“Guardate de los señalados de Dios”, dice el proverbio que recuerda Silvio Astier, el protagonista de El juguete rabioso de Roberto Arlt, al ver al viejo zapatero andaluz que lo inicia en la literatura bandoleresca. Personaje notable por su deformidad, “descargado de espaldas, y por añadidura algo cojo, una cojera extraña, el pie redondo como el casco de una mula con el talón vuelto hacia afuera”. En Todas las cosas del mundo de Diego Manso, llevada a escena por Rubén Szuchmacher, “los señalados de Dios” son fenómenos de feria. La Niña Foca, última sobreviviente del catálogo de fenómenos de Sancho (Horacio Acosta) e Iberia (Ingrid Pellicori), busca venganza. Lejos de regocijarse en la identidad de víctima, ansía que los explotadores paguen por los maltratos, el trabajo forzado y la muerte de sus compañeros. Todas las cosas del mundo toma el tópico de la Feria y el Circo, de fenómenos más cercanos a la tradición europea del siglo XIX, y la lleva al campo, topografía que condensa “el paisaje nacional” a partir de literatura de frontera decimonónica.
La escena que abre la obra es el entierro del Niño Jirafa, muerto luego del intento fallido de apareo con la Niña Foca. El no apareo es pergeñado por Sancho con el objetivo de concebir otro monstruo para “alimentar” a la feria. Esta muerte disparatada da impulso a proyectos o empresas en tensión de cada uno de los personajes que, por supuesto, fracasan. Sancho y el padre Garzone (Ivan Moschner) quieren hacer pasar a la Niña Foca como una santa milagrosa: el primero para ganar fortuna y recuperar a Iberia (ya no lo ama y considera roto el matrimonio); el otro para convencer al Vaticano de la beatificación de la santa. Y ahí es cuando aparece el tópico arltiano del batacazo: Sancho y el padre Garzone quieren dar el gran golpe de suerte que cambie sus vidas. Iberia, que en su juventud fue cantante de coplas españolas, desea liberarse de su marido, escapar de la feria y conseguir los favores sexuales de Amilcar (Juan Santiago), el mandadero. Sin embargo, la empresa que cobra más fuerza a lo largo de la obra es la de la Niña Jirafa, de carácter shakesperiano: vengarse de sus captores.
Todas las cosas del mundo narra historias de fracasos. Metáfora de esos desengaños es la escena del sulky, que sigue al entierro del Niño Jirafa en campo abierto. Iberia, Sancho y el padre Garzone quedan varados en medio del barro. La escena condensa el universo cerrado de la obra, el campo ejerce una fuerza imantada que les imposibilita escapar. Los desniveles del escenario hacen posible el artificio del hundimiento que reafirma la endogamia de los personajes (cada personaje depende de otro: la Niña Foca de Amilcar, como ayuda para escapar; Sancho y Garzone de la Niña Foca; Sancho de Iberia su única familia, etc.) y la lógica cerrada. Si de artificio se trata, la escenografía es una proyección de una foto fija de un campo con su pasto y cielo que se unen en una línea del horizonte. Horizonte, campo, pampa, desierto, paisaje harto descrito en la literatura de fronteras. El campo de Todas las cosas de mundo es, dice Iberia, “una ciénaga” de la que resulta casi imposible escapar.
Espesura de los cuerpos. El fenómeno es un ser abyecto: mitad humano, mitad animal; resulta atractivo y repulsivo a la vez, ubicado fuera de la inteligibilidad como sujeto humano. La Niña Foca, interpretada por Paloma Contreras, es un cuerpo maltrecho, con las extremidades hacia afuera, victimizado, tembloroso. Incluso es un personaje culto, intelectual y racional: en su celda tiene una biblioteca con libros. Los libros denotan no sólo cierta cultura sino también un saber práctico: lee en las enciclopedias acerca de las propiedades letales de la cicuta con la que busca envenenar a sus captores.
Los personajes de Todas las cosas del mundo son cuerpos espesos atravesados por el grotesco, desmesurados en su caracterización. No son tan diferentes a la Niña Foca en tanto se encuentran “fuera de” ciertas categorías que hacen a la clase social y la moral. Se trata de antihéroes, de parias, de criminales. Los personajes desclasados son Amilcar y su madre (a pesar de no aparecer en escena, ella es una presencia que lo acompaña. Además Amilcar la busca en Iberia), quien se suicida arrojándose a una máquina de arar el trigo. Muerte metafórica: muere cortada por una máquina cuyo sistema de producción la explota. Amilcar y su madre son los inmigrantes provenientes de los países limítrofes, trabajadores ubicados en el lugar más bajo de la escala social: la jornalera que tuvo a su hijo bastardo, el mandadero. Constituyen el sujeto social que el padre Garzone llama “mugre peronista“. El padre Garzone, el pedófilo que se refugia en el campo para huir del escándalo, es quien idea la farsa de la Niña Foca milagrosa y santa; farsante, gorila, xenófobo, antisemita, esa espesura lo evidencia como un ser repulsivo. El muestrario de clases sociales se completa con la aparición de la madre de la Niña Foca (Fabiana Falcón) devenida burguesa luego de enviudar y heredar a un marido rico. Llega para lavar su culpa de haber entregado a su hija recién nacida a Iberia, y para recuperarla. Este personaje es el más plano de la obra. A diferencia de los demás, representa cierta “corrección” y mesura en la forma actoral puesto que responde a un registro realista. Dentro de esta línea actoral también se encuentra Amilcar que parece no tener un objetivo personal: ejecuta las órdenes de los demás y de la Niña Foca. Sólo se define en la nostalgia de su madre muerta.
Un mundo de desmesura. Todas las cosas del mundo es un texto desmesurado: domina la exageración en relación al registro realista en el lenguaje y en los cuerpos. La desmesura alcanza el disparate en algunas escenas. Por ejemplo, cuando Iberia les da de comer ratas a Sancho y Garzone debido a la malaria de la feria que ya no les da de comer, justifica el excéntrico menú; el sexo entre la Niña Foca y Amilcar quienes son sorprendidos por el padre Garzone.
No obstante, el personaje donde la desmesura y el grotesco se hacen carne es en Iberia, sobre todo cuando está drogada. Escenas en las que la actriz, Ingrid Pellicori concentra la expresividad del rostro en los ojos desorbitados. Iberia es un personaje cuyo parámetros culturales y artísticos rozan lo kitsch (cuando era cantante compartió escenario con Luis Aguilé). Sus movimientos de baile español, su añoranza del pasado de juventud cuando era libre, deseada y apasionada. Todo en ella es hiperbólico, hasta su forma de percibir el mundo. “La lluvia es un gerundio insoportable” proclama en el funeral del niño jirafa. Comprende casi como en una epifanía: “aprendí que el mundo no espera nada de mí, absolutamente nada”.
Todas las cosas del mundo es un mundo de fracasados, por lo tanto la ilusión del batacazo queda desbaratada. De tal forma, Sancho y el padre Garzone son los grandes perdedores. La línea argumental de la farsa es desplazada por la de la tragedia acompañada de la venganza. En última instancia, la Niña Foca es la que logra liberarse de “la ciénaga”.
El hallazgo del texto dramático. Para Rubén Szuchmacher el descubrimiento y la puesta en escenas del texto de Diego Manso significa la vuelta a la dirección. Se trata de un trabajo escénico fiel a su estilo, apoyado en el texto dramático. A lo largo de su larga trayectoria ha llevado a escenarios, principalmente del circuito del teatro oficial, a los clásicos universales: Eurípides, Shakespeare, Brecht, y locales como Armando Discépolo, Manuel Puig y Florencio Sánchez. En Todas las cosas del mundo se destacan los tópicos de la tradición literaria y teatral argentina: la figura del pícaro que pretende dar el batacazo valiéndose del engaño, el campo como condensación del paisaje nacional, la presencia del inmigrante europeo y latinoamericano. La innovación del texto reside en que a diferencia de su linaje europeo: Woyseck de Büchner y el hombre elefante (Joseph Merrick) conocido por la homónima película de David Lynch, la Niña Foca venga a los de su especie y de alguna forma, también a los desclasados tan explotados como los fenómenos de la feria de variedades.
Todas las cosas del mundo, de Rubén Szuchmacher (sobre texto de Diego Manso), c/Horacio Acosta, Paloma Contreras, Fabiana Falcón, Iván Moschner, Ingrid Pelicori, Juan Santiago.
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