Capit_n_Am_rica_Civil_War-298011137-largeCapitán America es ideológicamente aberrante. Aunque es muy fácil correrla por izquierda, creo que es importante hacerlo por cómo se instala en la discusión sobre intervención estatal.

Es, solapadamente, una película sobre la circulación del capital a nivel global, y se conecta con la de los Coen en tanto revisa la herencia de la Unión Soviética.

El título de Capitán América se completa con “Guerra civil”, y la guerra civil dividió a los EE.UU. según dos formas alternativas de organización de la producción, así que la cuestión económica está presente desde cero.

En la película, Los Vengadores se mandan un moco en Nigeria en el que muere cierta cantidad de personas. Entonces la ONU redacta un acta que regula el accionar del grupo de Los Vengadores, que es una institución privada dependiente de S.H.I.E.L.D, una corporación de defensa (y de desarrollo de tecnología de defensa) financiada principalmente por Tony Stark (Robert Downey Jr.), aka Iron Man.

Los superhéroes tienen que firmar el acta y someterse al control estatal o no firmarla y accionar por fuera de la ley. Entonces el grupo de Los Vengadores se divide entre los que quieren aceptar la regulación del estado (el equipo Iron Man) y los que no quieren responder a los intereses de nadie (el equipo Capitán América -Chris Evans-). En el medio hay una trama que incluye al Soldado de Invierno (Sebastian Stan), que es un amigo del Capitán América al que los soviéticos le lavaron el cerebro, y a un personaje de Sokovia, un país ficticio difusamente soviético que voló por los aires literalmente en la anterior película de la saga. Este tipo quiere «derribar al imperio».

Lo interesante de esa dicotomía pro y anti intervención estatal, más allá de que es «el» tema de debate en las elecciones yanquis de ahora, es que la postura pro intervencionista la encabeza Iron Man, o sea un CEO, y la anti la encabeza el Capitán América, o sea un milico.

thrilling-car-chase-in-captain-america-civil-war-audi-trailer-with-black-panther-and-bu-938381A la larga se demuestra que el Capitán América tenía razón porque, claro, el espíritu americano no es el de la regulación, si no el del laissez faire.

Al final, la resolución del argumento tiene menos que ver con el choque de posturas ideológicas o de caídas de imperios y más con vendettas personales.

La lógica de la venganza, sinónima de la de la competencia como motor del capitalismo, es la misma que alimenta al western. Como todos sabemos, es el género de la fundación del capitalismo yanqui.

Pero hay otra cosa interesante en la película que tiene que ver con la circulación del capital (y ahora que lo veo escrito, Capitán América suena muy parecido a Capital América): la película salta de un país al otro con una velocidad y una ligereza fenomenal. Es una película sin fronteras; plano de establecimiento, nombre de la ciudad, y a los bifes. La cuestión es que todos los lugares se parecen salvo, claro, la parte en Nigeria que, como es el tercer mundo, no participa de la circulación de capital global. También es interesante el lugar de Wakanda, un país africano ficticio cuyo rey (John kani), padre del superhéroe «Pantera Negra» (atenti a este superhéroe, interpretado por Chadwick Boseman), dice explícitamente que lo quiere «insertar en el mundo». Es terrible, obscenamente transparente, con un mínimo de abstracción. Pero lo más peligroso de todo es el virtuosismo narrativo, la velocidad con la que narra. El espectáculo visual es fenomenal y la película es terriblemente entretenida.

Capitán América: Guerra civil (Captain America: Civil War, EUA, 2015), de Anthony Russo y Joe Russo, c/ Chris Evans, Robert Downey Jr. , Scarlett Johansson, 147′.

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