El club de los 50 de Sergio Constantini, autor también de Buen día, día (2010), un cálido documental sobre Miguel Abuelo, e Imágenes Paganas (2013) sobre Fedrico Moura, nos muestra durante los 78 minutos que dura el metraje, una selección de músicos casi ignotos hoy en día de la escena del rock nacional, pero que tuvieron años de algo cercano a la masividad. No hay pretensiones solemnes, sino una incursión a través de una pequeña hendija que atraviesa transversalmente una buena parte de la historia del rock. Gente, artistas con no menos de 25 años de carrera y una vida bohemia que remite más al siglo pasado que a este mundo del arte sobreproducido.

Hoy gran parte de la bohemia, en cualquier rama del arte, exige reconocimiento. Digamos que por el solo hecho de afrontar ese modo de vida y ser “diferentes” esperan que alguien venga y les de la cocarda de artistas, el talento es lo de menos. Pero esa idea atenta contra el origen del asunto, la bohemia es una elección que privilegia una forma de vida que se aparta de muchas de las convenciones sociales a las que obedecemos la mayoría de los mortales, incluida la idea ordinaria de “éxito”. La idea era privilegiar el arte y la cultura como valor único e indispensable, por eso es que las exigencias personales, explicitas u omitidas, no tienen nada que ver con eso y matan al símbolo primario.

El club de los 50 es una película sobre la bohemia, y varias cosas más.

Claudia Puyó, gran vocalista de la vieja escuela y corista estrella, y Gustavo Bazterrica, uno de los mejores y más personales guitarristas del rock, dueño de una mano derecha prodigiosa, son algunos de los músicos que vemos. La película no duda en retratarlos de manera realista, y mostrarlos en lo cotidiano de sus días en los que deben subsistir como cualquiera de nosotros ejerciendo su oficio en estudios, en vivo, con amor y libertad.

Willy Crook, que merece por lejos su propia película, es uno de los tipos más lúcidos del rock, dueño de un curioso y selecto léxico, nos instruye sobre la vida de un artista, y se muestra sin red arreglando su Torino o zapando con aires a lo Marvin Gaye. Tito Losavio, Ica Novo y Cuino Scornik son cantautores que se mantienen aún en actividad y no dudan en dar su opinión sobre el arte, la vida y el rock.

La puesta tiene momentos de animación que funciona como separadores, para que el relato respire y puede tener una dinámica que intercala las entrevistas con momentos de conciertos o ensayos. En todo caso la película y su director buscan la frescura, lo espontáneo, porque ahí es donde el relato forja el interés del espectador. En un blanco y negro que se visualiza como una interesante elección podemos ver como esta gente observa lo mal que le hizo la merca a su generación y la película contrapone las disimiles opiniones, desde que deberíamos sacarla del planeta hasta un tributo en prosa. Ahí hay un punto de vista novedoso que no tiene miedo a las diversas perspectivas.

El club de los 50 es una pequeña película de un montón de cosas.

El club de los 50 (Argentina, 2017), de Sergio Cucho Costantino, c/ Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo Basterrica, Ica Novo, Tito Losavio

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