Bajo la consigna “Cine y democracia”, como celebración de los cuarenta años de la recuperación de la democracia, entre el 23 y el 25 de julio, la UBA concretó su primer Festival de Cine, una inquietud novedosa en la historia bicentenaria de la Universidad. Dirigido por el MG Ricardo Alfonsín, egresado de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, a la vez Facultad coorganizadora del evento, el Festival tuvo un desarrollo tranquilo y distendido, diferente al habitual en estos certámenes. Si esta característica se mantiene podría ser su marca distintiva en el ambiente de los festivales y ayudaría a su consolidación.

También hay que decir que esa tranquilidad tiene un costado negativo: la falta de contacto del Festival con el público, aún el especializado. El silencio y la incomunicación de los organizadores fue una constante. Los reiterados correos dirigidos al sector de prensa buscando información y, en especial, pidiendo un contacto con Serguei Loznitsa, el invitado estrella de esta edición, no merecieron ninguna contestación. Puede tratarse de los problemas esperables en una organización primeriza, pero todo el evento estuvo marcado por esa distancia. El Festival pareció retraerse y reservar a sus invitados para sí, clases magistrales, distinciones honoríficas, escasas apariciones públicas; toda una celebración endogámica, tributando con una discreta euforia al color político predominante en la organización. La pertenencia política no es un problema, si lo es la reserva y la falta elemental de vínculos del Festival con quienes buscamos mayor acceso e información.

En lo específico de su desarrollo, el Festival estuvo ordenado en dos competencias de cortos y la de largometrajes internacionales, que ganó Three Women de Maksym Melnyk (Alemania).

En particular vimos La hija del General de la documentalista chilena María Elena Wood, exhibida dentro del Foco que el Festival le dedicó a la directora. Una película con estructura de reportaje periodístico centrado en Michelle Bachelet, en los comienzos de su primera presidencia y remontándose a su historia personal y familiar. Wood confronta la figura del padre, el General Alberto Bachelet, legalista, amigo de Salvador Allende, opositor al golpe de Pinochet, encarcelado y torturado tanto como la propia Michelle y muerto como consecuencia indirecta de esos tormentos, con el de su hija, su exilio, el vínculo con sus hijos, la presidencia. La película de Wood elige no profundizar en las historias íntimas, sino relacionarlas con el contexto histórico y centrarse en la hija y futura presidenta. Su drama personal parece una síntesis del que vivió Chile en las últimas décadas.

La hija del General (María Elena Wood).

El foco dedicado al cineasta ucraniano Serguei Loznitsa fue un acontecimiento que por sí solo justificó al Festival. El director de Blokada, Maidan y Funeral de estado, entre otras, ha fijado la mirada de su cine documental en el pasado, en especial el mediato, de su país como parte de la Unión Soviética, de esta misma y sobre la etapa posterior a la disolución. Esta mirada se extiende en el espacio al resto de Europa y en el tiempo hasta el período de Stalin. Con esos límites autoimpuestos construye una obra de ambición universal, que entra y sale de la actualidad y busca en el pasado totalitario la huella constante que lo lleve a alguna posible libertad. Sus películas están recorridas por personas que se desplazan, caminan de un lado a otro mirando apenas a los costados, a las calles heladas de Stalingrado en donde reposan cadáveres abandonados en Blokada; o con mirada de turista a los hornos crematorios nazis en Austerlitz, a las multitudes apiñadas en la plaza Maidan, reclamando la independencia de Ucrania, como un anticipo impensado de la guerra actual, en Maidan. La confluencia de un criterio de trazo grueso y de las circunstancias históricas, ubican a Loznitsa en la ensoberbecida derecha del espectro político mundial. Esa opinión no le hace justicia a su criterio humanista, a su generosidad intelectual y a su rigor artístico, ausentes en el mapa genético de la derecha fascio-capitalista contemporánea. Todo ese bagaje está presente en las dos películas que vimos en el Fic.Uba. Babi Yar. Context (2021), crónica de la matanza de 30.000 judíos ucranianos, asesinados por los nazis en una operación que duró tres días en el barranco de las afueras de Kiev que da nombre a la película. “Ya no quedan judíos en Ucrania” es la conclusión de uno de los verdugos nazis. Loznitsa no abre juicio, el crescendo que consigue con el montaje de fotos de época e imágenes es suficiente (no hay, desde ya, imágenes directas del genocidio. Las que muestra Loznitsa suplen esa carencia). El horror nazi supera al tiempo y está presente hoy tanto como en 1941. No hay didactismo ni advertencias, apenas hay que saber mirar lo que está a la vista.

Babi Yar. Context (Serguei Loznitsa).

Sobre la historia natural de la destrucción (2023), la última película de Loznitsa, es una versión del libro homónimo de W.G. Sebald, un ensayo histórico en el que el escritor alemán reflexiona sobre los efectos de los bombardeos aliados sobre Alemania al fin de la Segunda Guerra. Loznitsa se detiene en el aspecto de la destrucción, obviando la atención acerca del silencio con que los alemanes afrontaron ese hecho, que desarrolla Sebald. Esa ausencia no equivale a un olvido del director, que en cambio encuentra en la destrucción de las ciudades alemanas bajo el bombardeo más grande e indiscriminado de la historia, un equivalente moral que acerca a uno y otro bando. Las declaraciones de los líderes aliados, de aire jocoso y triunfalista, banalizan la enormidad del ataque, quizá innecesario en términos estratégicos. El enorme trabajo de montaje le da a Sobre la historia…la contundencia de una bomba y el peso de una advertencia, sin discursos ni explicaciones, las imágenes se bastan a sí mismas.

Un festival que cierra con estas alturas merece otras ediciones. Las esperamos.

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