Por supuesto que se cuenta la historia de la guerra del Paraguay. Que se relatan hechos, batallas, fechas y coroneles. A tres semanas del estreno de la película no tiene sentido informar al lector de este texto sobre las alternativas históricas de la guerra. Vayan y vean. En Contra Paraguay hay un relato claro y sólido, hay una narración consistente. Sirve para lo que servían los documentales cuando éramos chicos y que ahora no se puede decir sin pasar por ingenuo, por no decir abiertamente tonto. Sirve para informar. Pero el mérito nada menor de saber contar está lejos de ser el único de Contra Paraguay. Hay otros dos temas centrales. Uno de ellos, con el que se abre la película, es la pregunta por las fuentes de la historia. La voz en off de un hombre (el actor Gustavo Pardi, uno de los protagonistas de Yo sé lo que envenena, largo de ficción de Federico Sosa) pregunta afirmando:
– Hay historiadores que dicen que Solano López le declara la guerra a la Argentina y Mitre oculta la información.
– ¿Y qué papeles muestran para probar eso? La historia es documentación -responde una historiadora paraguaya.
Corte.
Pardi, al que ahora sí vemos, pregunta:
– ¿Pero es así? ¿La historia son los documentos?
Los que responden son cuatro historiadores jóvenes argentinos que comen un asado de delivery en un patio de PH:
– También está la interpretación y los relatos orales.
– Y los papeles que tenés van a ser los papeles de la alta diplomacia, de los grandes banqueros.
– Los puntos de vista tienen contenido político e ideológico…
Hay entonces una posición más academicista, más ceñida a la documentación, y hay otra posición que prioriza o reconoce la interpretación, más asociada a un revisionismo. Hay una tercera posición, encarnada por un historiador argentino, que sería la posición liberal, o al menos así se enuncia:
– Lo que pasó es un hecho. Si uno miente y lo deforma no faltará otro que lo ponga en ridículo como ha pasado tantas veces.
Así es que la verdad se impone en la libre competencia entre individuos historiadores.
No es un secreto ni trata de ocultarse que la posición de la narración es más cercana a la revisionista, pero, sin hacer una bandera de pretendida ecuanimidad, la película presenta las otras posiciones no sólo con respeto, que poco vale, sino poniendo adelante lo más fuerte de esas posturas para un público que, en su mayoría, va a buscar una visión americanista y popular. Vale decir que tampoco se presentan argumentos netamente reaccionarios, que sólo servirían para reafirmar una idea ya formada y regodearse en la propia bondad.
Quizás la más notable decisión de puesta en escena sea el anonimato en el que son mantenidos todos los entrevistados. No hay nombres ni títulos sobreimpresos ni nada que indique su identidad. Las distintas posturas se mantienen así en un plano abstracto, impidiendo que lo dicho se contextualice en recorridos previos de cada expositor.
El más reconocible de ellos es Leon Temer, autor de un libro sobre la guerra escrito en los 60 o 70. Mientras él cuenta su llegada a Paraguay hace muchos años vemos ese mismo recorrido encarnado en Pardi, dando a entender que la visión de ese historiador tiene un papel central en la construcción de la película.
Hay un tercer tema presente y es la relación entre las visiones históricas y la actualidad argentina y latinoamericana. Las viejas oposiciones entre civilización o barbarie, o entre popular y elitista. No han cambiado los discursos, unos son acusados de engañar a los pobres con dádivas para adueñarse de un poder autoritario, otros de empobrecerlos aun más en nombre de la civilización y con la promesa de una riqueza futura, supuesto fruto de la educación. No hace falta mover una coma para traer esa discusión a la actualidad latinoamericana y estos últimos diez o quince años de gobiernos populistas y oposiciones elitistas. Hábilmente, Sosa no explicita la pregunta. La cuestión aparece sola entre las palabras y las imágenes. La única mención a la situación actual es del historiador liberal cuando nos cuenta que por los altos costos de la guerra se reformó la Constitución para que los impuestos a las exportaciones e importaciones sean cobrados exclusivamente por el gobierno nacional. Hace entonces alguna mención a la actualidad del asunto, obviamente en alusión al conflicto por las retenciones móviles. Otra mención explícita es el recorrido de Pardi por la galería de los patriotas latinoamericanos de la Casa Rosada ahora desmantelada en nombre de la pluralidad de cartón pintado, berreta y excluyente.
Más allá de estas apariciones es imposible no asociar cuando se nos cuenta que en la Paraguay de Solano López (como antes en la de Gaspar Rodríguez de Francia y en la de Carlos Antonio López) funcionaba la primera siderúrgica con capacidad para fundir hierro en América Latina, que no había grandes latifundios, que todos tenían su porción de tierra y las herramientas para trabajarla, que el Estado se encargaba de la educación y la salud, que López asumió poderes dictatoriales y centralizó el poder, que al ser derrotado las familias ricas se hicieron cargo de grandes extensiones y se eliminaron los derechos adquiridos.
Hay una cuña que se mete en esa división tan clara entre civilizados y bárbaros, una piedra en el zapato para el liberalismo nacional, como esa otra piedra que es San Martín regalándole su sable a Rosas, y son los comentarios de Alberdi sobre la guerra. Alguna palabra sobre la unidad latinoamericana aparece en la película, pero hay mucho más: “La campaña actual del Paraguay contra las pretensiones retrógradas del Brasil y Buenos Aires es la última faz de la Revolución de Mayo de 1810. Levantando el estandarte y haciéndose campeón de las libertades de América interior, esta joven república devuelve hoy a las puertas del Plata la visita que le hizo Belgrano en 1811”.
Si un símbolo de la República liberal como Alberdi se opone a Mitre como lo hizo, entonces poco queda de la ilusión del triunfo del Estado liberal. Lo que triunfó de la mano de Mitre son los intereses de una banda legalizada de ladrones sofisticados. Y, como en Contra Paraguay, no hace falta decir una sola palabra más para hacer el paralelo con el gobierno actual.
Aquí puede leerse un texto de Adrián Muoyo sobre la misma película.
Contra Paraguay (Argentina 2013) de Federico Sosa, c/Gustavo Pardi, 75′.
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