¿Acaso el amor es maravilloso y perfecto en su redondez de mito romántico de las almas gemelas predestinadas? ¿Acaso no está atravesado por el malentendido, la inconsistencia o el dolor? ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? Estas pueden ser algunas preguntas para ingresar en el universo del tercer largometraje de la realizadora húngara Lili Horvát, que lleva el sugestivo título de Preparativos para estar juntos por un período desconocido (2020), que en sí mismo rompe con el “de ahora y para siempre” e introduce un margen de incertidumbre en el amor.
Marta Vizy (Natasa Stork) es una mujer en sus cuarentas, de ascendencia húngara, que un buen día decide renunciar a su acomodado trabajo en la vanguardia de la neurocirugía en Nueva Jersey (Estados Unidos), para regresar a Budapest, donde se ha dado cita con un médico, también neurocirujano, a quien conoció un mes antes en un congreso internacional de dicha especialidad. Pero hete aquí que cuando acude al encuentro a las 17 hs. en el lado de Pest del Puente de la Libertad, el hombre en cuestión, llamado Janos Drexler (Viktor Bodó), no aparece. Ella comienza a buscarlo con las pocas referencias de que dispone, pues no han intercambiado teléfonos, y lo encuentra en los alrededores de la Universidad de Medicina. Pero Janos se queda mirándola anonadado y le dice que no la conoce, que lo ha confundido con otra persona y sigue su camino.
Tras el tropiezo del mal encuentro, Marta podría regresar a Estados Unidos y olvidar lo ocurrido. Pero no puede. Ese hombre la había hecho sentir de una manera especial, había algo particular en el flechazo de su mirada por lo que supo que era el indicado. Así que decide quedarse en Budapest, hablar con un antiguo profesor y comenzar a trabajar en el hospital público de la ciudad, en condiciones muy inferiores y desfavorables a las que estaba acostumbraba, donde tiene que soportar la descalificación patriarcal que se agudiza al estar como mujer mucho más calificada que sus colegas varones.
La película abre con el rostro en primer plano de Marta, narrando su cita fallida a alguien que luego descubrimos que es un psicólogo, para luego abrirse al devenir de su historia de amor en Budapest, jalonada por sus pensamientos en las distintas sesiones de terapia. La película es entonces un drama romántico pero narrado en clave de suspenso al instalar desde el comienzo el enigma respecto de lo que ha ocurrido en torno al desencuentro. Que la directora haya iniciado la película con el plano cerrado sobre el rostro de Marta da cuenta además de su intención de focalizar en su punto de vista y en sus vivencias íntimas. ¿Acaso Marta posee alguna alteración psiquiátrica? ¿Magnificó en su interior un encuentro casual, fantaseando un amor romántico? ¿O estaba en lo cierto y fue engañada por la manipulación de un hombre seductor?
Se trate de lo que se trate, hecho que se irá develando a lo largo del film, Lili Horvát instala sabiamente la cuestión del amor como un tema eminentemente femenino. El amor brinda a la mujer cierto anclaje, cierta localización en su nominación poética respecto al vacío de lo irrepresentable e indecible propio de lo femenino. De ahí que frente al “nunca la he visto antes” de Janos, Marta responda desmayándose, signo de que ha perdido el soporte del amor que había depositado en él.
Marta es un personaje que está muy bien construido en sus contrastes. En su vida laboral, es una mujer inteligente y fuerte que se ha abierto paso en un mundo de hombres y capaz de la frialdad necesaria para practicar una cirugía de cerebro sin titubeos, pero a la vez es proclive a dejarse tomar por una profusa ensoñación interior y por la fragilidad de las emociones en lo que hace al terreno del amor. Como bien dice su profesor, Marta puede ser muy inteligente pero al mismo tiempo muy insensata, como se ve en ese acto por el cual ya no siendo una joven, deja todo aquello que la representaba en su vida profesional, a cambio del amor de un hombre. Siempre hay cierta locura del amor en toda mujer, que concierne a la pregnancia que el amor tiene en tanto condición de lo femenino, pero sin embargo, nada indica a priori que Marta sea loca del todo.
Otro punto interesante que se destaca rápidamente es la cuestión de lo desconocido y lo extranjero. De este hombre por el cual ha dejado su vida en Estados Unidos, Marta sabe muy poco a partir de los breves diálogos que ha mantenido con él durante el congreso: se llama Janos Drexler, es húngaro y neurocirujano. Janos es para Marta prácticamente un extraño con el cual experimenta algo inédito, que luego la impulsa hacia una unión fusional. Y también ella es una extraña para Janos en tierra extranjera. El detalle de lo extranjero y lo desconocido puede ser la marca del goce femenino, una manera de poder ser Otra para sí misma.
En su estancia en Budapest, Marta alquila un departamento que, pese a no estar en muy buenas condiciones, elige porque desde la ventana de la cocina se ve el Puente de la Libertad donde los amantes se habían dado cita. En este punto, resulta interesante detenerse en cómo la directora trabaja el vínculo amoroso entre Marta y Janos desde la puesta en escena. En principio, este amor se presenta desde la subjetividad de Marta, es decir, desde las fantasías que ella construye a partir de los recortes de lo que ha visto y oído, o más bien desde lo que proyecta en Janos desde su interior. En este sentido, es un amor eminentemente narcisista donde uno encontraría en el otro aquel yo ideal que busca y que lo complementa. Janos es en esta dirección: “el indicado”. Esta especularidad proyectada en el otro está dada desde la puesta en escena en diferentes momentos que ponen en juego una mirada enmarcada, así como la idea del doble especular. Por ejemplo: en la foto que Marta ve del congreso, donde es ella quien lo mira a él; cuando volviendo del hospital lo ve en la esquina del puente desde la ventana del ómnibus pero al bajarse él ya no está; cuando lo ve, desde una ventana del hospital, en la ventana de enfrente, con el teléfono en mano y supone que él la llama; cuando desde la vereda mira a través de la ventana la vida cotidiana de Janos junto a sus hijas; o cuando lo encuentra en la vereda de enfrente y camina por su vereda cerciorándose con su mirada de que él también camina en la vereda opuesta, reflejando y espejando sus mismos pasos.
También hay que hacer mención a las láminas del test de Rorschach que le toma el psicólogo para su evaluación, que justamente son las que indagan en el modo de vincularse con el otro. Ella dice de la lámina tres: “es un reflejo, alguien empuja el trasero arriba y arquea la espalda, es difícil decir si es hombre o mujer. Su corazón está frente a ellos, fuera de su cuerpo y permanece ahí.” En este punto, Marta llega incluso a preguntarse ante el psicólogo si lo que creyó ver en Janos no es sino lo que imaginó ella misma a partir de detalles, al punto de ya no poder distinguir qué es realidad y qué es fantasía. Esta locura del corazón fuera de toda razón y reconocimiento, que la pierde de sí misma es también la huella de una dimensión típicamente femenina.
La película invita claramente a preguntarnos: ¿Nos enamoramos de un otro real o de aquel que nos construimos en la fantasía? Por otra parte, ¿habría algún modo de llegar a la realidad del otro o el engañarse imaginariamente es parte de los comienzos del amor? ¿El enamoramiento es lo mismo que el amor?
En un segundo momento, en su curiosa obsesión, Marta mira reiteradamente las fotos del congreso donde se encontró con Janos, googlea sobre su pasado y su presente, e incluso llega a seguir sus movimientos en un taxi. Janos casi siempre se presenta con un aura fugaz y misteriosa: encuentros fortuitos y evanescentes, notas escuetas en la taquilla de correspondencia, llamadas telefónicas a las que no responde, nombres femeninos anotados en una agenda, una joven con quien se lo ve partir de manera tierna, dos hijas con quienes comparte la cotidianeidad de su hogar. Ahora, todo indica que Janos tiene una doble vida y ella ha sido víctima de un engaño. El espejismo idealizado del primer momento muestra ahora el rostro de la desilusión.
En esta línea, el detalle de la puesta en escena del Puente que conecta Buda (la histórica y tradicional) con Pest (la urbana y nueva), como de las veredas opuestas de la calle, dan cuenta tanto de lo que une a Janos y a Marta, como de aquello que los diferencia y los separa, incluso en sus modos de gozar en tanto hombre y mujer. Que de los puentes de Budapest, la directora elija aquel que es llamado “de la Libertad” como punto de la cita, más allá de que refiere a su reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial, no deja de ser también un detalle significativo. La libertad puede aludir a la del deseo femenino, que suelta sus amarras respecto de la posición social por la cual Marta es reconocida en su profesión, pero también del lado de Janos puede aludir a la libertad que implica dejarse conmover en sus cerebrales convenciones por esa mujer que claramente viene a romper sus estructuras. De ahí que lo que del lado de Marta se juega como un deseo decidido, es vivido por Janos con un angustioso temor al enfrentarse a esa mujer que se le aparece como dispuesta a todo, lo cual explica su pavorosa reacción defensiva de desconocerla ante su fantasmal aparición en su cotidianeidad. La intrepidez de quien no tiene nada que perder y la cautela de quien vive con las precauciones de la historia entran en una discordia estructural, que cada uno interpreta desde su propia subjetividad llevando al clásico malentendido o embrollo del amor.
Preparativos para estar juntos por un tiempo desconocido desde su mismo título lleva las marcas de una interesante propuesta dramática. Con una lograda labor de puesta en escena que traduce acertadamente la atmósfera de ensoñación de la interioridad de su protagonista femenina, Horvát apunta a deconstruir el mito del amor romántico, fundado en la metáfora espacial de dos que hacen uno, para proponer en cambio, un amor, que atravesando los espejismos, participa de la dimensión temporal, que no está exento de lidiar con las diferencias, el malentendido y el desencuentro, y que acaso entonces pueda advenir como un acontecimiento del decir, más allá de todo saber, suposición o garantía posible.
Calificación: 8/10
Preparativos para estar juntos por un tiempo desconocido (Felkészülés meghatározatlan ideig tartó együttlétre, Hungría, 2020). Guion y dirección: Lili Horvát. Fotografía: Robert Mály. Montaje: Károly Szalai. Elenco: Natasa Stork, Viktor Bodó, Benett Vilmányi, Andor Lukáts, Zsolt Nagy. Duración: 95 minutos.
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