Bajo el asfalto existe un mundo distinto
con gente que nunca vio el sol y
no conoce los ruidos.
Sandra Mihanovich
Cualquier análisis histórico, político y social que intente realizarse sobre Estados Unidos en la década del 80 encontrará su fundamento en el cine. Ronald Reagan, actor de Hollywood que accedió al poder presidencial en 1981, definió su forma de hacer política mediante la construcción y manipulación de imágenes.La experiencia en difusión de propaganda la había adquirido, por un lado, en los 60, mientras defendía los valores anticomunistas en la industria del cine al liderar el Screen Actors Guild; y por otro lado, en el período 1967-1975 cuando fue gobernador de California (sí, antes de la llegada de Arnold Schwarzenegger, Estados Unidos pudo darse el lujo de tener al flamante Reagan en ese puesto). Emulando los movimientos tecnicistas, mecánicos y precisos de un titiritero, Reagan hizo de su gobierno un auténtico reality-show en el que el pueblo norteamericano, devenido en público, permanecía hipnotizado frente a la pantalla televisiva contemplando cada uno de sus discursos políticos.
La sátira sobre la situación socio-económica de este mandato gubernamental llegó a los cines en 1988 con la película They Live! de John Carpenter. La fecha de estreno -el 4 de noviembre-,tuvo una carga de sentido agregado: coincidía con el cierre presidencial de Reagan. En 2018, se cumplieron exactamente 30 años de aquél hecho cinematográfico. Sería correcto, incluso, hablar de “hito cinematográfico” debido a que la trama de la película evidenciaba una realidad paralela en la que alienígenas de apariencia humana –en un guiño cómplice a Invasion of the Body Snatchers (Don Siegel, 1956)– habían invadido el planeta Tierra y manipulaban a la humanidad a través de avisos publicitarios, señales de televisión y escaparates, para que obedezca al sistema y no se rebele. El gesto absoluto de Carpenter fue el de designarles a estos monstruos terroríficos el territorio de las clases dominantes. Lo espeluznante de la película se descubría al poder reconocer que la ideología impuesta por los que poseen poder adquisitivo y político se encuentra en el hábitat de nuestro quehacer cotidiano.
Nosotros, segunda película de Jordan Peele, podría recortarse en tres piezas separadas –leyenda, prólogo y acto único– casi como si se la cortara con una tijera. Cada una de ellas adquiere una independencia y autonomía propia: tienen organicidad, lógica interna y reglas específicas. La leyenda señala que en Estados Unidos existen kilómetros de túneles de los cuales se desconoce su función utilitaria. El prólogo, contextualizado en 1986, inicia con la imagen de una mujer sentada en la cama que visualiza fragmentariamente distintos canales de televisión. Imágenes de mujeres en malla, culos en primerísimo primer plano, parejas besándose y una peculiar campaña social –que podría leerse como una parodia a la organización Save the Children y al hit ‘We are the World’ hecho por USA for Africa en 1985–tienen protagonismo en la pantalla. El acto único transcurre en la actual era Trump, en el interior de la casa veraniega de una familia afroamericana. Lo que desata el conflicto es la llegada inesperada de unos invasores que provienen de un mundo paralelo y que piensan, actúan y lucen físicamente igual a los propietarios.
Más allá de plantear un paralelismo entre el régimen de Reagan y el de Trump –cuyas similitudes son fáciles de detectar–, el vínculo entre el prólogo y el acto único pone en evidencia que hay una problemática social que perdura y se mantiene a lo largo de la historia: la lucha de clases. Oportuno heredero de la sabiduría carpenteniana, tal como lo había hecho en ¡Huye!, Jordan Peele renueva los recursos narrativos del género de terror al equilibrar los clímax dramáticos con latiguillos cómicos. La fórmula del chiste casual, inadvertido y pasajero que interrumpe la tensión, angustia y suspenso de la atmósfera es la herramienta característica de su cine. El chiste distiende provocando dos estímulos en los espectadores: risa y reflexión. El cine de Peele es el oxímoron de la risa reflexiva: nos divierte, entretiene, pero nos deja sopesando en cuestiones relacionadas al consumismo y derechos civiles.
Nosotros está plagada de índices e indicios –citas bíblicas, menciones sobre el apocalipsis– que invitan a realizar una especie de “reconstrucción de la escena del crimen”, como sucede en el cine negro, pero aquí no se trata de descubrir quién es el asesino, sino de saber cuál es el auténtico mensaje que vienen a promulgar los “monstruos” que llegan desde abajo del asfalto. ¿Por qué salen a la luz después de tanto tiempo? ¿Por qué se parecen a nosotros? ¿Qué es lo que quieren? El overol de color rojo ardiente y la tijera que portan son núcleos de sentido que aglutinan una problemática vinculada a los estratos más bajos de la esfera social. El mono y la tijera llevan inscriptos el ámbito de la fábrica, de la monotonía, de la mecanicidad de los movimientos de trabajo, de la desubjetivación. La vestimenta producida en serie no conoce de distinción ya que es la misma que usan todos los monstruos, entonces, lo que se pone de manifiesto es que la alienación y la ignominia son las condenas a las que se ha sometido, a lo largo de décadas, a la clase obrera.
Las referencias pop–remeras de la película Tiburón de Spielberg y de ‘Thriller’ de Michael Jackson, así como el nombre ‘Jason’, hijo de la familia, etcétera– son otros indicios que nos permiten producir una hipótesis creativa sobre lo que está sucediendo en la escena. Si bien Nosotros es presentada como una cinta home invasion, lo cierto es que conserva muchos rasgos apocalípticos por lo que deberíamos hablar de ella en términos de película sobre el fin del mundo. De hecho, la lucha de clases en su punto álgido es una auténtica carnicería de cuerpos, de regreso al orden primitivo, de pensamiento salvaje y de supervivencia del más apto. El personaje de Lupita Nyong’o por momentos rememora a la Beatrix Kiddo interpretada por Uma Thruman en Kill Bill (Quentin Tarantino, 2004), la parsimonia y dulzura de su semblante se desequilibran cuando los monstruos intentan arrebatarle un ápice de vida, entonces los chorros de sangre le salpican la cara, le ensucian la pureza de su ropa blanca y el instinto asesino recrudece en su alma como una bomba a punto de explotar.
Nosotros es una película que entretiene y deja un mensaje desestabilizador para las autoridades políticas de Estados Unidos. Parodiando acciones cotidianas –como la compra de una lancha o un auto – Peele realiza una crítica social al modo en que Carpenter lo había hecho en They Live! A pesar de algunos pequeños baches narrativos, la última creación de Jordan Peele es el último gran presagio del cine de terror.
Calificación: 9/10
Nosotros (Us, Estados Unidos, 2019). Guion y dirección: Jordan Peele. Fotografía: Mike Gioulakis. Montaje: Nicholas Monsour. Elenco: Lupita Nyong’o, Winston Duke, Elizabeth Moss, Tim Heidecker, Shahadi Wright Joseph, Evan Alex. Duración: 116 minutos.
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