“Nunca seré policía; de Provincia ni de Capital”.
“Si les gustan las películas en las que los malos son la policía, les va a gustar Kryptonita”, esto dijo Nicanor Loreti (toda una declaración de principios) cuando su nueva película se encontraba en etapa de producción, y no se equivocó. Al igual que Asalto al precinto 13 de John Carpenter, cuya estructura a su vez estaba basada en la Río Bravo de Howard Hawks y sus secuelas/remakes, Kryptonita cuenta la historia de un grupo de forajidos en peligro que se refugia de la inminente amenaza del mundo exterior, en este caso representada en por la Policía Bonaerense.
Al tener estas referencias más aprehendidas que Leonardo Oyola, autor de la novela homónima en que se basa la película, Loreti vuelve a desplegar todo su virtuosismo técnico sobre un ya terreno conocido y se regodea a gusto al construir esos personajes marginales que, por fortuna, tanto parecen gustarle representar. Como en Diablo, su ópera prima, el director elige tomar partido por ciudadanos de clase baja y le da voz a un sector social que fue y es históricamente ignorado por el cine nacional, salvo por algunos ejemplos contemporáneos, volviendo a mezclar una conciencia social no moralista con referencias a la cultura pop extranjera corrompidas para adaptarse a la realidad argentina.
El argumento es simple: un nochero del Hospital Paroissien de Isidro Casanova, que se encuentra a tan solo un par de horas de volver a casa, es tomado por sorpresa por una afamada banda de criminales del barrio, cada uno alter ego del conurbano de un personaje de la Liga de la Justicia, que llevan a su líder caído en brazos. Aseguran que el único remedio para que Nafta Súper(man) se recupere es esperar hasta el amanecer: “Atrincherarse, otra no queda”. El doctor, apodado Socolinsky por la banda, no tiene más opción que ceder.
Al igual que en la novela, el protagonista que acompaña al espectador en el descubrimiento de este nuevo mundo es el doctor, pero Loreti sabiamente comienza a correr el foco durante la última media hora de película, logrando que sus superhéroes de barrio brillen aún más por sí solos. Afortunadamente, el director consigue diluir en gran parte la solemnidad que ostenta la novela de Oyola, desde los monólogos de los personajes y desde lo formal. Justamente la película hace aguas al momento de seguir ciertos diálogos al pie de la letra original (en contraste con el espíritu siempre lúdico de Loreti) y hereda la falta de tensión que en la novela resulta apabullante, ya que no hay ninguna construcción narrativa que tenga en cuenta este aspecto, salvo algún comentario al pasar o la gran intervención del Guasón de Capusotto, personaje que parecería merecer más minutos en pantalla.
A pesar de la constante disputa de estilo entre el director y la obra original, Loreti logra salir airoso y hasta termina por revertir la solemnidad del latiguillo de Juan Raro, el personaje de Carca que hace alusión al Detective Marciano, y la transforma en un gag efectivo. Desde Diablo a esta parte, Loreti parece haber pulido su técnica y perfeccionado sus movimientos de cámara a tal punto que cada vez acompañan la narración de forma más fluida, sin dejar de ostentar una búsqueda que oscila entre una estética de cómic refinado y un mar de referencias al Nuevo Hollywood y sus derivados modernos, sin olvidar el cine argentino clásico.
Kryptonita renueva las perspectivas de un cine de género comercial y popular producido en suelo nacional y marca un importante precedente para un futuro que resplandece por su contingencia.
Aquí puede leerse un texto de Nuria Silva sobre la misma película.
Kryptonita (Argentina, 2015), de Nicanor Loreti, c/Juan Palomino, Diego Capusotto, Diego Cremonesi, Lautaro Delgado y Pablo Rago, 80′.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: