relatos-salvajes-posterNo termino de estar seguro de si quien probablemente sea el mejor director de cine industrial argentino en actividad hizo realmente una película. Relatos salvajes, se sabe, está compuesta por seis episodios más o menos breves, aislados. Algo en la naturaleza de esos episodios hace pensar más en una idea para una serie de televisión que en una obra completa; las historias no se tocan y no tienen entre sí nada en común más allá de una idea rectora un tanto abierta y una estructura parecida: la situación cotidiana que de pronto estalla. Szifrón se vale de todos los recursos de los que dispone el gran cine (ese que en Argentina casi no existe) para meter todo y a todos, para ampliar, agrandar, agigantar el espectro de sus historias, tanto dentro de la pantalla como afuera. Aquellos que crean que la diferencia entre cine y televisión es únicamente de presupuesto probablemente no tengan problema en creer que Relatos salvajes es la gran película argentina del año.

Otro problema que se me presenta para tratar de definir a Relatos salvajes como una película tiene que ver con la estructura interna de los episodios. Si bien uno podría juzgar que cada uno de los que la componen está más o menos logrado (y en este sentido creo que el protagonizado por Rita Cortese es ampliamente el mejor), hay algo en su acumulación que termina generando un ripio. Cuando vemos el primero de estos relatos salvajes, probablemente lo que gana es la comedia y la sorpresa (asociados, por supuesto). En el segundo gana la tensión. Pero ya cuando la cosa comienza a estirarse (y los episodios se van volviendo progresivamente más largos) pasa algo diferente. Szifrón sabe lo que hace y en ningún momento las piezas de sus tramas fallan o erran, pero al acumularse ponen demasiado en evidencia sus mecanismos. Las historias que vemos, una detrás de otra, en Relatos salvajes son, en definitiva, siempre la misma: individuos enfrentados a lo que consideran una injusticia (un hecho aislado que en realidad concentra y desvía la atención de un problema mayor) y reaccionan frente a él de forma desbordada. Cuando el impacto de esa historia comienza a desgastarse (y lo hace de forma acelerada por la acumulación que se nos propone), lo que queda al descubierto son los huesos del mecanismo. Y cuando el mecanismo perdió su encanto (cuando el efectismo pierde su efecto) lo que nos va quedando es bastante poco.

OLYMPUS DIGITAL CAMERASupongo que Szifrón apuesta a que la magia se sostenga y lleve al espectador hasta la otra orilla. Apuesta clásica. Pero si nos soltamos de su mano (y, en mi caso, eso pasó incluso mientras veía la película por primera vez) Relatos salvajes pierde casi todo su interés. Esto, por supuesto, podría aplicarse a casi cualquier película. El verdadero problema que plantea Relatos salvajes es si el propio Szifrón, tan meticuloso y tan habilidoso, no es también consciente de esto. Cualquiera de sus relatos está razonablemente bien (con grados y objeciones que uno pudiera hacerle a cada uno en particular) pero su acumulación (eso que podríamos llamar “la película”) termina generando un efecto totalmente distinto. El efecto es frío, distanciador, al igual que el tono sombrío, supuestamente irónico de los relatos. ¿Ese es su objetivo: pelar las capas del gran espectáculo con sus mejores herramientas para poner en evidencia el aparato?

¿Qué es Relatos salvajes? ¿Dónde está la película que quiso hacer Szifrón? Eso que podrían haber sido seis películas entretenidas terminó conformando un artefacto multiforme, tentacular, capaz probablemente de llenar salas; en definitiva, un artilugio inquietante no por lo que parece decir (sobre lo que seguro se discutirá largo y tendido) sino por lo que es: la manifestación más cruda y evidente de la forma del gran espectáculo.

Aquí puede leerse un texto de Gabriela López Zubiría , un texto de Gustavo F. Gros, otro texto de Marcos Rodríguez, un intercambio entre Marcos Vieytes y Gustavo Gros, un texto de Ignacio Izaguirreun texto de Pablo Ventura y el relato de la conferencia de prensa de Luciano Alonso sobre la misma película.

Relatos salvajes (Argentina, 2014), de Damián Szifrón, c/Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Erica Rivas, Darío Grandinetti, Julieta Zylberberg, Oscar Martínez, Rita Cortese, María Onetto, Nancy Dupláa, Osmar Nuñez, 122′.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: