No recuerdo qué quería ser cuando fuera grande. Digo: no recuerdo qué respondía cuando era chico y me preguntaban qué quería ser en el futuro. Ni siquiera me acuerdo qué cosas solían repetirse entre los niños de comienzos de la década del 70. Lo que sí recuerdo es que mi papá quería que siguiera su camino como maestro mayor de obras. Con los años, él y sobre todo yo descubrimos que era un imposible: mi incapacidad para trazar líneas sobre un plano y que pudiera ser considerado un dibujo me pusieron fuera de juego muy rápidamente. Las vocaciones quizás se descubren más adelante. En mi caso supongo que debe haber sido alrededor de los 15 años, cuando empecé a experimentar con la escritura y descubrí que al menos tenía una habilidad para poner palabras en el papel que podía desarrollar. Sí recuerdo que mi hermana quería ser veterinaria y terminó siendo abogada. Cuando uno es chico, el mundo todavía es una fantasía que se puede construir y los caminos por tomar todavía están demasiado adelante como para sentar una decisión apurada y definitiva.

Pensaba en estas cosas no más ver esa imagen de Clarita a los 4 años. Un video familiar mientras hace dibujos de planetas y estrellas y donde termina diciendo que de grande quiere ser astronauta. Pensé también enseguida de dónde vendría eso, porque hay un desfasaje evidente: en los 70 y hasta en los 80 había muchos chicos que decían querer ser astronautas porque era uno de los booms del momento. La llegada del hombre a la Luna, las misiones Apollo, los despegues transmitidos en directo desde Cabo Cañaveral estaban cerca en el tiempo y circulaban en la cotidianeidad incluso en los rincones alejados del planeta como era la Argentina. No tengo respuestas a esa pregunta, pero lo más interesante es que al documental no le interesa responderla. Porque en definitiva no es la pregunta más importante: la que tiene peso es qué pasó con esa nena de 4 años que quería ser astronauta. Porque esa imagen no es meramente ilustrativa sino que funciona como punto de partida en el cual sostener todo el relato.

La Clarita que devino adolescente, la menor de tres hermanas, ya no quiere ser astronauta. Pero quiere ser astrónoma. Acomodó el deseo infantil, pero sin correr el eje: simplemente, ajustó la mira de su propia observación. No se trata tanto de desear ir hacia las estrellas o hacia los planetas, sino de observarlos, describirlos, entenderlos. Lo que no cambió es la fascinación y la curiosidad (vean la cara de Clarita cuando visita el observatorio casero del rosarino que fotografió la explosión de la Supernova o cuando va con su madre y sus profesores al eclipse total de sol en San Juan). Lo que cambió es que los dibujos que funcionaban como reemplazo fantástico de la realidad, comenzaron a ceder paso a las imágenes. El lápiz y los crayones cambiados por los instrumentos de observación, por los telescopios caseros y los de gran tamaño.

La elección de Clarita es notable en cuanto a la apuesta por el conocimiento por sobre el dogmatismo. Ya sabemos que un adolescente es un espíritu libre, pero cuántos adolescentes de estos tiempos tecnológicos entienden que la tecnología es un medio y no un fin. Cuántos adolescentes pueden elaborar un discurso, con sus propias palabras, con sus propias dudas, para enfrentar el dogma, como en ese maravilloso momento en el que rememora su discusión sobre el origen del universo en la escuela (antes aún ya se había preguntado por qué sus padres la envían a estudiar a una escuela católica). Y es que el gran mérito de El universo de Clarita es, más que contar una historia o desarrollar un personaje, construir una imagen de adolescente que va en contra de la construcción predominante en la cotidianeidad contaminada por los medios. El adolescente desinteresado por todo, el que termina en la delincuencia, el que no quiere estudiar ni trabajar, el que solo está interesado en la fiesta continua son el lugar común que define a este período. Pero Clarita no. Clarita es una apasionada desde la niñez, desde que observar la luna y las estrellas era un puro juego. Y con los años, la pasión se reconvierte. Lo que hace El universo de Clarita no es poca cosa: es cambiar un modelo de representación juvenil negativo por otro, positivo, habitualmente relegado, y basándose en la historia de uno de ellos y no en la ficcionalización conveniente.

Y hay algo más. El título es una representación exacta de lo que vemos en pantalla. Lo que construye el documental es un registro de un universo que, a la manera del sistema solar, coloca en el centro a Clarita. No solo porque es el personaje que irradia luz continua –hay que ver los momentos en los que tiene que explicarle a su propia madre todo lo que no sabe del universo en el que vive- sino porque el resto de los personajes funcionan como planetas o satélites que orbitan en torno a ella. Y que sin ella, al menos dentro de este relato, carecen de entidad. El padre, la madre, las dos hermanas, los compañeros de la escuela, los profesores que la guían –y que la tratan como si fuera su hija-, los guías de las excursiones, el astrónomo amateur rosarino, forman parte del universo de Clarita, pero solo porque están en referencia con ella.

Y como ningún universo es ordenado, sino que proviene de una explosión original hasta que se va acomodando, la forma que asume el documental es fragmentaria. Casi se diría que randomizada. Se va y se vuelve sobre hechos y situaciones, se potencia la digresión que lleva a que el fragmento en sí mismo funcione como una réplica de la forma en que la juventud conlleva ese espíritu de multiplicación de hechos de los que se nutre con la velocidad del crecimiento. Es justamente ese un valor agregado de la película, porque encuentra la forma que su propio material le exigía para ponerlo en escena. En medio de tanta presuntuosidad en las formas que adquiere una parte del cine argentino, la sencillez (aparente) de El universo de Clarita viene a sostener que lo que importa no es ni el trazo minimalista ni el barroquismo pictórico por sí solos. Que lo que debería importar es encontrar el trazo justo para dibujar una historia, para contar a un personaje.

Calificación: 6.5/10

El universo de Clarita (Argentina, 2020). Dirección, guion y producción: Tomás Lipgot. Fotografía y cámara: Javier Pistani. Elenco: Clara Micheletti, Sofía Méndez, Yayo Ekdesman, Alejandro López, VictorBuso y Beatriz García. Distribuidora: Santa Cine. Duración: 74 minutos.

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