WHIPLASH_1SHEET1. El sonido de la batería como único signo perceptible sobre la pantalla negra me recordó que el redoblante era el instrumento protagonista del efecto musical bélico típico. Y la guerra no es una cosa de hombres sino de machos, así que también habría lugar en ella para mujeres fálicas, aunque esta película no las admita sino sólo como compañeras sin demasiadas luces a juzgar por las únicas dos que aparecen.

2. El arte es una cuestión atlética, dicen que ha dicho Werner Herzog, y tiene razón, aunque las almas sensibles puedan sentirse ofendidas por la definición, mucho más desde que el egregio auteur de Aguirre y Fitzcarraldo filmara con Nicholas Cage una obra maestra trash en el infame Hollywood contemporáneo, no-lugar audiovisual por excelencia. Whiplash, música y obsesión también viene a dársela, por más que sus eximios parámetros industriales -más allá del logo Sundance que adorna el afiche vintage como promesa de una independencia que en verdad señala otra clase de rango mercantil- no le permitan alcanzar el récord olímpico de lo sublime –trágico o ridículo- que la bestia de Werner bate una y otra vez.

Pero, ¿a qué clase de atleta se refiere Herzog? Un Steiner, como mínimo. ¿Quién es Steiner? Un esquiador suizo que, por nacionalidad, hace pensar en Roger Federer; por audacia, genio y disciplina, en Federer o Diego Maradona. Un tipo que, si decidiéramos creerle a El gran éxtasis del escultor en madera Steiner, era más grande que su deporte a comienzos de la década del 70 y obligó a la federación que lo organizaba y regía a cortar la distancia de salida a recorrer por los esquiadores en la rampa porque la alcanzada en sus saltos extendía siempre los límites y ponía en riesgo la vida de todos. El paradojal Steiner, como Herzog, a la vez que atacaba a la federación por no cuidar lo suficiente a los deportistas se quejaba de que cercenaran su capacidad, y en el alcance político de esa exigencia autodestructiva ya sólo se parece a Maradona, quien, a diferencia de Federer, no ha sido nunca un animal político prolijo, eficaz ni egoísta.

A Herzog le interesa la política en tanto y en cuanto alcance una dimensión metafísica, y como esa se hace más evidente, u orgánica, o cruda, en el individuo, las instituciones se la soban. Ahí es donde sus películas tienen poco que ver con el acatamiento al modus operandi industrial de maximización de utilidades y minimización del riesgo, lo que no le ha impedido trabajar en –y hacer uso de- ese complejo más de una vez.

El gran extasis del escultor de madera Steiner-Werner Herzog-1974-llegando al limite copia

3. ¿Cuánto cuesta una batería? Si el precio de romperla, como hace uno de los protagonistas promediando el metraje, es igual al de ya no creer en el verosímil propuesto por la película hasta entonces, ¿significa que cometió un error imperdonable, o le damos otra oportunidad y seguimos viéndola siempre y cuando lo reconozca y enmiende? Veremos…

4. En Hacerse la crítica y sus alrededores hay al menos dos bateristas que se dedican a ello y uno que lo fue años atrás o estuvo cerca de serlo. Este último escribió a favor de la película, uno de aquellos lo hizo en contra, y con el otro mantuve esta conversación cuando él aún no la había visto:

Hernán Ballotta: ¿Cuentan que quiere decir whiplash?

Marcos Vieytes: No, ¿qué es?

HB: Un tipo de golpe que se considera el summum de la sofisticación técnica, en el que todo el brazo hace un movimiento de látigo, generando un volumen muy alto con un bajo gasto de energía. Es un gran ejercicio atlético, sangre y cayos en las manos incluidos; supongo que eso se muestra…

MV: En plano detalle; lo que me hizo ruido fue que en un momento de frustración rompe la batería, y teniendo en cuenta lo que salen…

HB: Eso es un crimen. ¿Te acordás qué marca era? ¿Gretsch, Ludwig, Yamaha? En general suele estar en el parche del bombo. ¿Cómo la rompe? ¿Con los palos?

MV: De una piña.

HB: ¿Sí? Es todo un logro, no es nada fácil romper un parche con una trompada limpia. Imaginate que están hechos para resistir palizas monumentales.

maxresdefault5. Resulta que ese momento era el indicio de un giro genérico, la acentuación de un rasgo diferencial presente desde el vamos pero explícito de allí en más, escogido como único camino a seguir más allá de toda otra lógica que la dominante en ese marco. Podíamos intuir que Whiplash: Música y obsesión quería ser algo distinto a una mera parábola de crecimiento desde el momento en que entraba en escena un instructor que, como bien señala Andrés del Pino en su crítica, no está inspirado en el de Full Metal Jacket (cuyo actor también aparecía al mando de la base militar en Body Snatchers, de Abel Ferrara), sino directamente trasladado de ella.

Con un loco de ese calibre al mando en la fábula, y ausente el contexto histórico militar (aunque en realidad una escuela lo secunda hasta que saca cuentas y decide que le conviene soltarle la mano), Whiplash: Música y obsesión es una variación curiosa de thriller psicológico en la que la sangre de la víctima nunca es derramada por el criminal, la instancia policial es sustituida lateralmente por la jurídica, y el asesino en potencia es una figura paterna sustituta y extremista que no pone realmente en riesgo la lógica institucional sino más bien prueba las aptitudes de esta para terminar creando algo así como un genio útil para el sistema cuya singularidad se purgue de las sugerencias fascistas del sistema que lo prohija.

6. Herzog nunca absolvió a los personajes de Klaus Kinski o al actor, entre otras cosas porque nunca se arrogó el lugar legal -y mucho menos el moral- de quien estaría en posición de hacerlo. Pero nosotros podemos hacerlo en su nombre desde estas páginas virtuales más seguras y cómodas que la boca de La Soufriere en erupción. Claro que usar a Herzog como medida de todas las cosas no parece justo, pero ¿quién dijo que la crítica lo fuese o deba serlo?

7. Este año habrá pocas películas convencionales más físicamente estimulantes que esta.

Aquí pueden leer la crítica de Andrés del Pino y la de Santiago Martínez Cartier sobre Whiplash: Música y obsesión, y un texto de Nuria Silva sobre la película.

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