Almuerzo:
Entrada: Ensalada del cheff
Principal: Pastel de papas
Postre: Panqueques con dulce de leche
Cena:
Entrada: Empanadas de espinaca y mozzarella
Principal: Canelones de choclo gratinados
Postre: Tarta de peras con canela
Todos hacíamos de cuenta que era normal. Estábamos sentados a 10.000 metrosde altura –como de Plaza de Mayo a Liniers, pero para arriba- mirando el planeta como nadie lo vio antes del Siglo XX. Para atrás se veía el horizonte ya rojo. Para adelante, todavía, las estrellas. Para adentro, la gente leía o miraba videos en su pantallita personal mientras unas chicas sonrientes y amables (demasiado amables a veces) nos ofrecían algo de tomar y nos preguntaban si necesitábamos algo. No necesitaba nada, estaba volando en el aire viendo cómo gira la tierra. Podría ir parado tomando agua de la canilla y no necesitaría nada.
Llegué el martes a las siete de la mañana, había que dormir un rato, almorzar y empezar a ver películas, la parte sacrificada de los festivales. En el salón comedor había poca gente, una mesa de críticos y una de Antonella Costa y Ché Sandoval.
El pastel de papas, muy rico. Salvo por el agregado de jamón, una de más. El panqueque de dulce de leche no es postre, es algo que se les da a los chicos a la tarde para que jueguen a comer. Sépanlo.
¡Peliculón Saaamigo! El cine está en un hipermercado y shopping, a unas 25 cuadras del hotel. Me fui a ver 7 cajas, película paraguaya promocionada en el catálogo como “la que vendió, en su país, más entradas que Titanic”. Es mucho mejor que Titanic. Una fiesta del cine popular (popular por sus pretensiones de masividad, por estar hablada en guaraní y por el punto de vista que adopta), un guión complejo que abre muchas líneas narrativas y se ocupa con pasión de todas, dos o tres escenas de suspenso sin salida aparente resueltas con belleza y sin burlarse del verosímil. La historia transcurre en un mercado popular de Asunción, ese tipo de lugar de pasillos estrechos donde los héroes yanquis persiguen narcotraficantes derribando cajones de naranjas. En 7 cajas el héroe es un carretillero (un pibe que trabaja de llevar cosas en una carretilla), es decir un habitante del mercado. El lugar no está presentado como el espacio del peligro en el que sólo se ingresa para perseguir un delincuente y donde todo hombre de bien se siente constantemente amenazado. Es un espacio habitable y habitado por personas con motivaciones reconocibles. No es en absoluto frívola, no intenta idealizar ese espacio, ni las condiciones de vida, ni a sus habitantes. Los problemas sociales no aparecen como denuncia solemne o sensible, sino motorizando la narración y mimetizándose con ella. El carretillero malo busca dinero porque su hijo está enfermo y el medicamento es demasiado caro, la embarazada tiene que seguir trabajando hasta el momento de parir, la policía puede ser aliada o una amenaza.
Posiblemente el film abuse un poco de formas de la publicidad (los directores trabajaron en ese rubro) o videocliperas, posiblemente podría haberse hecho con planos más largos. Por lo demás, es una película llena de “cosas”, el suspenso se renueva constantemente y la lógica del guión se esconde siempre detrás de la lógica de la acción. El contenido de las cajas se revela en la mitad de la película y está a la altura del suspenso creado, hay un par de villanos notables, hay una noche en una camioneta donde viajan un chino, un policía enamorado, una travesti, una cocinera y un cadáver, hay una maravillosa declaración de amor en chino, hay persecuciones donde las carretillas hacen las veces de autos o caballos, hay tiroteos, suspenso, acción, romance; hay que verla.
Promesas incumplidas. Justo a continuación podía elegir entre una brasileña, O palhaco y Lejos de Paris, una nueva de Postiglione (El asadito), según sus palabras un documental/ensayo sobre la ciudad de Rosario. La sinopsis de la del payaso sensible decía que “en la vida hay que dedicarse a lo que sabemos hacer”; la otra, que no hay nada “más femenino que las tetas”. Como me parecen más lindas las tetas que los imperativos categóricos, elegí la segunda. Además es verdad, son lo más femenino, los varones no tenemos tetas ni nada que las reemplace. Es como las mujeres con el partidito de fútbol. Al final, tetas no había tantas, pero si había mucho del director leyéndose a sí mismo y filmándose a sí mismo. Después me dormí y después terminó la película. Posiblemente sin esa voz en off solemne y sin tanta autorreferencia podía salvarse el resto, había un par de lindas imágenes.
Volví caminando, pasé el cementerio, un parque, el Centro Cívico. La ciudad no es muy diferente a cualquiera del interior de la provincia de Buenos Aires. Quizás con menos edificios y más gente en la calle.
“¿Qué tal el hotel?”, me preguntaron desde Buenos Aires. “Lujoso”, para mí todos los hoteles son lujosos. Te preparan el desayuno, te hacen la cama, te limpian el baño, te dejan jaboncitos nuevos. Ya sé que no es gratis. Igual. Es un trato que nadie merece, no entiendo que los hoteles estén al alcance de la gente de a pie, deberían ser exclusivos para diplomáticos, estrellas de cine y emperadores.
Kramer triunfa. Después de la tarta de peras me fui a ver Stefan vs Kramer, otra producción popular, la película más vista de la historia de Chile (se deduce que también superó a Titanic). En Argentina circularon algunos videos de las imitaciones de Stefan Kramer, las de Bielsa y Maradona principalmente. La película es muy graciosa, el tipo hace 19 imitaciones y las logra insertar en el relato sin transformarlo en un programa de variedades. Seguramente se pierde mucho para el espectador argentino que no conoce a los imitados, pero incluso los no conocidos funcionan como personajes cómicos. El protagonista es el mismo Kramer y la excusa es un conflicto entre su éxito y su mujer (Paloma Soto, su mujer en la vida real). Esta historia costumbrista hace que al principio produzcan cierto extrañamiento las imitaciones grotescas, pero enseguida el cine hace su trabajo y se ingresa en el mundo que propone la película. De paso se cuelan críticas a la derecha piñerista y a su (ahora ex) Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter Kirberg (de cuya existencia me enteré ahora, claro), un pinochetista que se excita con la represión y la moral.
Por si fuera poco Maradona aparece como un ángel para rescatar a Kramer y darle la solución cuando todo parece perdido. La imitación de Diego es maravillosa, sin abandonar la caricatura le saca gestos y expresiones muy sutiles que no había visto en imitaciones anteriores.
En Argentina nos anda faltando un imitador un poco de izquierda, un nicho a explotar compañeros empresarios.
Día 2 (18 de septiembre)
Almuerzo
Entrada: Ensalada rusa con juliana de jamón cocido
Principal: Milanesa de pollo con papas asadas
Postre: Duraznos en almíbar
Cena:
Entrada: Empanadas de ternera
Principal: Ragout de ternera con arroz pilaf
Postre: Ensalada de frutas
Las medialunas, como la pizza y el helado, son una de las deudas pendientes del federalismo. Las del hotel son peores que las de la peor panadería de Buenos Aires.
Luego de las tostadas me tentó la sinopsis de Beatriz Portinari: un documental sobre Aurora Venturini, pero finalmente me metí en la última de Tetsuo Lumiere, uno de los directores olvidados habitualmente por el BAFICI (ingresó por primera vez en la última edición) y recordados afortunadamente por el festival de Mar del Plata. La película es muda (o silente, como él la presentó) y, como todas las suyas, una superbizarreada sin miedo a nada. Tetsuo (si es que ese es su verdadero nombre) tiene muchísimas ideas, el problema es que a veces se engolosina y no renuncia a ninguna. Cada objeto que aparece en pantalla es sometido a alguna acción, esto hace que se demore la narración hasta casi perderse por momentos.
La primera mitad de la película tiene momentos ingeniosos y hermosos, pero sufre este engolosinamiento. La segunda mitad es más frenética y se disfruta mucho más de todas las ideas que siguen apareciendo una atrás de la otra. Se cuelan además un par de lindos comentarios políticos. Por ejemplo, mientras los extraterrestres en sus tazas voladoras destruyen a la fuerza aérea, la cadena de noticias “TNN” informa que los invasores han sido derrotados. Nunca está de más. El final con el gaucho robot luchando contra el robot del mal con la ciudad de fondo es antológico, está para una editorial de Bartolomé Mitre.El menú también miente, no habían ensalada rusa, nos volvieron a dar empanadas de algo, verdura creo. La milanesa al horno, con papas también al horno, era un homenaje a la provincia de San Juan donde hace cinco meses que no llueve. La milanesa en todas sus formas debe acompañarse con alguna humedad: ensalada, puré, algo frito. De lo contrario se dificulta el proceso de tragado. Duraznos en almíbar hacía diez años que no comía, mínimo. El almuerzo también incluyó comentarios sobre la crítica y la necesidad de encontrar espacios alternativos a la crítica hegemónica, en su mayoría de derecha o al menos sostenedora de una élite endogámica e impermeable al cine popular.
Ciudadela. Es el título del documental de Diego Mondaca, un director boliviano que trabajó recientemente con Jorge Sanjinés, legendario director de ese país quien también presentaba, ya cerca de los 80 años, Insurgentes, una ficción sobre los héroes no reconocidos de la historia boliviana que no vi.
A la noche las salas estaban bastante completas; a la tarde, entre diez y veinte personas por función. Ciudadela está filmada en una cárcel de La Paz. Las tomas exteriores muestran una especie de ciudadela medieval rodeada de altísimos muros en el medio de la ciudad.
Adentro, techos de chapa y pasillos angostos, como los de una villa, pero en una institución estatal. Algunos internos viven con sus mujeres e hijos, además de llevar adelante actividades comerciales. Casi no hay intervención oficial en la organización interior, los presos se autorregulan. No queda claro si es un régimen progresista de avanzada o el abandono total por parte del Estado. Toda esta información no aparece en la película y por momentos el cuerpo la pide. Las imágenes muestran algo tan fuera de lo habitual que es difícil no hacerse preguntas. La puesta es, por momentos, esteticista, con encuadres muy cuidados. Como en Leonerade Trapero, aparecen muchos planos sin profundidad remarcando la sensación de encierro e incluso desarmando la noción de espacio, de arriba y abajo, con escaleras y pasillos que se cruzan como en un cuadro de Escher.
Después de la proyección, el director contestó algunas preguntas, la mayoría destinadas a informarse sobre ese lugar. El tono de voz pausado y suave de Moncada hacía agradable la charla. Le preguntaron si dentro de la cárcel no había violencia, y por qué no la mostraba. Contestó que claro que sí, que había drogas, violaciones, violencia, asesinatos, pero que todo eso era igual fuera de la cárcel y su objetivo era contar la particularidad de este ambiente. Me pareció una respuesta muy inteligente, efectivamente todos pensamos que veríamos violencia cuando leímos la sinopsis, es lo que se espera de un relato carcelario, sea documental o ficción. La respuesta es tan inesperada como verdadera y pone en evidencia cómo intentamos acomodarnos en los lugares comunes.
Me acerqué al director después de la charla. Además de algunos datos sobre este lugar, le pregunté por el cine boliviano. Me dijo que había hecho la película con fondos de fomento europeos, que no existía en su país ninguna institución estatal que apoyara el cine, y que Bolivia producía unas tres o cuatro películas por año.
Sapos. Pegadito nomás proyectaron El cartel de los sapos, película colombiana de Carlos Moreno, una de las más esperadas en la previa. A sala llena nos tragamos el sapo ese. Una especie de superproducción que, por alguna razón, me hacía acordar a La vengadora, una miniserie australiana que veía cuando era chico. La película está basada en una serie que está basada en un libro que está basado en la vida de un narcotraficante del cartel de Cali que terminó de delator para la DEA. Ellibro lo escribió el protagonista de la historia.No es que la película sea aburrida, más o menos uno se va enterando de algunos chismes del negocio y la historia está tan comprimida que avanza rapidísimo. La cuestión es que nos quiere convencer de que sintamos empatía con el tipo este porque tiene la excusa de que lo hizo todo por el amor de una mina. Encima la mina era re linda y tan buena que no quería que él anduviera en cosas raras. Cada vez que él le regalaba una casa o un auto ella se ponía triste, pero lo amaba tanto que luchaba por seguir adelante, soportando estoicamente esos lujos espantosos. Además, él era mucho más limpito y educado que los otros narcos, ni siquiera se violentaba cuando se emborrachaba. En cambio, los narcos feos eran malos de verdad, incluso uno usaba bigotes raros y a otro le faltaba un ojo. Al final, el héroe tiene todavía más problemas porque, en defensa propia, se ve obligado a matar a alguien. Le había prometido a su chica que nunca iba a hacer eso. Encima justo en ese momento la minita lo ve. Al tipo se le viene el mundo abajo, no es para menos. Por suerte están los superamigos de la DEA que le ofrecen un trato si delata a todos sus compañeros. Para asegurarse de que no sintamos ni un poquito de bronca contra el héroe traidor, la película hace que su mejor amigo, el de toda la vida, quiera violar a la chica buena. Ya se lo puede traicionar sin remordimientos. Al final, no se entiende por qué, al de los bigotes raros, que se había convertido en jefe del cartel y tenía un ejército a su disposición, se le da por intentar asesinar al traidor personalmente, a plena luz del día, con una bazooka y en el medio de la ciudad. Termina muerto y el otro herido. No me acuerdo si al final la chica vuelve con él o no, me parece que no. Así que todo al cuete.
Aquí pueden leer la segunda y última crónica del festival 2013.
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