Hay veces en que la película te atrapa en los primeros diez minutos, o incluso antes, y que transcurridos los quince ya estás convencido que, sea como sea, acabará muy bien. Hogar es un ejemplo de estos: atrapa, promete y no decepciona. Y también deja alguna sub-trama para pensar.
Esta película dirigida por David y Álex Pastor comienza con un planteo muy similar al de La chispa de la vida (2011), un peliculón de Alex De La Iglesia, aunque rápidamente viaja en otra dirección. La trama presenta a un publicista venido en decadencia sumido en una situación límite. A diferencia de La chispa de la vida, Hogar se inscribe rápida y únicamente en el thriller, y por más grotescas que puedan parecer algunas escenas, está película no deja espacio para la gracia.
Lo puesta en escena, la fotografía y el trabajo de cámara no desentonan ni llaman por demás la atención. El fuerte de Hogar radica en la trama, en las actuaciones y en una narración excepcional, que con notable sutileza encausa el recorrido lógico e inesperado que todo buen thriller necesita. La estrategia del suspenso no solo permite esconder muy bien la revelación final, también recorta la especulación, porque la intriga crece segundo a segundo, a pasos fuertes y pequeños, poniendo la siguiente incógnita a tan sólo escasos minutos entre escena y escena. No solo no sabemos cuál es exactamente el plan final que se propone el protagonista, tampoco sabemos a dónde se está dirigiendo, ni qué trama en lo inmediato.
Es así que este publicitario en desgracia llamado Javier Muñoz (excelente Javier Gutiérrez Álvarez), no anuncia en sus parlamentos qué está por hacer. El espectador es capaz de imaginar sus acciones a partir de sus gestos, de las transformaciones en su personalidad, y así anticipa en parte qué es lo que se viene. No hay una escena de más, ni una escena de menos: el ritmo funciona a la perfección. Y los demás protagonistas acompañan perfecto, incluido el extraño caso del galancete que actúa siempre bien: Mario Casas.
Hogar es como Un día de furia, pero transcurre en un lapso de tiempo mayor. Y en igual sentido que esta, y a diferencia de La chispa de la vida, el protagonista incomoda, causa rechazo. Lo causa porque en él se personifica la peor reacción a una situación franqueable. Ese rechazo es un fino equilibrio que debe verse como virtud, porque muchas de las miserias expuestas, como la del jardinero, son las que interpretadas apenas diferentes podrían cambiar el género de la película. Como extremo de esa línea podría señalarse al antihéroe, también español, Torrente.
Si nos ponemos en jodidos, hay un detalle que podría pasarse por alto y quizá esa no sea la intención de la película. Es decir, la inclusión de un elemento deja en pelotas por un rato a algunos espectadores. El elemento en cuestión son unas fichas de Alcohólicos Anónimos, que en cierto momento de la película funcionan como una señal importante sobre a dónde se dirige la trama, y que quizá no sea un objeto tan conocido por la mayoría. Pero repetimos, poniéndonos en jodidos. Poniéndonos menos jodidos, el final de la película no está a la altura de todo el resto. Pero no porque falle, simplemente porque en el afán de que triunfe el mal para así sorprender con algo quizá atípico, la historia se decanta sin obstáculos y sin una gran sorpresa. Aún así, a Hogar la salva y la consagra su humildad, la simpleza de su única y robusta trama. Y hasta quizá lo que desliza: el debate sobre el mundo de la publicidad, el mundo del trabajo, y cómo el sistema te desecha cuando te exprimió todo el jugo.
Calificación: 6.5/10
Hogar (España, 2020). Guion y dirección: David y Álex Pastor. Fotografía: Pau Castejón. Montaje: Martí Roca. Elenco: Javier Gutiérrez, Mario Casas, Bruna Cusí, Ruth Díaz, Iris Vallés Torres, Cristian Muñoz. Duración: 103 minutos. Disponible en Netflix.
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