Atención: Se revelan detalles del argumento.

La escena inicial es enigmática: vemos a unos niños en una secuencia confusa donde un caballo resultará herido de muerte, a lo que sigue un fundido a blanco. Luego, una toma panorámica de la ciudad, los suburbios. Puertas adentro de una casa cualquiera, una escena más o menos íntima, de unos jóvenes enamorados. Sean Falco (Robert Sheehan), es un muchacho algo confundido respecto a sus prioridades y anhelos profesionales, que quizás quiere convertirse en fotógrafo. Su novia, Riley Seabrook (Jacqueline Byers), es una estudiante aparentemente aplicada. Él le sacará alguna foto comprometida a ella, para uso exclusivamente personal.

Sean trabaja estacionando coches en un restaurante de cierto nivel. En realidad, el trabajo como aparcacoches es una fachada (o un medio), para perpetrar robos de poca monta. Junto a su colega Derek (Carlito Olivero), vienen perpetrando estos delitos desde hace rato. Mientras los clientes del restaurante se relajan para disfrutar la estadía, ellos retornan, gracias a los registros del GPS, a las casas de sus dueños, aprovechando su ausencia y las llaves disponibles. Siempre que no roben objetos de gran valor, el sistema es efectivo. En algún momento, le toca el turno a Cale Erendreich (David Tennant). Lo que prometía ser un robo de rutina, se convierte un episodio siniestro.

Cuando Sean Falco ingresa ilegalmente en el domicilio de Cale Erendreich descubre, en una de las habitaciones, a Katie (Kerry Condon), una mujer secuestrada y maniatada. En el fragor de los acontecimientos, Sean Falco no sabe cómo reaccionar. Su primer impulso es liberar a la chica, pero luego da marcha atrás. Presumiblemente, porque no tiene una justificación razonable para estar allí. Entonces se escapa y la deja donde la encontró, pero después lo carcome la mala consciencia, le agarra culpa. Intentará denunciar la situación ante la policía, de manera anónima, pero la policía no consigue sacar nada en limpio. Cale Erendreich tiene coartada y luce y se comporta como un tipo ordinario.

Por su parte, Cale Erendreich advierte enseguida la tentativa frustrada de robo y no demora demasiado tiempo en atar cabos y descubrir la identidad de Sean Falco. Entonces, lo que vemos en la pantalla no es más que una variación de la vieja fórmula del “cazador cazado”. Cale Erendreich se encarga, a través de ciberespionaje e ingenio maligno, de hacerle la vida imposible a Sean Falco. Difunde las fotos íntimas de Riley, se encarga de enemistarlos. La trama se complejiza a través de varios ejes: por un lado, Cale Erendreich perpetrando su venganza y borrando sus huellas ante la policía. Por otro lado, Sean Falco tratando de salvar a Katie, de alguna manera todavía desconocida.

Luego sucederán varias situaciones que no son más que variaciones y posibilidades, que pivotean sobre los mismos ejes argumentales. En algún momento, el guion comienza a hacer aguas, la película se deshilacha, hasta volverse abiertamente improbable, cuando no absurda. No obstante, sostiene su ritmo. Resulta, pese a todo, una película muy dinámica. Se abren numerosas subtramas y líneas argumentales, con desenlaces discutibles. Básicamente, el director se preocupa por subrayar la personalidad obsesiva y trastornada del villano, que podría ser un villano de antología, si la película fuese apenas un poco más sólida.

Sea como fuese, Sean Falco, que comenzó siendo un ladronzuelo, se transforma progresivamente en un héroe (o algo parecido). Libera a la chica y ganan los buenos (o algo parecido). Hacia el final, la película resultará fallida, pero no por un problema de guion exactamente, sino, más bien, porque no encuentra su tono, su espíritu. Falla en revelar y comunicar su ideología; y una película de semejante tenor y calibre, no puede permitirse dicha ausencia. De lo contrario, no hay concepto, sólo una acumulación de escenas efectistas.

Latidos en la oscuridad tuvo el potencial para ser una película imborrable. Uno de esos thrillers que vehiculizan ideas poderosas, que trascienden al cine. Con apenas algunas modificaciones, podría haber revelado la incompetencia policial, la supremacía del dinero en una sociedad neurótica, la corrupción clasista. Lamentablemente, se conforma y limita a escasas ambiciones. En definitiva, una película dinámica, atrapante, cuyo goce dura lo que dura la función, pero que se olvida al siguiente día.

Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan, Estados Unidos, 2018). Dirección: Dean Devlin. Guion: Brandon Boyce. Fotografía: David Connell. Edición: Brian Gonosey. Elenco: David Tennant, Robert Sheehan, Kerry Condon. Duración: 110 minutos.

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