Paola Menéndez: Hay una pregunta que se impone: Necrofobia es la primer película argentina en 3D. ¿Cómo fue dirigirla? ¿Por qué optaste por este formato?
Daniel de la Vega: Fue una idea del productor Néstor Sánchez Sotelo. Admito que yo no soy fanático del cine 3D pero fui seducido por la idea de hacer una película que nunca antes había hecho. Al principio lo tomé como un desafío técnico, pero luego comencé a pensar lugares, huecos desde dónde trabajar sobre el sentido del uso del 3D . Me interesó, por ejemplo, el caso de Pina de Wim Wenders en la que uno es convidado a ver una obra de teatro y es partícipe directo del escenario de las coreografías y me pareció un buen recurso ya que hay una propuesta de involucrar al auditorio. Por eso me planteé la posibilidad de explotar el 3D en Necrofobia para generar una empatía mayor entre el espectador y los personajes, entendiendo que la cámara también es un personaje y la tridimensionalidad resulta efectiva al acentuar el procedimiento de trasladar a un espectador a la cabeza del protagonista que sufre bastantes vicisitudes a lo largo de la trama. De alguna manera creo que el 3D tiene esa cuestión efectista de generar un vínculo empático con la gente dentro del contexto de locura que narra el filme en donde el personaje se ve arrojado a una especie de espiral infernal.
Además hay algo en el cine de terror, y en el uso del 3D, que es mágico y que no ocurre con otros géneros como la acción o la animación infantil. Digo, el uso de 3D es absolutamente válido para estos géneros pero en el caso del terror hay algo más, hay algo que los emparenta y tiene que ver con la experiencia… Me refiero a la posibilidad de participar de una emoción, de una cuestión más visceral. Por ejemplo, cuando el cine de terror comenzó, siendo un espectáculo de barraca, los asistentes buscaban ver allí algo más o menos grotesco, algo que mostrara radicalmente este carácter crudo. Por eso pienso que hay algo en la búsqueda de esa situación inicial que el cine de terror puede aprovechar con el 3D.
Nosotros tuvimos la suerte de contar con el apoyo de una empresa que nos procuró las cámaras y el soporte técnico, con lo cual le pudimos dar un marco de calidad para una película que no contaba con un gran presupuesto, así que tuvimos que encontrar la forma para que esto fuera posible.
Insisto que en principio fue una propuesta desde la técnica pero luego fue una reflexión en base a qué es aquello que emparenta el 3D con el cine de terror. Pensé entonces en Wenders, luego en Repulsión de Polanski y encontré allí ribetes expresivos que me permitieron sentirme a gusto con esta técnica. Nuevamente se trata de lograr, de la manera más efectiva posible, una conexión con el espectador. También está la otra cuestión, la de habituarse a la técnica y acostumbrarse a filmar los cuadros que uno necesita con ella. En ese sentido, es difícil trabajar con 3D. Fue un trabajo de prueba y error, de aprendizaje. Tanto filmarla como co-producirla fue una experiencia totalmente nueva. Sin embargo, estoy muy conforme: Necrofobia es una película bien lograda desde esa perspectiva y valoro el haber aprendido mucho. Creo que también muestra a los colegas que se puede efectivamente filmar en 3D y que se podría haber hecho perfectamente antes, hace cinco años. Era un tema de arriesgar quién se animaba a hacerlo…Mi experiencia es para los demás también y para quien se sienta convocado a repetirla.
PM: Es interesante que vos planteás, desde un lugar intimista, un recurso que desde lo técnico es pura parafernalia y por eso estamos acostumbrados a asociar esta técnica a un cine mainstream
DV: Teníamos la opción de revolear la cámara o no. Justamente porque nuestra película pasa por otro lado: la técnica no es meramente un entretenimiento visual sino un recurso para viajar en primera persona a las profundidades de la mente de Dante, el personaje que interpreta Luis Machín. En ese sentido, hacerse carne de ese viaje, de la manera más vívida posible, es lo que intentamos representar a partir del uso del 3D. Porque si era una cuestión de ornamento no hubiéramos hecho más que copiar los marcos de una película americana.
PM: De todas formas, no hay tantas películas estadounidenses que, como señalás, puedan recurrir al 3D más que como entretenimiento. Hay poco ensamblaje con el contenido, con la narración. Y en relación al aspecto cualitativo al que hiciste referencia cuando señalabas que estabas muy conforme con Necrofobia, ¿qué te parece que denota la frase “Muy buena para ser argentina” que tiene cierto espectador local a la hora de ir a ver una película nacional?.
DV: Es una frase un tanto dolorosa, es fundamentalmente un problema cultural. Creo que hay una invasión americana que se ha instalado y de alguna manera es vox populi. La gente que dice eso ha aceptado una estética determinada y no le da una oportunidad al cine argentino. Creo que es un prejuicio muy grande y también considero que hay una responsabilidad de los realizadores pero también de los mismos espectadores que asumen acríticamente ese universo que les viene de afuera: otras historias, otros decorados, otros idiomas… Precisamente porque es una evasión, entonces no les interesa ver qué pasa en casa.
Nosotros hicimos Necrofobia para la gente. Yo soy un fanático del género de terror por lo que esto va mucho más allá que una cuestión comercial. Esto para mí es una forma de expresión legítima y artística que me representa. Yo no tomo la decisión de hacer cine de género porque me voy a hacer rico, lo hago porque creo en lo que hago y porque creo que va a sumar a quien vaya a ver la película. Uno hace lo que entiende que es mejor para lograr llegar al corazón de la gente, para encontrar una historia que los represente.
Por eso pienso que esa frase también es una cuestión de tiempo, de que las cosas se vayan acomodando de modo que puedan cambiar y de eso se trata que la gente pueda visualizar nuevas propuestas. Sin embargo, es muy fuerte esa imagen de espectador argentino que rechaza su identidad nacional.
PM: Creo que estás pecando un poco de simplista ya que entre el espectador y el cine hubo y habrá, un puñado de instituciones y corporaciones que median y operan en esa relación. Por otro lado, el gusto es algo socialmente construido…
DV: Pero más que gusto, se trata de un rechazo casi sistemático porque no siempre es aceptado el cine argentino en Argentina. Como dije, creo que hay mucho público que no se sienta a ver una película argentina y es un derecho que tiene, lo acepto y también es responsabilidad nuestra de no saber llevar al espectador la posibilidad de transitar otra experiencia o tender un puente hacia la gente. No tengo una respuesta mejor para darte pero tiene que ver con que culturalmente hemos sido invadidos y en cierta medida nos han obligado a que nos gusten determinadas cosas. La gente responde a los “tanques”, a la publicidad y a la prensa, por eso no se arriesga a ver una película nacional. Creo que Necrofobia pretende ser una película de la gente, de género, bien hecha, entretenida, pretende erigirse como una buena película para el gran público, pretende trazar un puente y que otros realizadores que vengan detrás realicen cosas mejores. Pienso que todos estamos en la misma lucha por consolidar un espacio dentro del cine argentino. Yo soy uno más dentro del grupo de realizadores que está en esa lucha y Necrofobia aspira a ser una película popular. Hay un público ansioso de este tipo de experiencias y emociones que no encuentra una respuesta en nuestro cine hoy. La idea de empezar a pensar esos espacios de cine de género está en Necrofobia. No sé si eso responde un poco a la pregunta…
PM: Vos mencionaste el tema y yo lo quisiera retomar entonces… ¿Cómo ves al cine de género en Argentina en la actualidad, teniendo en cuenta esta convención que establece que el cine nacional es, ante todo, un cine de autor? Y en esa línea, ¿a qué directores contemporáneos estás viendo o siguiendo ? Vos hablaste de un “grupo de realizadores”…
DV: Admiro mucho el cine de Flavio Nardini y Cristian Bernard: son autores de gran estima y considero que son valiosísimos. También Fabián Forte, Sergio Mazza, Pablo Parés, y, sin ninguna duda,… Nicanor Loreti. Hay una especie de escuela de gente fanática del cine, cinéfilos que están irrumpiendo de una manera que a mí me parece muy saludable y que están, en cierta forma, renovando la pantalla. Pienso que se está consolidando un grupo de realizadores que realmente tienen mucho para dar y prometen un gran cine a futuro, también porque en la actualidad ya hay buenas muestras de este proceso que está ocurriendo.
Igual es una discusión prolongada… Yo la única certeza que tengo es que sé que mis películas tienen que existir, mucho más allá de quien las vaya a ver, porque es una necesidad de expresión. Necrofobia seguramente será vista por mucha gente en el cine y después, tal vez, por internet, por televisión, por cable, es decir, en diferentes formatos. Y eso está bien, porque la razón de ser de una película es que llegue a la gente de la forma que tenga que llegar…
En ese sentido, si hoy nos vieron o no nos vieron es relativo. Lo importante es que nosotros somos representantes de una mirada, objetivizamos esa mirada a través de una película y cuando alguien está abierto a encontrarse con esa perspectiva, la va a encontrar. Nosotros somos abnegados porque creemos en lo que hacemos y amamos lo que hacemos y todo tiene sentido porque hay un espectador del otro lado. Serán cien mil, un millón, la lucha continúa… Esto es mucho más que un negocio y los que estamos detrás de esto queremos contar un historia. La cuestión comercial es discutible porque es cierto que si no tenés los recursos tu película va a sufrir. Sin embargo, es cierto también que este es un año bastante particular con películas como Socios por Accidente, Los Bañeros o Relatos Salvajes…. Sabemos que la gente responde pero también conocemos a qué parámetros se responde. Hay unas ciento veintiocho, ciento veintisiete películas, que no tienen un espacio en el imaginario de la gente, es cuestión de ir recuperando eso… Creo que en los 90 empezamos a ser potencia, cinematográicamente hablando, y por eso ahora tenemos una media de espectadores enorme.
PM: Pero también es cierto que parecería que la ciencia ficción o el terror en Argentina está en permanente re-fundación. Se dan casos aislados pero pocos se mantienen en el tiempo y se forma escuela. Vos mencionaste a Forte o a Parés como parte de ese colectivo de realizadores que ama el género y por eso lo re-crea.
DV: Todo ese grupo de gente tenemos mucho en común. Hemos ido a los mismos videoclubs, ellos han trabajado para mí, yo he trabajado para ellos. Hay una gran comunidad que quizás no la vas a encontrar en otros colegas con otras afinidades. Viene de varias décadas atrás, hay mucha solidaridad entre todos y mucho trabajo en equipo que por ahí no pasa en otras áreas. Hay algo en este tipo de cine que genera una empatía enorme y un deseo fundacional de que todo esto se consolide. Yo recibí una cantidad de ayuda enorme para hacer la película por parte de personas absolutamente desinteresadas, que lo hacía por amor al género, digamos… Sin ellos, difícilmente lo hubiera podido lograr porque sobre eso hay una base muy fuerte de gente que sueña con este cine y desea que se consolide. Me parece que estamos todos en ese camino.
PM: Y para finalizar, según tu propia mirada, ¿cómo ves tu trayectoria? ¿Qué ha cambiado desde Hermanos de sangre hasta ahora en tu rol de director?
DV: Soy consciente de que soy absolutamente imperfecto y que en mi imperfección ahora me permito divertirme, cosa impensada antes porque padecía bastante mis errores. Creo que ahora me dejo ser y fluyo con lo que ocurre con la cámara y trato de disfrutar todo el proceso. Yo hablaba con un amigo a propósito de Hermanos de sangre por el hecho de hacer una comedia y terminamos coincidiendo en que la comedia, género complicadísimo, requiere de un don: lo tenés o no lo tenés. Realmente para mí hacer una película de terror es algo más orgánico y por ello no tengo dudas de lo que hago, me muevo más seguro de mí mismo, te guste o no te guste. En Necrofobia, hice lo que quise hacer. Ahora, en mi caso, cuando filmé comedia, había una gran inseguridad y me sentía en una cuerda floja, tratando de deslindar aquello que era gracioso de lo que no. En el cine de terror, creo que hay algo innato que tiene que ver con el género y conmigo, y simplemente fluye, no es necesaria una traducción o un rodeo. He aprendido mucho. También Hermanos de sangre tiene puntos en común con Necrofobia ya que se trata, a grande trazos, de que en ambas películas los personajes luchan por ser mejores de lo que son (sea cuestionable o no desde el punto de vista ideológico lo que proponen al final). Ambas, no dejan de ser historias de aprendizajes. En ese sentido, voy encontrando cierta unidad en lo que hago.
PM: ¿Y cuál sería tu expectativa para Necrofobia en el país y fuera de él?
DV: Yo creo que en el exterior va a tener una gran oportunidad porque fundamentalmente contamos con el aval de la música de Claudio Simonetti, quien ha sido colaborador de Darío Argento y es una fuente estupenda que le otorga a la película un clima de terror de los setenta muy fuerte. Creo que afuera va a tener un gran reconocimiento y va a ser bien recibida.
Pienso que la película acá va a tener un lugar importante. Mi sueño es que se empiecen a producir películas de este tipo, que el género se vaya consolidando y que el espectador responda para se sigan realizando… Hay un espectador que llena las salas los sábados a la noche para ver una película de terror, entonces, público hay, resta dar ese paso de encuentro. Necrofobia es una muestra de esta etapa madurativa del cine de género local, no me corresponde a mí juzgar el nivel ni el lugar, quizás se pueda ver a la distancia y no ahora, pero estoy convencido de que la película es un paso hacia delante y seguramente pueda sumar un montón a los realizadores que estén por venir. Los que estamos detrás del cine de género queremos recuperar a la gente y que disfrute del cine de género, del espectáculo.
Aquí puede leerse la crítica de Marcos Vieytes sobre Necrofobia.
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