Subjetividad y Memoria. A través de la vida se va conformando la subjetividad; una tarea que no cesa. No solo para cada cual, sino para los demás. Para quienes nos rodean, leen, interpretan, conocen: comenzamos a presentarnos previsibles para el mundo circundante. Por eso, cuando alguien muere, también desaparece todo ese campo de subjetividad. Se produce algo que en más estará condenado a ser un vacío. Soportable si la muerte se encuadra en lo previsible, por causas naturales. Más traumático si se produce por un hecho fortuito. Pero mucho peor si el cuerpo desaparece

En tal sentido, los tiempos del terrorismo de Estado (el terrorismo por excelencia) ofrecen un enorme vacío. En el caso argentino, la cifra de treinta mil desaparecidos llama a ser pensada no desde un distanciado plano general en un orden mental, como si el hecho se presentara ajeno, más bien, la Memoria se instala en los cuerpos y, mientras la justicia no termine de compensar el inenarrable daño infringido al cuerpo social, las heridas de aquellos años continúan supurando.

Las luchas por la Memoria entran en colisión con las embestidas estatales del gobierno actual a favor de un mero recuerdo de los hechos vaciados de contenido, de política. Invisibilizar la historia, y por ende los motivos de las desapariciones, es una plataforma para las teorías negacionistas del horror, como la exhibida por el líder nazi Alejandro Biondini sobre la Shoah, al expresar hace pocos años en un programa televisivo que “todo lo dicho desde 1945 a la fecha es falso”. La promoción de la desmemoria en dirección a una imposible tabula rasa histórica encuentra en las declaraciones del ministro Esteban Bullrich sobre Anna Frank un exponente de lo más didáctico y esclarecedor de la avanzada mediática sobre aspectos simbólicos de la sociedad. El sociólogo Horacio González supo decir hace unos días que ”el poder lingüístico del macrismo significa la anulación del tejido social y de la constitución de una nación como tal. El macrismo actúa como si no tuvieran historia”.

Dadme un cuerpo. Pero más allá de las luchas simbólicas, el cuerpo no solo es subjetividad. También es una masa, un volumen y todo lo que alberga. De hecho, una de las evidencias más cabales del horror en un aparato de Estado criminal son aquellos restos humanos que más se asemejan a lo imperecedero: los huesos.

Los sucesivos hallazgos de restos óseos por parte del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) desde 1984 a la fecha, remueven el horror de los tiempos del terrorismo estatal por parte del conjunto de las FF.AA. en América Latina. Pero no solo permiten integrar tales hallazgos a la historia, además representan para los deudos que buscan esos cuerpos hace décadas el fin de una agonía. Este es el eje del documental La memoria de los huesos de Facundo Beraudi.

Desde el título, para Beraudi, los huesos tienen memoria. Efectivamente: cráneos con orificios de bala develan las ejecuciones, restos de ropa develan identidades, el estado de los  restos óseos develan edad, sexo y otros datos que contribuyen a darle mayor consistencia a la historia de los peores años del país.

Apertura. La toma aérea en función de brindar un marco global, abarcativo y distante, suele hallarse en sendos pasajes del cine, desde documentales hasta en cine narrativo. A través de este mismo recurso, la apertura de la película se presenta desde un recorrido aéreo sobre edificios de la Ciudad de Buenos Aires, a partir de un encuadre cenital. Zonas urbanas, una villa y el final de este prólogo: una imponente vista de la pirámide de Mayo con los símbolos de los pañuelos en derredor. Es este el momento en que sobreimprime el título. Pero la recorrida por la ciudad dista de presentarse armónica: las voces en off con testimonios de familiares de desaparecidos, frustran la postal turística. La promoción de la memoria comienza aquí.

Quienes todavía buscan. El montaje de toda la película combina fragmentariamente las historias de quienes hasta hoy día no tuvieron novedades de sus deudos con quienes felizmente fueron notificados del hallazgo de los restos, pudiendo dar un cierre a una etapa tan larga como agónica. En el marco del acto por los 30 años del EAAF aparece Lita Boitano (presidenta de Familiares de  Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas), quien aun no teniendo novedades del cuerpo de sus dos hijos, suele presentar buen humor en cada aparición pública. Aparece también Julio Morresi, fallecido en marzo del año pasado. Gracias al EAAF, Morresi pudo encontrar los restos de su hijo Norberto. En el marco del acto dijo que “La declaración de ellos (el EAAF) fue totalmente fulminante para los asesinos genocidas porque la justicia determinó la verdad de lo que habían hecho”.

Los planos del silencio. Como caso inverso, cerca del final de la película, un primer plano de Chicha Mariani expresa: “Qué pena que hayamos pasado por todo esto. No paré un solo día…”. El plano de Beraudi sobre el rostro de Chicha, persiste unos segundos, los suficientes para vincular al espectador con su sentir más que con sus palabras. Se trata de uno de los planos más persistentes de La memoria de los huesos: la expresión, sobre todo los ojos, de quien aún no halló a su nieta secuestrada en 1976 con solo tres meses de edad, se instalan casi inevitablemente en el cuerpo del espectador. Otro plano tan contundente como envuelto por un silencio que no quiere ser interrumpido es el de David Toubes, hijo de padre desaparecido encontrado por el EAAF. El hijo contempla a su padre en una mesa, siendo hoy un montón de huesos acomodados de forma que, mínimamente, se organicen como un cuerpo. Un plano detalle del cráneo lo muestra con un orificio de bala en su costado izquierdo.

Montaje latinoamericano. El EAAF no solo trabaja en Argentina: también en otros lugares de Latinoamérica, Europa, África y Asia. Entre los casos seleccionados, Beraudi decide exhibir el de Rosa Amelia Menjivar, asesinada en 1983 durante un bombardeo por parte de las FFAA salvadoreñas. Su hija Roxana concurría periódicamente al lugar donde tentativamente pudo haber tenido lugar el hecho, y enclavó una cruz provisoria para visitar periódicamente, para tener una referencia. En la película asiste a los trabajos de la delegación del grupo. Señala el posible terreno físico, concurre a las excavaciones y al final presencia el hallazgo de los restos de su madre. “Para mí es bien doloroso porque es remover el dolor -expresa entre lágrimas-, pero al mismo tiempo es alegría porque me la voy a llevar cerca de donde yo vivo, y le vamos a dar una Santa Sepultura”. Antígona parece resurgir.

Contemplación. El documental en su forma más tradicional parece promover una distancia más contemplativa que participativa. La cámara de Beraudi elige no ponerse en evidencia. El tema parece estar por delante de la forma de la película. Se trata de una cámara que no informa, sino que apuesta a un contrato con quien ya tiene una relación o compromiso previo con los Derechos Humanos y con la temática misma. No se dedica a ilustrar sobre quienes son el EAAF, sino a seleccionar momentos y climas. Una cámara que contempla, y que confía en que tal contemplación acerca al espectador a una dimensión expresiva.

Trascendencia. La estructura planteada en La memoria de los huesos necesita pensarse desde la idea de trascendencia. Un familiar de víctima del terrorismo de estado le dice a otro que siempre tuvo asumido que sus padres no iban a aparecer, pero que sus tíos estaban seguros de que “los iban a ver”, y expresa algo muy elocuente: “Yo sentía que para poder enterrarlos, para poder decir ‘están muertos’, yo tuve que darles vida primero”. Tanto los testimonios recolectados en la película como en ciertos pasajes que se centran sobre todo en la percepción de las situaciones, llevan a pensar la necesidad de (re)actualizar la memoria como concepto, establecer nuevos parámetros para pensarla ante la embestida que promueve una miserable clausura de los años del terror.

Picando. La pregunta que se desprende es, si en tal necesidad las nuevas cámaras no deban pensarse  en función de un espectador que vaya más allá de lo contemplativo. Las preguntas de siempre resurgen: ¿Cómo interpelar el anonimato habitual de quien ocupa la cómoda butaca?  ¿Cómo promover que el espectador no solo tome partido, sino que se convierta en sujeto activo de los acontecimientos?

La memoria de los huesos (Argentina, 2016), de Facundo Beraudi, c/ Lita Boitano, Roxana Menjivar, Chicha Mariani. 78´

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