a mi vieja
Sin muchos rodeos, Cry Macho es un bodrio. El guion -inspirado en una novela homónima de Nathan Nash del año 1975- es una catarata de lugares comunes que se estrellan con diálogos cursis, predecibles, de circunstancia, que vuelven cualquier contexto o atmósfera en la película una suerte de parodia de road movie o de western berreta reactualizado. Los personajes de Rafo (Eduardo Minett), Leta (Fernanda Urrejola), Marta (Natalia Traven) y Aurelio (Horacio Gracía Rojas) se colapsan en un esfuerzo de sobreactuación (torpe) de mexicanos haciendo de mexicanos para el prejuicio gringo. Los momentos de comunicación entre los personajes en inglés, español, spanglish -subtítulos originales de la película mediante- se terminan volviendo un cocoliche replicante de aquel memorable sketch de Will Ferrell promocionando Casa de mi padre (2012) con Jimmy Kimmel en Jimmy Kimmel Live. Los simbolismos y metáforas (si es que las hay) con el gallo, los apodos y la masculinidad falseada a lo libro de Luciano Letreau son tan torpes que más que gracia o reivindicación feminista anti patriarcal causan vergüenza ajena y propia. La música, en la que uno esperaba el homenaje -como amagó el tráiler- al inmenso Ennio Morricone, se termina transformando de una funda descosida de rancheras mexicanas y tonadillas de ocasión para remarcar aún más que se está en un México (versión Hollywood) que nunca fue ese México… nunca ha querido serlo al menos.
Sin embargo, Clint Eastwood y sus postales…
Ahí, siendo un tal Mike Milo en ese cachivache fílmico donde él mismo se ríe de sí y de sus roles (¿importancias, valores, legados?) en la historia del cine yanqui, mundial, universal.
Ahí, con sus noventa y un años a cuestas, sus jeans ajustados que le quedan gigantes, su sombrero de cowboy calzando a la perfección, su espalda encorvada que parece no resistir ni un abriguito de lana, sus botas texanas que le entorpecen aún más sus pasos lentos, minúsculos a lo largo del film, pero decididos, que saben a dónde van, a dónde no.
Ahí, jugando a filmar una elegía iniciática a lo Don Segundo Sombra de Güiraldes con un pibe mestizo con muchísimos problemas de identidad, que, sin embargo, se tiene que “enderezar” para poder ser un tipo de bien cuando herede los campos y bienes que de seguro va a heredar.
Ahí, reinventando su inmensa Gran Torino (2008) sin vietnamitas pero con mexicanos para sacarse el peso de pasar la flama de forma épica, violenta y acomodarla, más bien, a una anécdota de viejo chocho pero no decrépito, que quiere pagar sus deudas antes de que la vida le reclame alguna en su final.
Ahí, enseñando que hay que laburar duro con lo que uno sabe y de lo que uno sabe; que hay que tener calle y sentido de hidalguía; que hay que saber retirarse a tiempo y aparecer sólo cuando a uno se lo llame; que el amor siempre es bendición aunque sea infame y dolorosamente fugaz; que la vergüenza es tan necesaria como la valentía; que los fuegos al costado de la ruta son un ritual de estrellas tan hermoso y necesario como las que anuncian las noches en sus cielos; que la dureza del piso en el desierto tiene tanto encanto como el de un colchón de somier de dos plazas; que el lenguaje de señas, con el cuerpo, suple cualquier Babel bíblica; que la policía es la misma mierda estatal corrupta en todos lados; que a la muerte no hay que invocarla pero siempre hay que mirarla de reojo; y que a la vida hay que saberla ritualizar para, justamente, poderla disfrutar.
Ahí, delante y detrás de cámara, con cada una de sus arrugas y cicatrices más marcadas que nunca; con su voz de león bramando intacta; con su presencia tan magnética como cuando calzaba ponchos para Sergio Leone; con sus fetiches republicanos tan radiantes como catalejo recién pulido que causan más de una indignación en cierta crítica moralista cinéfila; con sus piñas finales; sus domas finales; sus besos finales; sus bailes finales que, ojalá, siempre, pero siempre con Clint, se vuelvan a empezar en una película más.
Calificación: 10/10
Cry Macho (Estados Unidos, 2021). Dirección: Clint Eastwood. Guion: Nick Schenk, N. Richard Nash. Fotografía: Ben Davis. Montaje: David S. Cox, Ben Cox. Elenco: Clint Eastwood, Eduardo Minett, Dwight Yoakam, Natalia Traven, Fernanda Urrejola. Duración: 104 minutos.
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