Todo el mundo está hablando mucho y va a seguir hablando mucho sobre el final de GOT. Y es que dicen que es la serie más vista en la historia de la televisión y se terminó el domingo. Hablarán con odio, con bronca; otros no, todo lo contrario. Es así, no se puede evitar. La serie que mató a su protagonista en la primera temporada, y siguió matando a todo personaje con el que te encariñaras; que empoderó a las mujeres antes de que estuviera de moda hacerlo, que no hacía lo que era correcto, sino lo que le daba la gana, y que tuvo, por sobre todo, una grandísima construcción argumental, llegó a su final. Acá vamos a brindar un análisis sobre la última temporada, basándonos en conceptos formales de guión.

La octava temporada vino con la consigna de ser el final de la serie. Desde que terminó la sexta entrega, la historia de Game of Thrones viene apuntando hacia su final. Los guionistas que adaptaron los libros de George R.R. Martin, se quedaron sin material de adaptación. A partir de la séptima temporada, Weiss y Benioff tuvieron que cambiar su forma de trabajo. Pasaron de adaptar a crear. Es muy distinto dibujar sobre un dibujo, intentando extraer de él lo que sea más interesante para tu historia, que comenzar un dibujo desde cero, o lo que en este caso sería, terminar el dibujo por tu cuenta. No vamos a plantear esto como defecto, sino como un cambio en la forma de trabajo. También es importante tener en cuenta que a partir de la cuarta temporada, el nivel de espectadores que seguían a GOT, no tiene absolutamente nada que ver con la primera. Y es algo que lamentablemente influye a la hora de producir una serie.

Desde el momento en el que se dejó de adaptar, los guionistas optaron el camino de cerrar tramas y dejar de abrir incógnitas. En la séptima temporada muchas de las tramas que se habían abierto después de la muerte de Ned Stark empezaron a caminar juntas. Al juntarse las tramas cualquier decisión que se tomara se tornaría determinante. La temporada terminó con tres núcleos: por un lado el norte con Sansa y Arya, el sur con Cersei y el este con Daenerys y Jon. Y ante ellos, dos líneas argumentales: Los caminantes blancos y la lucha por el trono de hierro.

Así comienza la octava y última entrega. Esta temporada se puede pensar en dos mitades. Durante la primera mitad se resuelve la línea argumental de los caminantes blancos, y en la segunda mitad, la línea de quién se quedará con el trono.

En los dos primeros capítulos casi no hubo acciones. Fueron destinados a reencuentros y a charlas sobre el pasado. En el primer episodio se da el encuentro entre el núcleo de Daenerys y Jon con el del Norte donde los esperaban Sansa, Arya y Bran. Se planteó, ahora sí, una disputa entre Sansa y Daenerys, como un enfrentamiento de poder entre las dos lideresas. Esta disputa será la semilla que luego desembocará en el enfrentamiento entre Jon y Daenerys. Los personajes se preparan para el enfrentamiento contra los caminantes blancos y en el segundo episodio, una continuación lineal del primero, los personajes esperan la batalla entre reencuentros. Notaremos que como estos dos capítulos, toda la temporada fue diseñada para que les espectadores se encuentre identificados con los hechos.

El tercer capítulo fue dedicado enteramente a la guerra contra los caminantes blancos. Una guerra que significa el clímax del conflicto más determinante de toda la serie. Durante la guerra, la serie se ahorró la muerte de muchos de sus protagonistas. Todos los protagonistas se encontraban en esa batalla salvo Cersei que, notablemente, quedó muy sola, en un claro desequilibrio. La serie acá cambia rotundamente su estilo (algo que ya anticipaba desde la temporada anterior), ninguno de estos personajes muere salvo Jorah y Theon Greyjoy en muertes muy heroicas. En este capítulo se resuelve por completo el conflicto de los caminantes. Y se resuelve sin dejar ninguna consecuencia detrás. Esta es una de las decisiones drásticas de la temporada, el hecho de separar la lucha final por el trono del conflicto por el juicio final. Por eso es que la serie tuvo dos finales. Y ambos con menos peso dramático del que esperábamos.

Cuarto capítulo: al resolverse sin ninguna consecuencia la trama de los caminantes, los personajes deben encarar la segunda línea argumental que prácticamente había quedado frenada. Continúa avanzando el conflicto que separará a Jon y Daenerys, aquel en el que se da a conocer que Jon es el verdadero heredero. En este episodio se marca con claridad que Daenerys no es la misma y se le encausa un camino para su incipiente locura. Le asesinan un dragón y a su más fiel seguidora y amiga. Acá ya estamos en la segunda mitad, todo lo que sucederá será únicamente en pos de la segunda línea argumental.

El quinto capítulo se destina a la batalla entre el ejército de Daenerys y el de Cersei. Se ve el desequilibrio de fuerzas y como Cersei pierde y muere aplastada bajo escombros junto a Jaime. Pero el punto central es el avance de la locura de Daenerys quemando por completo la ciudad y se profundiza la distancia entre ella y Jon.

En el sexto capítulo implosiona el conflicto sembrado entre Sansa y Daenerys, provocando la muerte de Daenerys a manos de Jon. También se hace hincapié en la “oscuridad” que rodea a la Madre de Dragones y como su sentido común se fue tornando peligroso, y sobre todo maligno. Se introduce entonces, un elemento al que la serie le había escapado desde siempre: la idea del mal. Porque ni Cersei ni Ramsay eran malos. Si bien ocupaban el rol de villanos, sus motivaciones nunca iban hacia lo que interpretamos como maldad, sino que había una razón, un motivo que les llevaba a tomar decisiones sangrientas. La locura, la ambición, el proteger a su familia. Pero con Daenerys eso no pasa. Es tan repentino su vuelco hacia la maldad que parece una maldad vacía, mala por el hecho de ser mala. Y como Jon, a partir de la séptima temporada, representa indudablemente el bien como el verdadero héroe que siempre ha sido, la mata. Luego, y ya en una función de epílogo, los protagonistas se reúnen y deciden el futuro. Quién será rey y cuál será el destino de ahora en más de cada uno de ellos.

Los guionistas decidieron resolver cada línea argumental por separado, optando por darle mayor importancia a la línea del juego de tronos por encima de la de los caminantes blancos. Eligieron a la trama más aplaudida por el público. Se profundizó en muy pocas coasas durante la temporada, y una de esas cosas fueron las relaciones amorosas entre los personajes, algo a lo que la serie nunca le había dado tanta importancia. Las decisiones que se tomaron sobre las acciones que suceden y las formas en las que se cierran las tramas, estuvieron siempre orientadas al costado “famoso” de GOT, como si la serie fuera consciente de que está siendo vista por millones de personas, e intentara quedar bien con todos esos millones. Se decidió alejarse de esa forma oscura e impredecible, y se optó por el conformismo. Conformismo no como crítica, sino como elección.

Otra vez, un equipo de guionistas tuvo la imposible tarea de escribir un final que esté a la altura de todo lo anterior. Abrir tramas no es un problema como lo es cerrarlas. Y más problema es cuando todo el mundo está esperando con mucha expectativa el modo en que vas a hacerlo. El espectador se involucra a un nivel tan empático que cualquier final será insatisfactorio. Quizás el problema sea pensar mucho en satisfacer y no tanto en la lógica narrativa.

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