Marx llega a Buenos Aires, discute con Dios y dialoga con los jóvenes rolingas acerca de la revolución.
En el Centro Cultural de la Cooperación, Manuel Santos Iñurrieta vuelve a emocionar con su poesía, pero esta vez nos hace reír a carcajadas. Al igual que en el resto de sus obras, nos interpela utilizando una infinidad de recursos, de los cuales el más preponderante es su cuerpo en el espacio, su maestría en el modo de enunciar. Como actor compone un Marx eléctrico, y es esa electricidad la que marca el ritmo de la obra. Nuevamente, con el estilo al que nos tiene acostumbrados desde el grupo teatral El Bachín -me refiero a la estética brechtiana-, pone a jugar nuestra imaginación pero también logra visibilizar determinados modos de vincularnos y ciertos discursos que nos atraviesan como sociedad. El relato de paz, amor y alegría, que la clase dirigente promueve, el modo de andar de nuestra izquierda, nuestra forma de relacionarnos excesivamente mediatizada en la era virtual, son todos parodiados con el humor como herramienta que distancia y enfatiza nuestros clichés.
¿Qué diría hoy Marx si viera los avances y retrocesos de la sociedad actual? La obra ensaya reflexiones al respecto, dejando en claro que la solución siempre está en organizarse. Nos aclara por qué el arte tiene que ser político y lo hace de la mano del gran Claudio Gallardou: para no estar domesticados sino despiertos, atentos, siempre lúcidos. Otras personalidades del arte y la cultura, como Raúl Serrano y Atilio Borón, se hacen presentes en esta obra poética aportando risas y emoción.
Las imágenes proyectadas también nos invitan a pensar. Los mensajes son explícitos: el capitalismo es el origen de la desigualdad que atraviesa a nuestro pueblo y el proletariado no tiene nada que perder, solo luchar para acortar esa brecha. Los cambios de vestuario en escena nos permiten conocer al actor, presenciar la caída de su máscara, recordar lo convencional que es el teatro, idea que es subrayada desde el comienzo del espectáculo.
Finalmente, ¿dónde reside el humor? Principalmente en el logro de presentar a uno de los intelectuales más emblemáticos del pensamiento moderno de manera aggiornada (allí su irreverencia), discutiendo con la juventud, adoptando sus modos, hablando con una velocidad de rayo, dialogando con otras personalidades ineludibles de la cultura occidental: Shakespeare, Engels y el mismísimo padre del catolicismo. Dios es llevado en su auto y hasta se saca una selfie con el admirable filósofo.
El acierto está en mantener al público despierto, atento, divirtiéndolo pero recordándole la actualidad del pensador moderno. En estos tiempos de crisis en todos los ámbitos de nuestra sociedad, enfrentarte a una experiencia estética que habla de la vigencia del filósofo alemán se agradece y despierta verdadera emoción. Porque, ¿cuál es la función del arte si no la de describir el mundo? Y ahí es donde el director se distancia de Brecht. El dramaturgo alemán no buscaba la catarsis del público con sus obras. Sin embargo, Iñurrieta alcanza esa vuelta de tuerca: genera la catarsis pero de un modo que intranquiliza y obliga a no quedarse de brazos cruzados.
Eléctrico Carlos Marx (Argentina, 2018). Dramaturgia: Manuel Santos Iñurrieta. Producción: Los Internacionales Teatro Ensamble/ Marina García. Luces: Horacio Novelle. Vestuario: Marina García Sonido: Daniel Alvarenga. Escenografía: Diego Maroevic. Fotografía: Agustina Haurigot. Intérpretes: Manuel Santos Iñurrieta. Intérpretes en video: Atilio Borón, Raúl Serrano, Claudio Gallardou. Dirección General: Los Internacionales Teatro Ensamble/ Manuel Santos Iñurrieta. Sala: Centro Cultural de la Cooperación Duración: 60 minutos. Funciones: Sábados 22:30.
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