la_inocencia Morena Jaramillo y Gabi Oviedo son dos niñas de seis años que están a punto de emprender el ciclo inicial de la escuela primaria. No se conocen, en apariencia no hay mucho en común. En la secuencia que abre este documental de Eduardo de la Serna, ganador en la sección Work in Progress del Festival UNASUR 2013, Morena es peinada por su madre la mañana lluviosa del primer día de clases. En el desayuno, en el ascensor, en el colectivo y hasta en la puerta de la escuela, se bosquejan, en los intercambios sobre las gomitas para el pelo, algunos rasgos de Morena, en particular las dudas y el amor propio, así como el desafío del nuevo entorno, el Instituto Comunicaciones, en la Ciudad de Buenos Aires. En la siguiente escena, amanece en los márgenes rurales de Jachal, San Juan. El hogar de Gabi es muy modesto, se escucha de fondo una radio que anuncia el normal funcionamiento del subte y del premetro. La maestra y la directora pasan con sus autos a buscar a los chicos de la zona, viajan a través de las áridas montañas hasta la escuela Onofre Inanes en La Ciénaga. En la misma aula convive un puñado de chicos de diferentes grados.

Con el planteo de las dos narraciones paralelas, cabe esperar dos trayectos morales, sociales y didácticos. Sin embargo, de la Serna no propone una estructura contrastiva, rápidamente hay que abandonar la mera comparación con la que se podría reafirmar el lugar común de la hegemonía cultural, que hay dos Argentinas y que una de ellas está “postergada”. La estructura segmentada por los meses del año lectivo parece más bien dialéctica y plantea al espectador el problema de analizar una y otra realidad y luego el desafío de comprenderlas. No hay una realidad deseable, no hay un precepto aspiracional. De la Serna no disimula el artificio constructivo ni la sospecha del guion, como no lo hiciera luego en Reconstruyendo a Cyrano (2014), y delimita (y planifica) todas esas relaciones desde la perspectiva de la primera infancia, como si recuperara un modo de mirar. Su cámara, casi siempre a la altura de Morena y de Gabi, presencia los juegos, asiste a las actividades escolares, ausculta los diálogos entre los adultos y se sorprende frente a cada descubrimiento.la inocencia 3

En ambos trayectos, la recurrencia discursiva de la escuela propone escenarios en los que Morena y Gabi desenvuelven sus afectos y toman conocimiento de las limitaciones propias (“no siempre me va a salir todo bien”, enseña la maestra de Morena) e impuestas (“¿te querés quedar en primero?”, interroga la maestra a Gabi ante su dificultad para leer, o “esto no es pintar, es garabatear”, corrigen a Morena). La escuela, especialmente a través del enorme lugar de la autoridad y de la consolidación de riesgosos prejuicios culturales (“primero las nenas”, pide la maestra de Comunicaciones antes de entrar al aula, “no corras”, pide a un varón), parece poco proclive a la reflexión de sus propias prácticas.

Al mismo tiempo que la película no deja escapar la focalización del esfuerzo y el cariño de las docentes, plantea, no sin sorpresa, que niños de seis años pasan la mayor parte de sus días vinculados con la institución. Los cuerpos de los niños organizan el conflicto al definir esa preocupación: es inevitable plantearse la pregunta de qué queda de ese primer año en la conciencia de los chicos que parecen ser advertidos de que un día la infancia terminará. Si la escuela tiene el mandato de despojar de los cuerpos la infancia, parece que eso se anunciara por medio de complejos discursos y que se ejecutara a través de rituales. En el discurso de fin año, la directora lee a los alumnos una sentencia que justifica la estructura cíclica (“hoy comenzamos un nuevo año escolar”, había dicho en marzo), y avisa: “vivir es entender que cada momento que transcurre no volverá”. Desde luego, la cultura no se desentiende de ese proceso pedagógico (el que consiste en “conducir, guiar al niño”). Se sabe, la cultura participa de ese proceso en los juegos de imitación de los adultos, en los patios de escuela, en los peloteros y en las plazas: princesas y futbolistas famosos proporcionan el estereotipo que niega la infancia en la medida en que la somete a la temporalidad del mercado, cuando no de la mercancía. Sin embargo, en la11219068_130198424003695_8949102247973781104_n-810x456 temporalidad de la infancia hay una posibilidad de contrarrestar esas formas de sumisión. Cuando dos niños se enfrentan como capitanes de su equipos de fútbol, aparece el dilema de quién sería Messi. Uno quiere ser Argentina y le deja Brasil a su rival, pero como el otro no acepta, concede no ser Argentina y ser en cambio Barcelona. “Así, cada equipo tiene su Messi”, resuelven. En el escenario natural de Jachal también se ensayan tentativas de liberación. Los juegos que tienen una lógica alternativa crean un mundo en el que los chicos buscan fantasmas y vampiros en casas abandonadas. El tiempo del juego se extiende más allá del día, se buscan sapos en la noche o peces atrapados en las acequias por la mañana. El escenario inmenso de las montañas y de las tormentas eléctricas, sin ser dramático, es más que un trasfondo, señala un vínculo que no requiere de la ironía. Espontáneamente se desarrolla la relación con la naturaleza del paisaje y también con sus formas de socialización, y con formas de producción que sugieren nuevos conocimientos (en la visita a la noria, la cámara reproduce la mirada de los chicos ante el hombre que explica al mismo tiempo el funcionamiento del molino, la música y la danza asociada a la producción de la harina). La película, en este punto, toma distancia de la mirada imitativa y en esa perspectiva sostiene una mirada de conjunto, panorámica, sobre la necesidad del juego como necesaria expresión de la libertad.

En un momento en que el Estado lleva adelante un brutal repliegue de sus responsabilidades y un achatamiento conceptual de sus instituciones, el documental de Eduardo de la Serna es una contribución fundamental para observar y evaluar el lugar de la escuela frente a la comunidad, pero fundamentalmente frente a los niños como sujetos.

La inocencia (2013), de Eduardo de la Serna, c/ Morena Jaramillo y Gabi Oviedo, 98′.

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