1. El hermano de Julio Aro dice algo que podría interpretarse como una obviedad: que Julio volvió cambiado de Malvinas, donde estuvo en la guerra en 1982. La obviedad se expresa de otra manera, en boca de José María Raschia, otro excombatiente: nadie que va a una guerra vuelve igual que como se fue. Sin embargo, la obviedad deja de serlo porque descubre un sentido más profundo. El cambio de Julio Aro no es solamente el que enuncia su hermano, el de dejar de tenerle miedo a la muerte. Es lo que se vislumbra especialmente en la segunda mitad de Héroe corriente: el de afirmarse en la vida como una construcción que va más allá de lo individual y entra de lleno en lo colectivo de su pertenencia.

2. “Lo que me volvía loco eran esas inscripciones: Soldado argentino solo conocido por Dios”, dice Julio, como corolario de su viaje a Malvinas en 2008. Entonces, el documental, que hasta allí se parecía a otros ya vistos –pienso por ejemplo en Huellas en el viento de Sandra Di Luca-, encuentra su razón de ser. En esas lápidas vacías, en esas tumbas de Darwin sin nombre, la vida de Julio Aro termina de dar la última vuelta hasta encontrar su norte: identificar a los muertos, a sus compañeros, a los que murieron de alguna manera, también por él.

3. Es en ese punto donde comienzan a confluir las historias que permanecían dispersas, en corrientes paralelas. Hasta allí, el único lazo entre Julio Aro, José Raschia, Ramón Alegre y la madre de Gabino Ruiz Diaz es la guerra de Malvinas, los recuerdos individuales de experiencias completamente diferentes: soldados en el frente de batalla, en resguardo de la casa de las autoridades en Puerto Stanley, en barcos de suministro. La guerra narrada desde una perspectiva fragmentada no exenta de esas culpas inoculadas por las mismas diferencias –“me hubiera gustado morir en Malvinas” dice Alegre; “aunque ni loco me hubiera gustado pelear, me sentía menos que los que habían peleado” dice Raschia-. Y también contada desde el continente, desde el desconocimiento y la angustia, desde la partida que era toda algarabía a la tristeza silenciosa de la derrota y a la desinformación sobre el paradero de los soldados.

4. El relato de la vuelta centra la historia en Julio Aro: se nutre de esas fotos que delatan el paso del tiempo, de la ansiedad de la madre, del hermano, de todo el barrio. Pero cuando esas fotos y ese momento se esfuman, el mundo sigue adelante, y entre el silencio de quienes no preguntan y la necesidad de contar lo vivido, el personaje encuentra el camino para irse. Irse para volver. Una larga vuelta que va de Mercedes a Mar del Plata, para desde allí, volver a Malvinas. Puede entenderse todo ese recorrido en las palabras de Julio rememorando la llegada a las islas 26 años después. Había que llenar el vacío, dejar constancia de que no se olvidó ni de la tierra, ni de la guerra ni de los que cayeron.

5. No me Olvides se llama justamente la Fundación que crea en un momento, a partir de su experiencia en el Centro de Ex Combatientes de Mar del Plata, del cual fue presidente. El cambio en la vida de Julio no es solamente lo que se percibe en su cara, en cómo ha influido el tiempo en su cuerpo: entre el Julio que vemos en los viejos videos del Centro y el que cuenta su propia historia está la decisión de ayudar a resolver los problemas de los otros. No olvidarse, a fin de cuentas, de lo atravesado.

6. Héroe corriente logra evitar con sutileza dos riesgos altamente probables en una historia que recorre las últimas cuatro décadas de la historia argentina. Una, la de hacerse explícito como manifiesto partidario. El documental no deja de ser político, porque su recorrido implica entrar en esa dimensión. Son dos decisiones políticas las que obturan primero y liberan después, la posibilidad de identificar los restos: la de la dictadura militar que se desinteresa de lo que fue su mayor derrota y la del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que responde a la necesidad de los combatientes y pone en marcha –después de un insólito recorrido en el que se involucran Gaby Coccifi, periodista de la revista Gente, y el músico Roger Waters- el trámite para identificar los cuerpos. El documental no lo dice de manera explícita, pero en ese momento –la identificación de cuerpos que no son más que NN en esas tumbas- y en algún otro –la referencia a las fosas comunes- el peso de la memoria sobre los hechos de la dictadura no parece necesitar de más aclaraciones. El otro riesgo que se evita es el de dotar a Julio Aro de un halo de heroísmo innecesario. De allí que el agregado de la palabra corriente esté llevando la idea hacia otro lugar. Hacia esos hombres que se empeñan en demostrar que, en lo cotidiano, siempre hay algo por hacer y por mejorar.

7. Incluso en esa dilución de la idea de heroicidad –al menos en los términos en que estamos acostumbrados-, se remarca el cambio en el personaje. Su relato de los días de Malvinas, especialmente durante el bombardeo de Puerto Stanley/Argentino, muestran la desesperación y la angustia, esa sensación de huir para estar siempre en el mismo lado. El Julio Aro que llega a Nueva York, acompañando a las madres de dos soldados y a la presidenta de la Nación, es el que ha comenzado a cambiar la vida de los demás. El que le dio un sentido a la vida de Ramón Alegre –“en un momento pensé que ya no podía más” dice. El que logró que se supiera dónde estaba enterrado el cuerpo de Gabino Ruiz Diaz, para que su madre pudiera dejarle flores en su tumba y tener una tranquilidad que hasta allí no podía tener.

8. Hay un momento en que la narración de Héroe corriente se tuerce definitivamente, consigue acercarse a la materia de su trabajo. Es ese recuerdo de Julio y José, de la visita a Inglaterra y del informe que Geoffrey Cardozo, el encargado de diseñar y distribuir el cementerio de Darwin, les entrega. Allí están los datos necesarios, fruto de un detallado proceso de observación en busca de los detalles que diferencian a un cuerpo del otro. Cardozo sabía que trabajaba para el futuro, que en ese informe estaba dejando un legado para las generaciones que lo siguieran. De esa manera se convirtió en la punta del ovillo del que Julio comienza a tirar, ese que todavía sigue desenredándose en estos meses, reconstruyendo historias. Cambiando a los cuerpos sin historia por otros, los mismos, pero con su propio recorrido por el mundo.

Héroe corriente (Argentina, 2017). Director: Miguel Monforte. Duración: 87 minutos.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: