Macbeth (obra de William Shakespeare).
Hay una breve secuencia que también podría ser un prólogo: Ross, noble de Escocia, cuestiona ante Duncan, Rey de Escocia, la integridad del Señor de Cawdor. Luego, Duncan ordena la muerte del Señor de Cawdor y propone a Macbeth (Señor de Glamis) en reemplazo. A partir de aquí, digamos que todo se trata de la ascensión de Macbeth en el poder.
Banquo (general del Rey) y Macbeth se encuentran con tres brujas que le confirman a Macbeth que será señor de Cawdor y, además, Rey de Escocia. Se sabe que la gente es inconformista. Para Macbeth, convertirse en Señor de Cawdor no basta. Malcolm, el hijo de Duncan, es príncipe de Cumberland (heredero del trono de Escocia), título que, ante los ojos envidiosos de Macbeth, ostenta sin mérito. Las predicciones de las brujas perturban a Macbeth, presa de la ambición. Hace falta mencionarlo: Macbeth lo anhela todo, pero además es envidioso. Hay una diferencia crucial entre quien anhela una jerarquía porque siente un compromiso moral surgido de un desempeño erróneo por quien detenta el poder y quien anhela una jerarquía por pura vanidad.
Un mensajero anuncia que Duncan irá a la casa de Macbeth (como huésped excepcional). Obsesionados por la posibilidad del poder, Macbeth y su esposa llegan a la conclusión de que la ocasión es propicia para asesinar al Rey, con lo que Macbeth podrá alzarse con el trono.
Hay un momento de duda en Macbeth, un momento de vacilación. Ese momento, aunque breve, revela cierto resquicio honorable en su carácter. Al menos duda. No es un salvaje, no está completamente enceguecido de poder y de gloria. Una parte de sí sabe que no está haciendo bien las cosas. En el delirio de su vacilación, observa una daga irreal materializada frente a sus ojos (una proyección fantasmagórica de su deseo). Finalmente Macbeth asesina al rey (no sin que se desaten en su interior remordimientos que lo angustian).
Al otro día, a la mañana temprano, Macduff y Lennox (nobles encargados de despertar al rey) dan cuenta de la mala nueva. Macbeth se inventa una historia, dice que dio muerte a los guardias que, supuestamente, mataron al rey. Malcolm y Donalbain (los hijos del rey y legítimos herederos) encuentran sospechoso todo el asunto y les agarra pánico. Tienen miedo de que el “espíritu asesino” que mató a su padre también acabe con ellos. Se dan a la fuga.
Macbeth asume como Rey. Sin embargo su gloria no es tal. Memorables líneas: “Nada se tiene, todo está perdido, cuando nuestro deseo se colma sin placer”.
Banquo, que conoce el oráculo de las brujas, es asesinado por encargo de Macbeth, que no quiere dejar cabos sueltos. Fleance (el hijo de Banquo) también debía ser asesinado, pero logra escapar.
Macbeth da un banquete y allí mismo cree ver al espectro de Banquo. Macbeth da muestras de estar totalmente alterado. Su decadencia es cada vez más notable y los rumores de sospecha en su contra se extienden.
Macduff (un noble guerrero de Escocia) se asocia a Malcolm, legítimo heredero, quien se ha refugiado en el castillo del rey de Inglaterra, desde donde planea su venganza.
Macbeth tiene una nueva visión de las brujas. Banquo se hace visible como fantasma. Un Rey le muestra un espejo donde se refleja otro Rey que tiene un espejo. Se supone que la escena, un tanto onírica, está cargada de metáfora. En cualquier caso, el pronóstico de las brujas es desalentador.
Macbeth se entera de las sospechas en su contra y encarga la muerte de Macduff. Los asesinos no encuentran a Macduff, pero matan a su familia. Malcolm le confiesa a Macduff que aunque sabe de la traición de Macbeth, él mismo (Malcolm) como rey no sería mucho mejor. Admite ser lujurioso y pérfido.
Esta confesión de Malcolm es espeluznante y carga de nuevo sentido y significado a la historia de Macbeth. Repasemos: Macbeth comienza su ascenso en el poder -en primer lugar- porque reemplaza al Señor de Cawdor, acusado de corrupción. Luego, Macbeth entiende que Malcolm no hace méritos para merecer el trono de Escocia y es el propio Malcolm quien admite ser pérfido, con lo que cabe preguntarse si, después de todo, Macbeth no será idóneo para desempeñar como rey.
¿Pero es que puede ser idóneo para desempeñar un cargo quien se ha alzado con el poder de una manera moralmente cuestionable? Me parece que aquí se cifra la importancia de esta tragedia: no importa si Macbeth tiene razón o no. No importa si es mejor o peor rey. Ni siquiera importa lo legal o lo ilegal, ni lo justo o lo injusto, ya que era el rey quien decidía lo legal e ilegal, lo bueno y lo malo. Entonces, hay un cuestionamiento insoslayable sobre el poder absoluto, sobre la ridiculez de su ejercicio.
De alguna manera, es como si hubiese algo paradojal en la idea del poder absoluto que, en última instancia, revela que lo bueno y lo malo no es voluntad humana. Se supone que lo bueno y lo malo es producto de una decisión colectiva y, por lo tanto, humana. Luego, un hombre se convierte en dios y, no obstante, no puede consigo mismo. El cargo de consciencia y el peso de la culpa no le dan sosiego. Cada uno interpreta esto como mejor puede. A mí me parece que el desasosiego de Macbeth demuestra que hay un poder divino que, aunque no se puede aferrar, se impone por sí solo.
Los remordimientos y la decadencia de Macbeth, arrastran a Lady Macbeth a un grado tan avanzado de locura que desemboca en suicidio.
Al fin el oráculo se cumple y los soldados de Inglaterra, junto con Malcolm y el vengativo Macduff, luchan contra Macbeth.
Macbeth, lleno de escepticismo, indiferencia y resignación, está harto de la vida, pero luchará hasta la muerte. No puede dejar de hacerlo, porque está claro que hay nobleza en su carácter. Tanto así, que Macduff vence, pero su victoria sabe amarga.
Macbeth (adaptación cinematográfica).
Introducción.
1- Las adaptaciones cinematográficas shakespeareanas son tantas, pero tantas, que tranquilamente podríamos referirnos a ellas como a un subgénero, el de “películas inspiradas en William Shakespeare”.
2- Es materialmente imposible hacer un repaso de todas sus adaptaciones o de las películas que fueron inspiradas en su obra. Sobre todo, porque muchas no se consiguen (o no se consiguen los subtítulos). Según Wikipedia, hay unas 250 adaptaciones. De acuerdo con el portal WhatCulture, existen más de 400 adaptaciones (y contando).
3- Debida cuenta de que existen tantas, pero tantas adaptaciones, hay que tener mucho cuidado con la bravuconada de decir que esta nueva adaptación de Macbeth, de Justin Kurzel es la mejor o la peor, en un sentido u otro.
4- El problema de la desmesura es un problema con el que la crítica lidia a menudo. Cada vez que alguien escribe o dice: “La mejor película del año”, yo me pregunto, “pero, querido crítico amigo, ¿realmente has visto todas las películas que se han realizado este año?”. Ni hablar cuando se pronuncia un juicio de valor en nombre de toda la historia del cine. Claro que se trata de una exageración, una licencia poética, si se quiere.
5- Macbeth, de Justin Kurzel, es una de las mejores adaptaciones shakespereanas que he visto (y he visto muchas).
6- Si esta versión de Macbeth no es la mejor adaptación de una obra de Shakespeare en el cine, al menos es la mejor adaptación de Macbeth y eso que está “compitiendo” con verdaderos pesos pesados, como la increíble adaptación de Roman Polanski (que yo creía insuperable) o incluso con la de Orson Welles.
7- Si no es la mejor adaptación, al menos es la más fiel al texto original. Tan fiel que es ridículo.
8- Harold Bloom escribía que la lectura atenta de la obra de William Shakespeare puede efectivamente modificar nuestra percepción del mundo.
9- Yo digo que la lectura atenta de Macbeth de Justin Kurzel, puede efectivamente modificar nuestra percepción sobre William Shakespeare.
10- Si bien todas estas consideraciones lucen como problemáticas que atañen a un puñado de “entendidos en la materia”, no hay nada más universal que William Shakespeare. Ni hablar del cine.
Desarrollo.
Lo primero que vemos apenas comenzada la película es la imagen de un niño muerto. Ocupa un lugar central en la escena. La composición de imagen nos hace pensar en algo pictórico, en un cuadro turbio. El encuadre, los tonos, el movimiento de cámara. Todo es bello e inquietante. Desde esta primera escena inicial, hasta el final.
Lo próximo que vemos son una serie de intertítulos que intentan explicar la situación política en Escocia, tras la Guerra Civil. A continuación, asistimos a un ejército cansado que sostiene una sangrienta batalla filmada en cámara lenta, mientras se escucha música clásica. El despliegue de cuidado estético en la escenografía, las actuaciones, la composición de imagen y sonido, nos posiciona en un lugar de incomodidad y fascinación. Es casi imposible no sentirse conmovido, pero también desbordado. Es, precisamente en este punto, cuando nos damos cuenta de que lo que vamos a ver es demasiado.
El encuentro con las brujas que le vaticinan el destino a Macbeth (Michael Fassbender) oscila entre lo onírico y lo poético. El destino que le vaticinan es tan promisorio como amenazador. El éxito será la consagración de Macbeth, pero también su condena.
Las brujas, de alguna manera, le prometen a Macbeth que será rey. Pero esa promesa no es halagüeña. Por el contrario, es una maldición. Luego Macbeth, apremiado por cumplir con su destino, decide tomar un atajo y asesinar al rey. Bueno, en realidad esto es discutible, pero pienso que si el destino de Macbeth era que se convirtiera en rey, no hacía falta que asesinara a Duncan (David Thewlis). Pienso que si decidió hacerlo, fue más por ansioso que por ambicioso. En cualquier caso, el rey Duncan es asesinado por Macbeth, precisamente cuando el rey lo homenajea y honra con su visita, que pretendía ser celebratoria (el rey lo acababa de nombrar Señor de Cawdor). El plan fue llevado a cabo con la complicidad de su esposa (Marion Cottillard) quien, incluso, le insiste para que cometa el asesinato, cuando Macbeth duda. Malcolm, el hijo de Duncan, no llega a presenciar el asesinato de su padre, pero toda la situación le parece sospechosa y decide huir, acaso porque teme ser asesinado también. Esta fuga se malinterpreta y cuando el asesinato del rey se descubre, recaen sobre Malcolm las sospechas.
El argumento reproduce el texto de William Shakespeare casi sin variaciones. En el juego de jerarquías, la ausencia del hijo del rey, posibilita que Macbeth asuma como rey y ordene la inmerecida muerte de Banquo, quien sabía de la profecía de las Brujas y acaso fuese una amenaza. Macbeth da un banquete y se muestra perturbado. Su reinado naufraga. Los cortesanos no lo consideran un líder. Incluso sospechan de su legitimidad.
Como espectadores, asistiremos a la progresiva decadencia del rey, al deterioro de su ánimo y de sus fuerzas. Paralelamente, Malcolm forma alianza con los desertores y organiza una revuelta para recuperar su trono. Lady Macbeth muere y Macbeth luchará hasta el final, incluso sabiendo que lo que hace no es digno. Hay algo en la puesta en escena de la película que en el texto de William Shakespeare no es una certeza. Algo en el rostro de Macbeth que parece decir: yo sé que no merezco esta dignidad, pero voy a llevar la corona en la cabeza hasta la muerte y no me importa nada.
Desde luego, Macbeth es una personalidad compleja. Se suele decir que está ciego de poder, sin embargo no suele destacarse la ambigüedad del personaje, siempre me pareció menos villano de como lo pintan. Creo, más bien, que es un personaje ambiguo y, como tal, me parece acertadísima la interpretación de Fassbender, porque logra volverse carismático a pesar de ser un tremendo hijo de puta. Me parece justo destacar que Macbeth es un guerrero y que fue uno de los mejores guerreros. Precisamente por haber sido un gran guerrero obtuvo el título de Señor de Cawdor y quizás se apresuró a cumplir con su destino y luego cometió una serie de malas decisiones apremiado por el temor de perder su dignidad. Aunque, claramente, había algo en su destino que reclamaba la grandeza. Por eso el enfrentamiento final es tan amargo y, al mismo tiempo, tan épico. Es una batalla perdida de antemano, pero que luchará pese a todo, porque no puede evitarlo. Macbeth es un guerrero y lo seguirá siendo. Quizás hubiese sido más noble confesar, pero eso era dar un paso atrás y Macbeth no retrocede.
La historia de Macbeth es la historia de cómo se funda una nación. Sangre, ambiciones, errores, malas decisiones, orgullos que se sostienen hasta lo ridículo. Dignidades que se vuelven amargas. La lucha por el poder.
Aquí pueden leer un texto de Romina Quevedo y otro de Paula Vazquez Prieto sobre esta película y otras adaptaciones de Macbeth.
Macbeth (Francia/Estados Unidos/Gran Bretaña, 2015), de Justin Kurzel, c/Michael Fassbender, Marion Cottillard, Jack Madigan, Paddy Considine, David Thewlis, 113′
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