Difícil hablar de Avengers por fuera de lo que la película de los hermanos Russo representa en términos de fenómeno sociocultural. Tenemos a los admiradores, que son como niños fanáticos e incondicionales de la experiencia cómic y que no pueden formular ninguna crítica sobre este tipo de films, ya que el mínimo comentario crítico los pone en jaque frente a su sacra infancia. Para este ejército de talibanes cinéfilos, Los Vengadores y cualquier personaje surgido de la cofradía corporativa de Stan Lee funciona como una especie de juguete intocable en tanto este representa todo  lo sagrado y fundante de la felicidad. Por otro lado, tenemos las rancias lecturas de la historieta y sus derivados como etapa superior y definitiva del capitalismo cinematográfico, y por ende como representación de todo lo que esta mal a escala mundial en el cine actual; entonces para esas lecturas deudoras de Cómo leer al Pato Donald  y del marxismo cultural de los 70, todas las culpas del estado precario y carente de ideas del cine industrial en la contemporaneidad tienen que ver con la invasión de los  héroes de Marvel en la pantalla grande. De este modo, tenemos finalmente un empate hegemónico entre dos visiones que idealizan para bien o para mal al universo del cómic en el contexto más amplio del cine de industria. Es verdad que es complejo hablar de Avengers: Endgame sin mencionar lo que esta saga representa en términos de producto cultural y económico, y cómo a su vez estos films modifican todo lo que rodea al cine pensando al mismo en tanto negocio, pero no podemos hablar de esta serie de films solo como producto socio cultural.

Lo paradojal es que ambas miradas positiva o negativa sobre la saga de Los Vengadores terminan obviando lo específicamente cinematográfico del fenómeno. O sea, más allá del artificio de cuestiones que tienen que ver con el marketing y la publicidad, más allá de la cantidad de  salas en las que se proyecta, la película de los hermanos Russo es un producto que debe ser pensado desde la crítica desde sus cualidades específicamente cinematográficas. Desde esos parámetros deberíamos pensar si … ¿es buena o es mala? ¿El episodio final de Avengers tiene algún mérito específicamente cinematográfico por fuera de la crítica cultural al cine mainstream?

Por otro lado, la discusión sobre el cine como artefacto comercial es una cuestión que se discute al interior de la crítica desde los Cahiers du cinema hace más de 60 años. Gracias a Dios, Truffaut y Godard revalorizaron a Jerry Lewis, Hitchcock y John Ford, que hacían obras maestras desde el corazón de la industria, así que podemos evitar esta falsa dicotomía y corrernos de ahí para pensar este fenómeno con más libertad. Por supuesto que Avengers: Endgame no es una obra maestra y que los hermanos Russo no son Godard filmando Sin aliento, pero el último film de esta saga superheroica tiene algunas virtudes que sería terco negarse a reconocer.

Avenger: Infinity War finalizó con el extraordinario Thanos de Josh Brolin (un gran villano hace siempre a un gran héroe) haciendo con un chasquido desaparecer a la mitad de la humanidad (desaparecer es una palabra que trae ecos de tragedias tan familiares para los argentinos como lejanas al imaginario proveniente del cómic mainstream), y con esa desaparición a escala global  inicia Avengers: Endgame. En su inaugural primera escena observamos a Hawkeye (el gran personaje interpretado por el enorme Jeremy Renner) perdiendo a toda su familia debido a ese chasquido arbitrario. El rostro tan cinematográfico de Renner (hay actores que con muy poquito dicen tanto) es el preludio de todo lo que vendrá. Entonces podemos decir que Avengers: Endgame es un film coral sostenido por la potencia de las actuaciones, y que también funciona como una poderosa fusión de géneros. Avengers: Endgame bate a duelo el pasado del cine superheroico y deja la vara alta para todo lo que vendrá dentro de la corporación Disney Marvel. El drama de Hawkeye se prolonga en los otros protagonistas del grupo. Tony Stark (Robert Downey Jr.) deja de cancherearla constantemente  y vuelve a  trasmitir humanidad dejando a un costado la pose constantemente cool. Al mostrar el costado no cínico y estereotipado de su personaje, la película gana mucha consistencia. Es clave este cambio ya que Iron Man es el alma original de Los Vengadores y su cinismo extremo (que se profundizó en las últimas entregas de la saga), más allá de la pose posmo que permite deconstruir la pomposidad del universo cómic,  terminaban afectando la potencia dramática del cuento a contar. Aquí, decidido a alejarse para siempre del mundo heroico y comprometido con su mundo privado (su familia), Iron Man decide volver a luchar una última batalla.

El último film de Avengers deja por momentos su tono de comedia autorreferencial  para pensarse desde sus componentes dramáticos y esa decisión es bien resuelta desde la potencia de los actores protagónicos que se hacen cargo de la situación y, si bien es cierto que uno de los  puntos altos del film es el Ant Man interpretado por ese enorme comediante que es Paul Rudd, lo que hace atrayente este cierre de saga es que ni los directores ni los actores están por encima del relato ni se corren del eje dramático del asunto. Acá no hay pose posmo o deconstruida del universo cómic. En el film de los hermanos Russo, el apocalipsis y la desaparición son tratados con el respeto que ambos acontecimientos y conceptos merecen, y si bien hay momentos de guion en donde el humor surge (el mencionado Rudd a cargo de muchos de los mejores de estos momentos) el film se inclina a cerrar esta primer etapa del universo Marvel con un suspenso y una tensión lograda, y con un clímax que va en aumento durante los fluidos 180 minutos de metraje. El desenlace de Viuda Negra (un corto en sí mismo), junto a Hawkeye y Cráneo Rojo, es quizás el momento de suspenso y dramatismo más logrado de toda la saga de Avengers.

Los hermanos Russo se deciden a rever el pasado de sus personajes, y son los propios héroes los que recorren sus mundos en busca de las gemas que salven a la humanidad de la destrucción de Thanos. La humorada y el guiño a Volver al futuro solo significan un paso de comedia que en ningún  momento confunde a los directores de la potencia de la historia que se pretende contar. Ese gesto, que a simple vista podría leerse como de un narcisismo notorio, funciona muy bien enlazando el pasado del grupo, y cumple una función argumentativa en donde surge la fusión de géneros (comedia, suspenso, drama) que tan  bien manejan los hermanos Russo y que se erige como lo mejor de la película. A lo largo de la saga de Avengers, Marvel se encargó de generar esas tonalidades y los cambios de género fueron mutando entre una película y otra, y por momentos dentro de una misma película. Esa capacidad para moverse de registro es uno de sus méritos más importantes. En Pantera Negra o en Capitán América, la metáfora política obvia, en Guardianes de la galaxia o Ant Man el tono corrido a la comedia son ejemplos de cómo el universo Marvel en esta expansión cinematográfica utiliza estos diversos géneros para desarrollar sus historias en un proyecto inédito en términos de concepto cinematográfico y de plan de negocios corporativos.

El tono sacrificial  de algunos de los personajes también es uno de los puntos altos del film de los hermanos Russo ya que en ese sacrificio pírrico se erige el esqueleto narrativo del film y toda la puesta en escena final, con la épica y previsible batalla entre el bien y el mal, deja de ser meramente un espectáculo gigantesco sin sentido para erigirse en un momento conmovedor que emociona de modo noble y sin golpes bajos.

El recorrido que estos héroes hicieron con nosotros a lo largo de esta larga década tiene un final intenso, construido desde la epopeya de un héroe sacrificial. En este sentido, un héroe que no pone en riesgo su vida es en el fondo un héroe frágil: aquí los héroes arriesgan con su cuerpo en tanto materialidad este destino trágico. También hay menos circularidad en las historias, centrándose en el grupo original y dejando en un segundo plano el concepto de crossover. Más allá del plan de negocios de Marvel-Disney, y de cómo esto determina el futuro del cine de espectáculo en un  futuro cercano, es interesante poder evaluar lo que esta serie de películas inauguradas allá en 2008 representaron y representan en el universo de la cultura pop y en el campo especifico del cine. Hay una búsqueda y predilección por el clasicismo de la historia narrada que deja en el lugar que se merecen a los tres grandes nombres de esta saga (Iron Man, Capitán América y Thor), y esta centralidad en la que la tragedia, la épica y la comedia se alternan termina favoreciendo  la fluidez de un relato que aún cargado de alegorías pesadas -como el exterminio de la humanidad- permiten pensar a Avengers: Endgame  no solo como a un videojuego filmado sino como una historia clásica bien narrada.

Avengers: Endgame es una historia de dolor donde la singularidad de ser un héroe  deja de lado la pose cool y chauvinista, para hacer foco en el costado humano de la heroicidad, en lo que implica ser un héroe hoy en día y en lo que esto nos puede costar. Ya lo dijo Spiderman, todo gran poder conlleva una gran responsabilidad. Van por buen camino, chicos.

Clasificación: 7/10

Avengers: Endgame (Estados Unidos, 2019). Dirección: Joe y Anthony Russo. Guion: Christopher Markus, Stephen McFleely. Fotografía: Trent Opaloch. Montaje: Jeffrey Ford, Matthew Schmidt. Elenco: Robert Downey Jr, Chris Evans, Chris Hemsworth, Mark Ruffalo, Josh Brolin, Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Duración: 181 minutos.

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