La Feliz es una película brutal que habla de las continuidades entre el pasado y el presente, y utiliza la cámara para mostrar las relaciones políticas (a veces más y a veces menos explícitas) que hay entre ambos tiempos, y que solo se pueden pensar desde la cabal compresión de este vínculo entre ambos. Diment toma partido y ese gesto es provocativo y anómalo en el panorama del actual cine argentino, considerando el apático y despolitizado estado del cine y la crítica nacional, para los cuales la palabra “política” es utilizada como un adjetivo negativo que lleva consigo la presunción de contrabando ideológico. En ese sentido, La Feliz toma distancia de este orden de cosas y eso se observa en el trabajo sobre los materiales y los testimonios que el documental aborda.

Ya en Parapolicial negro: Apuntes para una prehistoria de la AAA (2010) Diment abordaba de modo notable la violencia de ese momento anterior al del golpe militar de 1976, y ese gesto es de por sí incómodo ya que implica sumergirse en las contradicciones del peronismo naufragante y de derecha que desató la persecución brutal frente a la disidencia aplicando los mismos métodos que luego aplicaría la dictadura y que sistematizaría ese plan de aniquilación del enemigo. Esta nueva película inicia con un plano que evoca la Mar del Plata de postal turística para inmediatamente sumergirse en las aguas profundas de un estado parapolicial basado en los más auténticos métodos fascistas. El objetivo primario del documental de Diment es analizar a los grupos neonazis que en la actualidad accionan en Mar del Plata, en el medio de una crisis económica aguda que afecta a la ciudad (de modo particular pero que es crisis política y económica a nivel nacional).

Diment rastrea arqueológicamente las huellas de ese terror, para conectarlo genealógicamente con el terror desatado en la misma ciudad en la década del 70, y lo que hace que La Feliz sea un film poderoso es que logra vincular ambos fenómenos al salir de la violencia como fenómeno episódico o periodístico para pensarla como fenómeno estructural y dialéctico. La Feliz piensa la historia de la ciudad (desde su historia fundante como ciudad turística y reducto inmigrante) y cómo esta historia condicionó los acontecimientos que luego se desarrollaron, haciendo hincapié en ciertos hechos fundacionales del terror parapolicial de los 70. Así, la descripción del asesinato de Silvia Filler, cometido por integrantes de la CNU (la Concentración Nacional Universitaria, que no era otra cosa que el brazo armado de la Triple A), es un momento cinematográfico conmovedor, como también lo es la narración de los tormentos sufridos por Marta García de Candeloro en la llamada Noche de las Corbatas en donde un grupo de abogados y sus familiares fueron secuestrados por la CNU en el año 1977, ya  en el marco de la represión sistémica y organizada que llevaba adelante el Proceso de Reorganización Nacional.

No hay goce en el horror que describe la cámara de Diment y esa es quizás la virtud sobre la que se desarrolla el alma de todo el film. La Feliz es una película conmovedora que, a diferencia de lo que plantea cierto sector de la crítica actual, denuncia el horror de toda una época sin caer jamás en un burdo ‘denuncismo’. Aquí hay un relato contenido y expuesto con una economía de recursos notable por la cámara del realizador, quien jamás teme posicionarse del lado de las víctimas. Y ese posicionamiento, que queda expuesto desde la puesta en escena, es una toma de partido valiosísima si se toma en consideración que en la actualidad hay toda una corriente del cine y de la crítica que polemizan sobre este pasado reciente, instalando nuevamente la idea de la teoría de los dos demonios en la que se equipara el terrorismo de estado con la violencia llevada adelante por grupos aislados que respondían a un ciclo de violencia iniciado en 1955 con la proscripción del peronismo. En el ojo-cámara de Diment hay compasión y amor por las víctimas, y este detalle imperceptible se puede observar cuando son ellas quienes toman la palabra. Esos testimonios hielan la sangre y sitúan su tragedia por fuera del ámbito individual, ya que Diment comprende que esta tragedia es colectiva y eminentemente política.

También hielan la sangre los testimonios de los militantes de extrema derecha, entre los que se destaca el de Carlos Pampillón (condenado por amenazas a la comunidad boliviana), en el que se ponen de manifiesto los argumentos que sustentan estos grupos de derecha, quienes entablan su lucha siempre contra grupos minoritarios (gays, extranjeros, etc.). Estos sectores sustentan su accionar en la lógica explícita de la aniquilación del enemigo anclando a su vez ese accionar en la reivindicación ideológica del terrorismo de estado fundamentándolo y adhiriendo en su forma y contenido.

Lo más interesante del film de Diment es poder pensar esta escena puntual (la de la actual  violencia marplatense) para desde allí poder pensar otras violencias y otras continuidades. El núcleo deLa Feliz y su mirada pueden pensarse desde ese monumento estético y político que representa la Carta abierta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh. En su carta, Walsh denuncia el orden de la violencia física y económica como un plan sistemático en donde no hay excesos de ningún tipo, a diferencia de ciertas ideas de sentido común que narran el accionar represivo de la época como una serie de meros errores por parte de los actores intervinientes en esta represión. Así como Diment y su cámara nos muestran el horror de una lógica de persecución al distinto (sin caer nunca en la caricatura del facho), que sigue teniendo legitimación en ciertos sectores de la sociedad marplatense, la película también nos obliga a hacer el ejercicio de extender esa lógica para desde ella poder pensar en otros tipos de violencias (como también nos dice la fundacional carta de Walsh) como son la  violencia económica y la cultural sobre la cual operan estos grupos de derecha. También en el terreno de la economía y de la política observamos en el presente una escena devastadora que nos lleva a pensar en los orígenes de otras violencias y en las continuidades de sentido entre el terror ejercido en este país en la década del 70 y la tragedia colectiva  que vivimos en la actualidad.

Mientras termino estas líneas me entero que una señora de 70 años se arrojó a las vías del tren para no ser un estorbo para sus hijos, y la maquinista del tren logró frenar a tiempo y no embestirla.Pienso que esta escena, que podría ser propia del cine de Carpenter o de Romero,no es una escena de  ciencia ficción, es algo bien real que sucede hoy y que también podría ser contado por la cámara fantástica de Diment. También pienso que es importante que exista gente que se anime a hacer un cine comprometido que desnude la tragedia de la realidad en la que vivimos tal cual es. Tragedia del presente que solo se puede comprender siempre y cuando se comprendan los orígenes de esta violencia. Como decía León Rozitchner (el Rozitchner bueno), la democracia que tenemos está delimitada por el horror que la dictadura sembró en cada uno de nosotros. Films como La Feliz son necesarios para que el horror del pasado se pueda pensar desde el horror del presente y relacionando dialécticamente a ambos podamos comprender las causas de esta hecatombe económica, política y cultural en la  que vivimos.

Calificación: 8/10

La feliz, continuidades de la violencia (Argentina, 2019). Dirección, guion y montaje: Valentín Javier Diment. Duración: 87 minutos.

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