1. En el principio es Mauricio Macri, en uno de esos discursos sin fecha precisa –tampoco se necesita- en los que pretendía focalizar los males de la Argentina en el aparente exceso de empleo estatal. “Me acabo de enterar”, dice, además, como si viniera de otro país. O de otro mundo. En esa oportunidad, le pone nombre propio a lo que para él es “un número escandaloso”, “una estafa”: la cantidad de empleados de la Biblioteca del Congreso de la Nación. Lo que podría haber venido después pudo ser la refutación enfática y confrontativa del discurso. Pero no. Los prohibidos elige un camino algo menos lineal que el enfrentamiento desigual y desparejo. Trata, en todo caso, de poner el dato como un todo que el discurso omite y que es necesario reconstruir.

2. Lo que se pone en evidencia es el lugar que ocupa el número. En el discurso se mencionan dos números –que aquí no vienen al caso- y que pretenden simbolizar el crecimiento desmedido de la planta de trabajadores. Pero si ya la ausencia de la documentación que avale lo que se sostiene y de precisión en cuanto al tiempo en que ocurrió ese supuesto desfasaje son impropias de un discurso que se pretende cuestionador, se revelan como parte de una forma de dirigirse al otro: se omite, se prescinde, porque el número se constituye como lógica y justificación única. Lo más potente es que, en este caso, se omite la relación con el trabajo en sí.  El número suprime la necesidad de explicar qué tareas hacen esos trabajadores y, en ese caso, cuáles se decidirán suprimir. E incluso de explicar cuál es el rol que cumple una Biblioteca como la del Congreso. El número despojado de la función: no es solo el trabajador y su familia lo que dejan de importar, sino el trabajo en sí mismo.

3. Los prohibidos no discute números. No le interesa entrar en el juego del discurso. Pone en escena el trabajo diario, relacionado con la preservación y la puesta en circulación de la memoria histórica. Ni siquiera le interesa abarcar la totalidad: se centra en un pequeño espacio para replicarlo como funcionamiento en extensión. La sección en la que trabaja Silvana Castro –protagonista central del relato- es la que guarda la Biblioteca Juan María Gutiérrez y también la Biblioteca Peronista: ese cúmulo de publicaciones que daban cuenta del gobierno de Perón y que la Revolución Libertadora hizo ocultar.

4. La idea de la prohibición que trabaja el documental parte de esos libros de la Biblioteca Peronista que se ocultaron durante los años de proscripción y fueron recuperados tiempo después. Lo prohibido, en materia política, es el territorio de lo que se pretende negar, lo que se oculta a la visión del otro. Pero lo que hace la película es actualizar el concepto: salir de la prohibición taxativa establecida en el pasado para descifrarla y reconfigurarla bajo formas actuales más sutiles pero con resultados similares. Los prohibidos fue también el nombre de una muestra que durante tres años coordinó la Biblioteca del Congreso, organizando visitas guiadas los días sábado. Desde la asunción del nuevo gobierno, esas actividades fueron suspendidas. Por debajo de la idea de que lo que se suspende es la función de nexo que ejerce la Biblioteca entre el libro y el lector, lo que subyace es impedir el acceso, la puesta en público (“En este momento a esos libros los están omitiendo”, dice la protagonista). Negar la existencia o relegarla a un plano inferior. Lo que pone de relieve la prohibición es la verdadera esencia de su origen: lo que no se permite es el pensamiento de otro diferente.

5. De allí que la dispersión del documental sea, en verdad, aparente. Al irse corriendo del espacio de trabajo de la Biblioteca para reflejar otras cuestiones –marchas de trabajadores, discusiones en el Parlamento, represión a manifestantes-, sin embargo, no los hace funcionar como episodios aislados, sino como representaciones de otras formas de prohibición y negación. Es en ese punto que la referencia original del discurso del presidente, se reconstruye como una formulación política más global. Ya no se trata de la simpleza de un número, sino de su puesta en relación con otros elementos que sostienen eso que el discurso omite: la política como sustrato del ejercicio de poder, la construcción de la sociedad como un número –cuyo resultado final tiene que dar, inevitablemente, cero.

6. Hay un momento revelador en Los prohibidos que la ausencia de una voz en off y de toda remarcación de parte de la directora, deja en un espacio que depende del espectador. Hay otra visita guiada que se muestra, por el edificio del Congreso. Al llegar a la Sala de Lectura, el guía menciona que dentro del edificio, hay lugares lindos e importantes. El lugar lindo es la Sala de Lectura y el importante es el Recinto de la Cámara. Esa distinción es reveladora del espacio que ocupa la Biblioteca en la concepción política del oficialismo actual. Quitarla de la equiparación en el lugar de importancia con las Cámaras es relegarla a un espacio nuevamente negado, a ser, en el mejor de los casos, una especie de decorado vistoso, un ornamento de lo que verdaderamente importa (el lugar donde se votan las leyes que otorgan poderes al Ejecutivo). De allí que lo que se pone en tensión es la idea del Congreso como escenario y como reservorio. El primero es un espacio multiplicado hacia su entorno que lo construye como epicentro del ejercicio del poder y de la resistencia de los que lo sufren (y no es casual que la cámara prácticamente no se aparta del edificio, salvo para seguir a su protagonista). El segundo es el que por debajo de ese escenario, se mantiene desconocido, pero constituye los cimientos sobre los que se asienta lo que se ve. Son esos cimientos, los que le interesa poner en pantalla a Los prohibidos no solamente para revelarlos, sino para, de esa manera, contestar desde otro lugar al discurso numérico del presidente.

Los prohibidos se proyecta en carácter de pre-estreno el martes 21 de mayo en el Espacio Cultural de la Biblioteca del Congreso de la Nación, en el marco del FICIP (Festival Internacional de Cine Político)

Calificación: 7/10

Los prohibidos (Argentina, 2019). Dirección: Andrea Schellemberg. Duración: 65 minutos.

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