El grupo de cine político de vanguardia conocido como ‘Dziga Vertov’, en honor y homenaje al cineasta soviético, tuvo vigencia durante los años que van de 1968 a 1971. En realidad, más que un grupo fue una intención, por parte de su mentor y único miembro estable Jean-Luc Godard, de asociarse y trabajar junto a otros cineastas y realizadores de manera colectiva. Experimento que funcionó con altibajos pero que, tomado en conjunto, ocupa un lugar de privilegio en la historia del cine. Hagamos un breve repaso, película por película.

Una película como cualquier otra (1968): Justo después de los sucesos de mayo del 68, Jean-Luc Godard, que con la realización de La Chinoise demostró una inclinación e interés por el cine político, decide realizar esta película documental, de carácter vanguardista y experimental (que no será una película como cualquier otra, en lo más mínimo). En ella registra una charla entre un grupo de militantes buscados por la policía. Como no puede mostrar sus rostros, se las ingenia para que la cámara nunca los tome de frente, para no poner en riesgo sus identidades. La película será, entonces, un inmenso debate atravesado por la discrepancia y los acuerdos, las contradicciones mismas de la teoría marxista, de cara a los acontecimientos recientes; el valor de la huelga, el sentido y las posibilidades de una revolución efectiva y otro tanto. Los jóvenes permanecen tirados en el pasto, discutiendo en las inmediaciones de la fábrica Renault. A su manera, al interesarse por la teoría y práctica revolucionaria, Jean-Luc Godard ya está realizando un cine revolucionario.

Si bien es cierto que la película tiene algunos aciertos formales, en conjunto resulta confusa y las discusiones parecen girar en círculos. Creo que tiene un valor histórico para entender y comprender al grupo ‘Dziga Vertov’, pero nada más. Los debates pierden actualidad y vigencia escena tras escena y, además, presenta una contradicción de base en lo que será la ideología misma del grupo, una vez constituido. Esto es, oponer el cine documental de testimonio o acción en vivo al cine documental de laboratorio. Esta oposición es la que, en el futuro, llevó a Jean-Luc Godard a rechazar la película 1 PM. Como bien explica Kaja Silverman en el libro A propósito de Godard (conversaciones con Harun Farocki), para Jean-Luc Godard documental significa contingencia, lo no planificado. Sin embargo, siempre existe un guion, una dirección, una intención ideológica o narrativa. En cualquier caso, el grupo Dziga Vertov no sólo está lleno de contradicciones y tensiones ideológicas, sino que esas contradicciones y tensiones son su mejor expresión.

British Sounds (1969): Jean-Luc Godard le propone una sociedad a Jean-Henri Roger, militante maoísta, para filmar una película por encargo de la televisión inglesa (London Weekend Television), que financia el proyecto basándose en el prestigio del cineasta. Sin embargo, cuando ven el resultado final se niegan a difundir la película. Para entonces, el grupo Dziga Vertov ya estaba conformado y las intenciones eran claras: realizar un cine de resistencia, anti-burgués, anti-imperialista. Básicamente parten de la base de que el cine es funcional al capitalismo y quieren dinamitar su estructura desde su propia base. Influenciados por Bertold Brecht, que proclamaba que el arte no debe representar al mundo con imágenes complejas, procuran reducir al mínimo la complejidad de las imágenes. Toda la película será una sucesión de largos planos-secuencia, que encierran, por lo menos, una gran idea por escena.

Pese a su corta duración (54′) consigue captar con gran acierto y dinamismo todas las tensiones ideológicas sucesivas. El marxismo, según Jean-Luc Godard, no se interesa por la ideología sino por la manera concreta de llevar a cabo la revolución. Partiendo de esa base, British Sounds pone en acción cierta ideología revolucionaria. La respuesta personal de Jean-Luc Godard acerca de qué hacer es una respuesta filosófica y práctica. En su caso, una película.

Aunque muchas frases y eslóganes utilizados hayan caído en desuso, hay algo inmortal e imperecedero en British Sounds y es que retrata ciertas situaciones específicas, ancladas a un momento y una época, pero desmarcadas y corridas de todo tiempo y lugar, bajo el influjo y poder de las imágenes y el mito. Seguramente Jean-Luc Godard se horrorizaría de este comentario, al que encontraría escandaloso, pero es cierto. Una bandera inglesa atravesada por un puño tiene un poder y una fuerza que atraviesa todo contexto particular, convirtiéndose en una alegoría digna de interpretarse de múltiples maneras. Por más esfuerzo que se ponga, no se puede hacer nada contra la autonomía de las imágenes, contra su poder y su fuerza independiente del contexto.

British Sounds está repleta de escenas, de imágenes de gran impacto que consiguen despegarse del contexto ideológico en el que fueron concebidas y continuar generando y creando nuevos sentidos y nuevas ideologías. Se trata de una película-fuente, sobre la que siempre se puede volver, sin que defraude jamás.

Pravda (1969): La película toma su nombre de un periódico del Partido Comunista Soviético. En ruso, Pravda significa verdad. Desde luego, es uno de los grandes temas que preocupan a Jean-Luc Godard. ¿Cómo y hasta qué punto el arte puede reflejar y contener la verdad? ¿Cómo se ocupa el cine de reflejar y contener la verdad? En la eterna lucha de clases, en la eterna tensión entre la lucha de clases, también hay una dominación, una apropiación, por parte de la burguesía y las clases dominantes, a propósito de las imágenes. Pravda intentará documentar cierto estado de situación en Checoslovaquia. ¿Cómo funciona el socialismo en Europa oriental, bajo la influencia de la URSS? Se trata de un documental militante, financiado por Grove Press, que resulta una dura crítica a la utopía socialista. De manera simple, la película pone en entredicho la utopía socialista al retratar la vida cotidiana y la rutina de ciertos sujetos cuya cotidianeidad aparentemente desligada de la política los vuelve serviles a un sistema que se volverá en su contra. Es, también, una película pesimista. El cine, como una serpiente que se come su cola, aparece constantemente atrapado en un sistema funcional a la burguesía.

Viento del este (1970): El contexto del que surge la película es bastante interesante e inusual. Un mecenas italiano decide reunir a los cineastas contestatarios de mayo del 68 y encargarles una película colectiva. Se reúnen en Italia Jean-Luc Godard, Daniel Cohn-Bendit, Marco Ferreri, Glauber Rocha y otros. El proyecto naufraga de inmediato, reina el caos, la mayoría de los convocados dilapidan el dinero en discotecas y vino. Jean-Luc Godard está desesperado, se pelea todo el tiempo con Daniel Cohn-Bendit, que quiere hacer un western de izquierda (Jean-Luc Godard piensa que es absurdo, que el western siempre es reaccionario). Le escribe un telegrama a Jean-Pierre Gorin, quien viaja de inmediato a Italia y, entre los dos, toman el control de la situación. Viento del este se convertirá, entonces, en la película-manifiesto del grupo Dziga Vertov.

La mezcla de cine documental y cine narrativo arroja como resultado una experiencia desconcertante. Reaparecen todos los tópicos que preocupan al grupo Dziga Vertov sobre el poder de las imágenes, sobre la tensión ideológica del marxismo, la lucha de clases, la aplicación práctica y concreta de la utopía revolucionaria y el papel fundamental del cine como herramienta de propaganda política. También aparecen escenas sueltas que remiten al western, pero sin ningún argumento. ¿Símbolos abandonados, donde es posible rastrear un significado inaplicable? En cualquier caso, elementos que enrarecen la película, de manera incuestionable y sugerente.

Luchas en Italia (1970): Es la más radical de las películas del grupo, presidida por el intento de adaptar un texto teórico de Louis Althusser (Ideología y aparato ideológico del Estado). La teoría de Louis Althusser es que la ideología tiene una existencia material que no está en una esfera separada del mundo, la esfera de las ideas. Antes bien, la ideología se manifiesta en cada una de las prácticas cotidianas. Con esta película, el grupo Dziga Vertov va a contrapelo del cine militante de entonces, que pretendía llegar a las masas, expresar cierta ideología de manera simple, para que todo el mundo pueda identificarse y participar. En su lugar, Luchas en Italia es una película pensada desde una minoría, para una minoría. No busca propagar o adaptar las teorías marxistas para las masas, sino que se preocupa de la especificidad de la práctica marxista, para el grupo reducido de intelectuales militantes.

No obstante, desde lo formal, es una película más tradicional. Es posible identificar sin mayores dificultades a un personaje, con una historia detrás. Hay, por primera vez, un argumento más o menos comprensible. Paola Taviani, una joven militante que pertenece a la burguesía y, como tal, se siente en conflicto con su propia clase, decide ir a trabajar a una fábrica para comprender y asimilar mejor ese otro mundo que defiende desde la teoría. La idea es profundamente maoísta. Sin embargo, lejos de ser una apología hacia el final se vuelve una dura crítica. La película fue financiada por la RAI (la televisión pública italiana). Sin embargo, al ver el resultado final, se negaron a transmitirla. La actriz toma conciencia de ser una actriz, que le habla al pueblo italiano. Esta paradoja, del arte volviendo sobre sí mismo, funciona como expresión de un intelectualismo radical.

Vladimir y Rosa (1970): Inscrita en el género de falso documental y drama judicial, la película toma el, así llamado, proceso de los ocho de Chicago, un caso real contra militantes americanos (entre los que se cuenta uno de los Panteras Negras) para realizar una sátira de dicho juicio. Algunos pasajes, no obstante, son reproducidos textualmente. La película fue financiada, nuevamente, por Grove Press, que le da a Jean-Luc Godard absoluta libertad creativa y si bien la intención era filmar una película militante en Palestina el resultado fue esta película, que tiene algo de inclasificable y resulta absolutamente lúdica. Es, sin perder de vista su intencionalidad política, una película realizada por puro gusto. Es la primera vez que Jean-Luc Godard aparece como actor. Lo hace junto a Jean-Pierre Gorin, curiosamente como un dúo cómico. Si bien la película no es exactamente graciosa, ellos aparecen con obvias intenciones satíricas y caricaturescas. Tanto así, que usaron como modelo a Jerry Lewis quien, originalmente, iba a formar parte del proyecto.

Es la última película del grupo Dziga Vertov como tal, aunque luego le seguirá 1 PM de la que Jean-Luc Godard intentará desligarse. Vladimir y Rosa tiene momentos grandiosos, inolvidables. Al apostar a un cine manifiestamente rupturista, consigue secuencias propias del más puro surrealismo, como cuando Jean-Luc Godard y Jean-Pierre Gorin discuten complejas teorías marxistas en una cancha de tenis, mientras esquivan las pelotas de un partido en curso.

1 PM (One Parallel Movie) (1971): Originalmente, la película iba a llamarse 1 AM (One American Movie), pero las discrepancias entre Jean-Luc Godard y D.A. Pennebaker fueron tan irresolubles que en lugar de ser una película americana se volvió una película paralela (incluso puede interpretarse las siglas del título, como One Pennebaker Movie). En cualquier caso, la asociación con Jean-Luc Godard es inevitable toda vez que lo vemos a él en pantalla, dirigiendo la película. Aunque lo niegue, su influencia es incuestionable. Pasa de ser un mero invitado, a ser el alma creativa. Incluso aunque no haya participado del montaje final. El gran conflicto es ideológico. El grupo Dziga Vertov se desmarcó del cine militante de entonces al rechazar el registro documental de laboratorio. En su lugar, 1 PM no parece intentar otra cosa, ya sea registrando el discurso de Elridge Cleaver, líder de los Panteras Negras, el recitado de Jones LeRoi o, incluso, el recital en vivo de Jefferson Airplane desde la azotea de un edificio ubicado estratégicamente detrás de la compañía RCA (recital que, obviamente, es interrumpido por la policía local).

Aunque podamos entender e incluso aceptar las objeciones ideológicas de Jean-Luc Godard, lo cierto es que 1 PM es una de las películas más ágiles y divertidas (sin ser graciosa) de las que componen el grupo Dziga Vertov. La escena en la que irrumpen en el aula de una escuela pública del gueto para desmitificar el poder de la publicidad tiene una frescura y espontaneidad irrepetible.

Y así terminan las aventuras del grupo Dziga Vertov, salvo alguna publicidad perdida para la televisión donde Jean-Luc Godard se aprovecha de su renombre para burlarse de la industria que lo financia. El ejercicio se repite a menudo. Una vez que los productores le pagan, a cambio de su libertad creativa, Jean-Luc Godard busca, a propósito, un cine, un producto, imposible de tragar, que va a contramano de todas las convenciones que utiliza. En ese gesto se cifra, más que en cualquier otra cosa, un activismo político radical. Por ejemplo, en 1971 aceptó realizar una publicidad para una loción para después de afeitarse (Schick Commercial), donde una pareja se pelea por cuestiones políticas. Cuando él abre la loción de afeitar, todos los problemas se resuelven, como por arte de magia. Durante este período, lo que Jean-Luc Godard intentó hacer fue poner en evidencia la contradicción, la tensión, entre el cine burgués que se apropió de las imágenes, de cierta manera y uso narrativo, y otro tipo de cine posible, que no se somete a la lógica de un mercado capitalista. Este ciclo de películas surge de esa intención, loable y temeraria.

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