
El piletero es Félix Bruzzone. El metrodelegado es Kike Ferrari. Los dos son argentinos, escritores, tienen -años más o menos- edades parecidas, en todo caso pertenecen a una misma generación, la de quienes nacieron o crecieron durante la dictadura, la última, la desaparecedora (tenemos en cuenta que a una de las anteriores la conocemos como “la fusiladora”). Esos puntos en común no agotan el vínculo, consideremos también las diferencias: Kike Ferrari es, para sintetizar, un escritor del género negro, autor de retratos que revelan la trama de corrupción y abuso en que se sustenta nuestra sociedad. Es, si cabe resumirlo, un escritor de ficciones materialistas. Bruzzone es en cambio, abusando de la simplificación, autor de relatos introspectivos vinculados a la tragedia de la desaparecedora. Tragedia que es la suya propia como hijo de una pareja de militantes detenidos-desaparecidos.
En la mirada de De la Serna esa trama de parecidos y diferencias tiene un punto de encuentro: al comienzo de su película Bruzzone aparece en el parque de una casa, envuelta en la luminosidad envasada de algún country, está ejerciendo su trabajo de piletero, como parte del cual debe descender a la oscuridad metafórica de un subsuelo en donde está la bomba de agua de la pileta; el lugar se transforma en un túnel en donde se encuentra con Ferrari, los dos comienzan un dialogo que a partir de ahí articula el relato y que tiene que ver con la literatura, con la escritura de ambos, con la escritura como una forma de vivir que abarca sus modalidades como narradores, que se va desgranando en secuencias de la vida de cada uno, en las sucesivas piletas de Bruzzone, en el trabajo de empleado de limpieza en el subte de Ferrari, de su mandato sindical como metrodelegado, en la puesta en escena de algún capítulo de una novela de Ferrari que -como parte del juego de semejanzas y diferencias, de inversiones y apropiaciones que ejecuta la película- es llevado adelante por Bruzzone como si fuera propio. Esa oscilación permanente es la que permite encontrarlos en un punto de unión, en donde las identidades y los proyectos de escritura se funden y se expanden hacia otros límites: Bruzzone relata el martirologio de su padre en el campo de concentración de La Rera, en donde, bajo la mano de Luciano Benjamín Menéndez, rindió su vida. Allí es donde el discurso de Bruzzone deja de lado toda reflexión y, en apariencia, toda emoción para internarse en el crudo y duro retrato de la atrocidad con un tono y un registro que podría el de un escritor materialista como Ferrari, el narrador y militante gremial y político que reivindica con su acción el espíritu de la militancia setentista.
Uno y otro construyen sus vidas y sus ficciones ascendiendo desde sus respectivos subsuelos a la superficie de la época desesperanzada que les toca vivir. Los de ambos son, todavía y pese a todo, los subsuelos de la patria sublevada, los lugares anónimos, el fondo de nuestras fosas y el lecho de nuestras aguas que Ferrarri y Bruzzone transitan todos los días, los que guardan la memoria del fuego y del aire puro en donde todo puede volver a suceder.
El piletero, el metrodelegado y el cadáver (Argentina, 2025). Guion y dirección: Eduardo De La Serna. Fotografía: Guido Cabela. Edición: Eduardo De La Serna. Elenco: Félix Bruzzone y Enrique “Kike” Ferr. Duración: 76 minutos.
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