A lo largo de este mes de Enero, el Palais de Glace presentará siete films provenientes de Corea del Sur, un puñado de grandes películas que representa algunas de las variantes que le permitió a ese cine crecer tanto en los últimos quince años. Paso nota rápido: en los ‘80 y ‘90 el cine surcoreano no era muy popular dentro y fuera del país, pero hubo un golpe de timón violento producido por varios productores ambiciosos que aprovecharon una serie de políticas económicas estatales aplicadas a la cultura que lo llevó a un lugar de popularidad impensado. En pocos años, ese país logró lo que ninguno: pudo ser profeta en su propia tierra y desplazó al cine hollywoodense que, como en muchos países del mundo, tenía monopolizada la pantalla. Lo más interesante es que, lejos de ser una moda pasajera, el cine surcoreano (que parece un organismo vivo productor de obras maestras y grandes directores en dosis casi imposibles) logró mantener esa tendencia. Si tomamos el 2013, en el top ten de las películas más vistas 9 fueron surcoreanas (la única que logró colarse fue Iron Man 3).
Un grupo de productores comenzó a pensar que el cine de surcorea debía convertirse en un negocio en serio, no sólo para el mercado interno, sino también para el internacional. Esa renovación tiene como film emblema a Shiri, la película que representó, en el año 99, el lugar al que quería aspirar ese cine. Shiri es un thriller que intenta salir a competir de igual a igual con cualquier película de acción de gran presupuesto de las que se estrenan en Estados Unidos. Y en ese sentido, la película fue un éxito absoluto. Shiri se convirtió en el film más visto en Corea ese año, e inició el amor de los surcoreanos por su cine actual. Si bien no gastó los millones que se acostumbran en Hollywood, Shiri sí fue una película costosa para el mercado local, pero dio excelentes resultados no sólo en taquilla, también sirvió para comenzar a posicionar a ese cine a nivel mundial.
Quizás uno de los rasgos más interesantes de esta renovación fue la utilización de la división entre las dos coreas para integrarla a los largometrajes locales. Desde la mencionada Shiri, cuya trama gira alrededor de una espía norcoreana infiltrada en suelo surcoreano, la rivalidadentre ambas Coreas fue la materia prima desde la que se construyó un género autóctono, íntimamente ligado a la identidad de ese país. Desde las comedias, pasando por las bélicas o las de acción, muchísimas películas surcoreanas encontraron en el temor del triunfo norcoreano la herramienta más importante para construir un subgénero capaz de amoldarse a cualquier tipo de personaje y a cualquier tipo de director. Desde conflictos bélicos puros, como puede ser el caso de The Front Line, hasta películas de espionaje como la gran The Secret Reunion, fueron muchos los directores que mamaron de esa realidad para capitalizarla y transformarla en elementos indispensables de ese cine. Hay lugar para la bajada de línea, obviamente. Muchas películas vociferan que los norcoreanos, en realidad, envidian las bondades del capitalismo que disfrutan los surcoreanos. Por otra parte, hay un grupo mucho más interesante de películas basadas en este enfrentamiento, que diserta sobre la necesidad de diálogo entre ambas naciones. Por ejemplo JSA, una de las películas que supo continuar (con un nivel muy superior) el éxito de Shirien términos de taquilla, armada por Park Chan-wook alrededor de una amistad prohibida entre soldados de ambas Coreas.
Pero la división no es el único rasgo nacional que toma ese cine para construir sus películas. Otro de los films que se exhibe en la muestra del Palais de Glace, Memorias de un asesino, del imprescindible Bong Joon-ho (que estuvo de visita en Argentina durante el último festival de cine de Mar del Plata), trata sobre la captura de un asesino serial que se encuentra en una zona rural de Corea. Los protagonistas son dos detectives que intentarán encontrar al asesino. Como una reversión libre de Un tiro en la noche, los dos protagonistas representan dos formas de entender la sociedad coreana de los ‘80 (pocos años antes de la reforma constitucional del ‘88). Por un lado, el detective hosco, violento y de poco razonamiento, y por el otro el detective de ciudad, embajador de una Corea más prospera y ajeno a la violencia injustificada. El chasis de la película es la investigación, pero el motor tiene que ver con la relación entre ambos policías, y cómo el correr de los acontecimientos pareciera inclinar la balanza a favor del detective que parecía menos preparado, quizás como una idea acerca de que no toda evolución significa necesariamente un paso hacia adelante. Si tienen que ver solo una película de la muestra, que sea esta.
Otra de las películas que exhibe el ciclo es Caramelo de menta, para muchos la obra maestra de Lee Chang-dong. El film comienza con el suicidio del protagonista, y a partir de ahí comienza a hilar los eventos socio-culturales de su país, mostrando cómo los cambios políticos afectaron la cabeza del protagonista. Al realizar un camino cronológico inverso, Lee explica cómo la vida de un joven común y corriente comienza a empobrecerse a causa de los sacudones socio-económicos.
De las películas que exhibe el festival, la última interesante para destacar es Una vida agridulce, de Kim Jee-Woon, aproximación ultra estilizada al cine de gánsgters en la que un guardaespaldas termina complicándose la vida al enamorarse de la mujer de su jefe. Una vida agridulce corresponde a la primera etapa del director, que luego viró hacia un cine de un enorme sadismo, concluyendo con esa obra maestra que es I Saw the Devil. Esta película retoma un espíritu vinculado a los relatos sobre los ronin de la cultura japonesa, cuentos protagonizados por héroes rotos que eligen un camino solitario y son fieles a sus ideales hasta el último aliento. El héroe interpretado por Lee Byung-hun es uno de los personajes más trágicos del cine contemporáneo, una especie de Delon en El samurai, pero en un contexto violentísimo. Byung-hun es con seguridad uno de los grandes actores del cine coreano actual y su popularidad lo llevó a protagonizar algunas películas en Estados Unidos (estuvo en G.I. Joe y en Red 2, donde no puede ni empezar a lucirse como lo hace en Corea).
Para los que no conocen nada del actual cine surcoreano, o para los que ya vieron estas películas en pantallas chicas y quieren disfrutarlas como corresponde, este ciclo es una excelente noticia y ojalá sea el primero de varios dedicados al cine de ese país, porque en este puñado de películas hay pruebas suficientes del altísimo nivel promedio que tiene esa filmografía.
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