Desde la muerte del fiscal que “investigaba” la causa AMIA hasta hoy, casi cinco años después, lo sucedido en el baño de su casa en Puerto Madero ha sido uno de los principales argumentos disparados dentro de la famosa “grieta”, ese espacio simbólico que, aunque muchos no quieran aceptarlo, existe desde antes que Argentina sea Nación. Abordar un análisis sobre Nisman, la serie recién estrenada en Netflix, para muchos implica un desafío que a este texto no le interesa pregonar: la objetividad, como se sabe, algo inexistente.

Dando por sentado que quien se acerque a este texto conoce las mínimas cuestiones del caso, cabe empezar el análisis por el título de la serie. No, perdón, antes de eso resulta imperioso denominar (ustedes pongan los nombres que gusten), a cada lado de la grieta: en mi caso utilizaré “globertos o kirchneristas”. Volviendo entonces, el título de la serie es una carnada para pescar globertos, aunque lo más probable es que acabados los seis capítulos que dura, ni se den cuenta. Lo que es peor, catapultados a decir sin sentidos por los medios cómplices, insistirán con que la serie refuerza su teoría del asesinato.

Por el otro lado, así como el título que incluye el nombre de Cristina atrapa a los globertos, también aleja a los kirchneristas. Para estos últimos, no corresponde incluir “la presidenta” dentro de la bajada del título de la serie. Para quienes, antes de verla, sostienen que el fiscal se suicidó, la hoy vicepresidenta de la nación no tiene nada que ver con el caso. Los globertos entonces, verán luz verde en ese título para sentarse a espectar. En tanto, los kirchneristas que por ese título no la vean, estarán comportándose de manera similar a lo que critican. Hay que ver todo lo que uno pueda.

La subjetividad de este texto sentencia que es correcto incluir a la presidenta en el título. Y lo es porque durante todos estos años, los medios de comunicación hegemónicos allí la han puesto. Entonces la serie no le esquiva al bulto, y al utilizar testimonios de quienes sostienen el asesinato, por supuesto vacíos de contenidos y pruebas, salvo para los globertos, las acusaciones a Cristina no se sostienen.

La serie del fiscal que tenía abultadas cuentas bancarias imposibles de justificar comienza por lo que debería ser la cuestión principal: la causa AMIA. Entre imágenes del día de la explosión, del primer juicio y otros archivos más, empiezan a desfilar testimonios de implicados, de periodistas, funcionarios, etc. Claro que el documental puede estar omitiendo información (es elemental, pero hay que insistir en que no existe la objetividad), sirviendo así a propios intereses subjetivos. Por eso la teoría del crimen perfecto del fiscal, supuestamente perpetrado por Cristina u ordenado por ella a un hombre gato que logró entrar y salir del baño sin dejar rastro alguno, no aparece en pantalla (para disgusto del globerto). No nos queda otra, entonces, que analizar lo que sí eligió mostrar su director, Justin Webster, inglés, periodista, productor de documentales “políticos” en diversas partes del mundo, y por supuesto, miembro de La Cámpora. Por ejemplo, constatar si algún personaje se contradice (objetivo), si suena poco creíble (subjetivo), si elude responder (objetivo), o cualquier otra cuestión sospechosa. Este es el punto más alto de la serie, y aunque no hay esperanzas de que un globerto lo acepte, los que han desarrollado la teoría del asesinato, a lo largo de la serie dan vergüenza con sus declaraciones (subjetivo, se).

Bien. La serie tiene buen ritmo, atrapa como cualquiera de las yanquis de asesinatos sin resolver o mal resueltos, que son todas buenísimas. Los capítulos andan en la hora de duración, y redondean de manera clara ciertas cuestiones procesales no tan fáciles de entender. Aporta imágenes de los peritos en la escena del crimen, que si no fuera por gentileza de algún impresentable, el espectador común vería por primera vez (muchos recibimos por WhatsApp las fotos de Nisman muerto en el piso). Si le dieran la oportunidad, a este documental ni siquiera le cabe esa cuestión colonizada que todos alguna vez escuchamos: “yo películas argentinas o sobre Argentina no veo”. Quién la arranque, la abandone y profiera esa excusa, seguramente sea un globerto.

Es imposible para cualquier director condensar todo lo que representa el caso Nisman y el caso AMIA en una serie de televisión, hacerlo entretenido, dejar contentos a todos los espectadores y cerrar el tema. Pero, más allá de eso, este producto es un buen acercamiento a varias cuestiones que subyacen a lo que el título anticipa, incluso con defectos como el de la reiteración. La serie no plantea una hipótesis de lo que pasó. Lo que hace es cruzar muchas voces sobre algunas cuestiones del caso, que no hacen otra cosa que deschavar a los que mienten y no tienen pruebas para fundar sus dichos. Construye indicios desde la muestra de lo podrido.

Tampoco hay revelaciones, la serie no le suma datos nuevos a aquellos que hayan seguido la causa. Y ahí quizá se revela la verdadera intención de la serie, su verdadera arma: exponer y contrastar, aunque sea una porción del tema. Nadie que la vea puede simpatizar con Stiusso. Nadie puede afirmar que Laura Alonso aporta alguna prueba de todas las barbaridades que dice. Tampoco que la gestualidad de Lagomarsino no mienta, aunque sí que declarando da vergüenza; son varios más los que se inmolan en este documental, y eso salta a los ojos de cualquier espectador honesto.

Hay cierto paralelismo entre la causa AMIA y la muerte de Nisman. Lamentablemente todavía no podemos saber qué fue lo que realmente pasó en la explosión de la mutual israelita, pero sí se puede saber quiénes entorpecieron la causa, eso está probado. Conocer quienes entorpecieron ese primer juicio, podría ser una vía de conocimiento para saber quiénes están detrás del atentado. Saber quiénes han mentido sobre la muerte de Nisman también puede ayudar a olfatear por dónde viene la cuestión. En el otro extremo, si hay alguien que sale realmente bien parada del documental, y la música certifica esta apreciación, es la fiscal Viviana Fein. Basta con prestar atención a quién la ataca y quién la defiende.

Hay un tema del que habla el documental y es el mismo que Nisman, y todos los que se han sumado a su denuncia, utilizaron desde el comienzo para ligar a Cristina con su muerte: el memorándum de entendimiento con Irán y las alertas rojas de Interpol. La serie reitera varias veces las imágenes de archivo de Nisman acusando a la presidenta en los estudios, por supuesto, de TN. Y gran parte de la construcción del documental gira alrededor de esta disputa conceptual, que para los kirchneristas facilitaría avanzar en la investigación de AMIA, y para los globertos atentaría contra la misma, y caerían las alertas rojas de interpol. Una cuestión demasiado larga de explicar, pero si el lector llegó hasta aquí, ya sabe de qué estamos hablando. Lo último que deja el documental antes del fundido a negro es la siguiente cita: “Hasta el día de la fecha, las alertas rojas de interpol siguen vigentes”. O sea…

Este texto debió terminar en el párrafo anterior, pero es imposible no mencionar lo que sigue. En el extremo de lo impresentable, el documental toma testimonio de las investigaciones que Gendarmería realizó en el caso. La institución que, en complicidad con el gobierno de Cambiemos, asesinó a Santiago Maldonado, muestra todo el potencial de su patetismo e ignorancia. En consonancia con la idea de encontrar el cuerpo de Maldonado río arriba, como si se tratase de un salmón vivo; para la Gendarmería, el fiscal Nisman, a la hora de su asesinato, estaba drogado, por ende, indefenso. Entonces el hombre gato enviado por Cristina, más otro hombre gato más (enviado por…. ¿Lázaro Báez?) ingresaron en el baño. Uno asesinó al fiscal. El otro se echó un cago mientras el primero finiquitaba la tarea. Apretaron la cadena, acomodaron el cuerpo y huyeron por los pasadizos secretos del edificio. En tanto, Lagomarsino, que se dedica a arreglar teclados de computadora, le prestó el chumbo a Nisman, porque necesitaba un pisapapeles para semejante investigación. Ah, y la mamá de Nisman declaró que sí, que en principio no se acordaba, pero vació las cajas de seguridad de los bancos, con todavía el cuerpo del fiestero calentito.  

Nisman: El fiscal, la presidenta y el espía (Nisman, España, 2019). Guion y dirección: Justin Webster. Fotografía: Lucas Gath. Duración: seis episodios de 60 minutos. Disponible en Netflix.

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