Primero, una opinión personal. Diego Armando Maradona es, seguramente, el deportista más relevante en la historia del deporte argentino. Un personaje repleto de carisma y un carácter avasallante que construyó su obra deportiva en base a esa personalidad fuera de serie, desde su debut en 1976 con la camiseta de Argentinos Juniors hasta su retiro en 1997 con la camiseta de Boca Juniors.

La carrera de Maradona es extraordinaria y esa particularidad excede los registros cuantitativos o mensurables. Hay algo del orden del encanto y la magia en su personalidad que tiene que ver con el misterio de los acontecimientos únicos e irrepetibles. A ese carácter propio de los genios algunos lo llaman poesía, y de ese material está hecha íntegramente la película Diego Maradona del director británico Asif Kapadia.

La película tiene muchísimos méritos. A simple vista, el primero es el trabajo de montaje y puesta en escena que el director realizó con el impresionante material de archivo -en muchos casos inédito- que tenía a disposición. Pero, más allá de esa sorpresa propia del arqueólogo, lo notable es lo que Kapadia logra con esas imágenes (con las inéditas y con las que ya vimos mil veces). Kapadia le agrega ideología a esa historia de chico humilde atrapado en las mieles de la fama y construye su relato dándole un espesor de tragedia contemporánea. Esa marca, en cada una de las imágenes de su film, agrega complejidad y espesor dramático al relato.

Otra cuestión muy interesante es la decisión del recorte temporal sobre el que centra la narración. La historia de Diego Maradona es la historia del Diego Maradona que deja el Barcelona en 1984, luego de dos temporadas irregulares, para llegar al Napoli, un modesto equipo del sur de Italia. Su llegada cambia definitivamente la historia de ese club, del fútbol italiano y del fútbol contemporáneo, ni más ni menos.

Como futbolero uno piensa en que esa decisión, en cierto sentido, evade u omite una parte importante de la carrera de Maradona, que es la que recorre su primer estadio en el fútbol argentino e incluye los cinco notables primeros años que Maradona jugó en Argentinos Juniors y Boca Juniors (dicen que ahí se vio el mejor Maradona de todos). Pero el problema objetivo respecto a esta época es que hay muy poco material audiovisual que dé cuenta de sus proezas juveniles. De esa época sí contamos, gracias a Dios, con los videos de la campaña del Boca dirigido por Marzolini que se coronó campeón en 1981, en un equipo en el que descollaban además de Maradona el exquisito Miguel Ángel Bríndisi, entre otros.

El film de Kapadia también omite la primera etapa de Maradona en la selección que incluye, entre otras cosas, el título juvenil en Japón en 1979. El documental tampoco hace foco (aunque sí toca lateralmente) en la estadía de Maradona en el Barcelona, donde a pesar de sus luces y sombras fue campeón de la Copa del Rey en 1983 venciendo en la final al Real Madrid por 2 a 1. Kapadia elige el Maradona napolitano y lo que significó la llegada del diez a esta ciudad, aunque no se reduce a seguir su itinerario. La película le dedica (y con razón) una parte central al MARADONA campeón del mundo en México 86 y subcampeón en Italia 90.

Diego Maradona se aleja de la celebración acrítica que se encuentra tan en boga en ciertos documentales sobre figuras célebres del mundo del deporte y se concentra principalmente en el Maradona trágico y operístico que recompone el tejido social napolitano, dando cuerpo a una ciudad distinta de la que era antes de su llegada. Ese proceso de construcción de un mito viviente y una deidad religiosa es seguido con distancia aséptica por parte de la cámara de Kapadia, y esa distancia potencia el poder de las imágenes que hablan por sí solas. La obra de Maradona, hecha de goles y piruetas, es acompañada por un archivo personal que sigue al Maradona humano, su vínculo con la Camorra y su hijo extramatrimonial, pero allí también hay una distancia que no juzga al hombre detrás del mito. El acercamiento estético de Kapadia se nutre de la operística viscontiana de Rocco y sus hermanos antes que de la estética los documentales deportivos de Netflix. El ídolo del Sur contra la Italia poderosa del norte y el líder carismático que enfrenta al poder de la FIFA, son las imágenes epifánicas de la película y ahí se hace poderosa y hermosa la historia que cuenta Kapadia. Esa deidad mitológica con pies de barro produce el mismo efecto poético jugando con sus hijas , hablando con su mamá y su papá o gambeteando a medio equipo inglés en la jugada de todos los tiempos. Kapadia resignifica las imágenes ya vistas miles de veces, y esa narración se estructura sobre una historia que ya todos conocemos pero que no podemos dejar de mirar porque quizás nos constituye y completa, a nosotros los espectadores de este lado del mundo.

Maradona en acción ya es en sí mismo material para cualquier obra artística y quizás ahí se encuentra otra de las virtudes del film. Kapadia trabaja sobre lo más importante de Maradona, que es su obra y no sobre los detalles de su vida privada. Tampoco se obnubila con la personalidad carismática del 10, como sí le pasó a Kusturica en su película fallida sobre el personaje. El director británico comprende la diferencia entre lo principal y lo accesorio y le saca el máximo jugo que puede al Maradona jugador. Se destacan los picos emocionales del Mundial 86 en los partidos de cuartos de final con Inglaterra y en la final con Alemania, y el principio del fin del idilio de Maradona con el fútbol italiano en el Mundial 90. Cabe aclarar que para narrar tanto las proezas deportivas del 86 como del 90, la película utiliza los audios de Víctor Hugo Morales que potencian aún más el dramatismo y la belleza de estos acontecimientos.

En el punto más alto de la tragedia operística, Maradona y sus compañeros deben enfrentar a la selección italiana (que era la máxima candidata al título) en la semifinal de Italia 90. El equipo dirigido por Bilardo, luego de jugar su mejor partido del mundial en el estadio San Paolo de Nápoles, elimina a la selección italiana luego de un dramático partido empatado en uno y que termina con la victoria agónica de Argentina por penales con un Goycochea inconcebible. Ese episodio le permite a Kapadia mostrar el amor del pueblo napolitano por Maradona y los enfrentamientos de clase que se encuentran entre el norte rico y el sur pobre que Maradona puso en pie de guerra. La figura de Maradona como un atleta extraordinario que le dio felicidad a un pueblo oprimido reluce con todo su esplendor por sobre los conflictos privados del astro. La maestría del director británico consiste en construir una puesta en escena en la que esa belleza propia del artista se vincula con el carisma de una personalidad avasallante.

Diego puteando a los italianos presentes en la final de Italia 90 mientras suena el himno argentino antes del partido que finalmente Argentina perdería con Alemania por 1 a 0 es la imagen con la que Kapadia clausura el periplo de Diego en Italia. Esa imagen condensa a Maradona en todo su esplendor ya que tiene el gesto del guerrero al que no le importan las consecuencias de su acción en el momento previo a la batalla. Ese gesto tan propio de Maradona, que en otro deportista sería solo una anécdota menor acá se resignifica al ser parte del ADN de quizás el jugador de fútbol más importante de todos los tiempos.

Kapadia filmó un episodio de la lucha de clases contemporánea y un fresco emocional sobre uno de los artistas más importantes que tuvo Argentina a lo largo de toda su historia. Una película a la altura de la leyenda de Diego Maradona.

Diego Maradona (Reino Unido, 2019). Director: Asif Kapadia. Edición: Chris King. Música: Antonio Pinto. Entrevistas: Diego Maradona, Víctor Hugo Morales, Daniel Arcucci, Claudia Villafañe, Pelé, Jorge Burruchaga. Duración:130 minutos.

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