el debut como director en Nace una estrella (Bradley Cooper;, 2018), otra película también musical. Pero aún si prescindiésemos de toda esta información, con sólo ver Maestro entenderíamos que Cooper respira música. Y que entender de música no es ser virtuoso o agarrarse del más reconocido director de orquesta yanqui para fingir erudición. Entender de Música, entender a un músico, es en este caso filmar una obra no amarilla, y no ponerse en juez de la vida privada de Bernstein. Por el contrario, Cooper en esta su segunda película, toma solo lo necesario de esa vida privada, para describir con agudeza cómo los sonidos, el tiempo, el cuerpo humano y una de las múltiples maneras que hay de vivir, edifican con orden, estudio y perseverancia, un desorden mágico y musical.  

Al igual que en su opera prima, Bradley Cooper no sólo dirige, sino que también protagoniza. Con un buen trabajo de maquillaje sumado a su gran actuación ―sobre todo gestual cuando dirige la orquesta―, genera un gran parecido físico (También se parece a Martín Palermo). A la misma altura, o mejor aún, lo acompaña Carey Mulligan como coprotagonista interpretando a Felicia Montealegre, su esposa. La cámara de Cooper no esquiva el matrimonio, sabe que está obligado a mostrarlo, pero de ningún modo Maestro llega para contarnos los pormenores de esa relación. Entre las virtudes narrativas de esta película se destacan las elipsis, los momentos comunes que el director suprime sin perjudicar el entendimiento de nosotros los mortales. Otra vez, sin poseer platea fija en el Teatro Colón, siendo fanático de Lía Crucet o hasta en las sandalias de una nena de Sandro, entendemos, por ejemplo, que, aunque nunca le vimos panza a Felicia, cuando aparece Jamie, la piba más joven interpretada por Maya Hawke que les dice “papá y mamá”, estamos viendo a una de los tres hijos que tuvo. Así, con carpa y sin redoblantes, los otros dos hijos, algunos consumos, ascenso profesional, nivel económico y otros detalles, van quedando implícitos en una trama entre dramática y musical.

Con perdón del halo protector y las estatuillas que puede llegar a recolectar la película, hay cuestiones no tan buenas que señalar. Podríamos dividir la película en dos: la primera parte en blanco y negro, y la segunda a colores. Seguramente ambas partes refieran, homenajeen, o como sea se emparenten a distintos momentos de producción hollywoodense. En criollo, la primera parte es bastante densa, lenta, y tarda demasiado en aclimatar y poner al espectador a resguardo de entender. Quizá sea en este punto donde Maestro muestre una hilacha presumida. No funciona bien el corte, el pasaje de un momento al otro, y tampoco se entiende porqué estos sendos momentos de la historia se eligen vestir con notorios estilos diferentes. Seguramente aquí se abra espacio para el divague del espectador erudito que podrá esgrimir algunas ideas vagas para formar alguna oración rimbombante.

Hay escenas con sus respectivos planos que son muy lindas. Y decir que algo es lindo es tan subjetivo como claro. A esa pesadez clásica de la primera parte, a esa belleza solo para entendidos y expertos en otros tiempos, se le contraponen otras escenas realmente lindas y para todos. Una puntual, cuando los protagonistas discuten delante de dos ventanales que dan al exterior, por lo menos a un piso de altura sobre la calle. A veces algo es lindo porque agrada, no porque remite. Cuando algo solamente es bello o está copado porque remite a otra obra del pasado, puede ser que la apreciación se profiera simplemente como excusa para querer demostrar que se tiene algún conocimiento incontenible, para querer “chapear”. Un ejemplo lejano, el sumun de la estupidez: cuando Stephen King toma el mate de independiente en It: Capítulo dos (Andy Muschietti; 2019). Volviendo a la película y a la escena que señalábamos, por el contrario, su belleza no reclama academias ni demostración de saberes. No hace falta conocer bien qué corno se festeja el día yanqui de Acción de gracias, ni saber que se hacen desfiles, y ni siquiera estar seguros de que esta escena trata en ese día, cuando los protagonistas discuten y por los ventanales de detrás pasan partes de muñecos inflables irreconocibles, o del famoso Snoopy. Resulta lindo a la vista. Subjetivo, sencillo y claro. Contraposición entre discusión/feo, desfile/lindo. Lo entiende hasta un fanático de Bizarrap.

Llegando al final, hay que señalar que el tercer protagonista de Maestro es el cigarrillo. No es una película para ver si uno está intentando dejar de fumar. Ni siquiera cuando vemos que Felicia pide escenario y Leonard le entrega el arpa. La esposa de Bernstein muere fumando, con las botas puestas. Y él, la despide fumando. Todas las acusaciones moralistas que se puedan tejer sobre la vida privada de este matrimonio, sobre sus idas y vueltas, terceros, y el triste final, negarían neciamente los mil planos de puchos que tiene la película, y denotarían además la insensibilidad musical de quien las profiera. A veces, los genios no cumplen con los mandatos pacatos de la sociedad farsante y elitista.  

Maestro (EUA; 2023). Dirección: Bradley Cooper. Guion: Bradley Cooper; Josh Singer.  Fotografía: Matthew Libatique. Edición: Michelle Tesoro. Elenco: Bradley Cooper, Carey Mulligan, Matt Bomer, Maya Hawke, Sarah Silverman. Duración: 129 minutos.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: