Se va la segunda charla por chat con Hernán Ballotta. Esta vez no hay puteadas. Ni para eso da esta película.
MV: vi El artista. Así como la vi me la olvidé. Está bien que la vi en DVD, quizá en cine pase algo ligeramente distinto.
HB: no pasa nada ni en DVD, ni en el cine, ni en ningún lado, salvo en la cabeza de todos los que dan premios en EEUU y en Europa. Parece que es la primera película «muda» que ven en sus vidas.
MV: bastan 5 segundos de Maddin para echar por tierra esa supuesta relación de El artista con el cine mudo.
HB: es que si homenajea a algo esa película es a las películas chorizo y no al cine mudo como arte. En ese sentido me parece bien que gane el Oscar. Los grandes productores de películas chorizo le dan un premio a la película chorizo que homenajea a las películas chorizo de esa época.
MV: ¿qué son las películas chorizo?
HB: son esas películas industriales impersonales que se hacen a lo pavote en los países que tienen industria de cine. Se sacan como chorizos de la maquina. No es una metáfora muy sofisticada, es cierto. Igual me parece interesante que las películas que se filman dentro de El artista no tengan director o, digamos, que el autor es el productor, John Goodman. Me parece un gesto de honestidad ideológica.
MV: y es afín a la bonachona personalidad que finalmente se le adjudica a ese personaje.
HB: en ese sentido es muy chupamedias, porque tanto en la década del 20 como ahora son los productores los que tienen la última palabra.
MV: y es notorio que fracasa la película del actor que se vuelve autor independiente.
HB: pero aun así hace otra película chorizo. Con ese final amargo, claro. No es un mal gag ese.
MV: El artista es una Sunset Boulevard «friendly».
HB: sí, pero en Sunset Boulevard había una concepción del cine, de la historia del cine y del lugar de los grandes artistas en el cine. Erich von Stroheim haciendo de mayordomo era eso.
MV: acá no hay nada, todo es un traje vacío como el frac del chabón con el que la chica se pone a jugar. Habrá que ver qué quisieron decir con la presencia de John Cromwell como mayordomo.
HB: la verdad que ni me lo puse a pensar.
MV: debe tener relación con Babe… No hay el más mínimo discurso cinematográfico acá.
HB: o sí hay un discurso, es el del cine como industria en el presente absoluto. No sé si el titulo es una ironía o no.
MV: desarrollá eso del presente absoluto, porque sentí de inmediato al verla que no había el más mínimo pasado en la película.
HB: es que no se presenta una acumulación de saberes y de formas de hacer cine, es todo impersonal e intercambiable. Las estrellas se renuevan porque sí, las películas son siempre igual, aun si son sonoras o no. Es lo mismo que sea Douglas Fairbanks en un plano y George Valentin en el otro. No hay profanación de la historia del cine porque para la película el cine no tiene historia, es solamente el hijo de la técnica y el marketing. Hugo es el antídoto a esa mirada, y eso que no me gustó nada. Bah, nada… me gustó un poco.
MV: estoy pensando en la preeminencia de Variety como logo.
HB: y sí, el diario de la industria. Igual, el hecho de que homenajee al cine industrial y deje de lado a las formas innovadoras del cine de finales de los 20 no me molesta en sí mismo. Lo que me molesta es que lo haga tan desapasionadamente.
MV: no hay un solo momento de despliegue cinemático: no hay slapstick, no hay velocidad, no hay coreografía salvo, apenas, en el plano general de la escalera. No hablo de alardes de montaje vanguardistas porque eso ni siquiera es pertinente dentro del marco industrial que mencionabas y la película asume como propio.
HB: es que no hay destreza para narrar con imágenes. No es como una película muda de los 20, es como una talkie de principios del 30 pero muteada. No es cine mudo, es cine muteado.
MV: hablan mucho, incluso.
HB: y muchos chistes aparecen en los intertítulos. Como el del final de la película de Valentin, que se está hundiendo en arenas movedizas y aparece el intertítulo que dice algo como «este es el final, nunca te ame, adios».
MV: no me acordaba, supongo que es poco habitual que una película (dentro de la película) se valga de una placa tan cerca del final, que precise de la palabra para cerrar el sentido.
HB: es muy perezoso de su parte.
MV: por otro lado, la vi cansado y en casa, lo que no favorece la atención. Pero pocas películas me han parecido tan poco estimulantes para la percepción.
HB: es que visualmente no pasa nada, más allá de ese plano de las escaleras que dijiste. Está iluminada sin gracia, está fotografiada sin profundidad. Es eso, no pasa nada. Lo que rescato son esos momentos de juego: el comienzo con Valentin haciendo su rutina en el escenario, las piernas sin cuerpo que hacen tap, cualquier intervención del perrito.
MV: son pocos, duran poco, y están casi siempre enmarcados en algún tipo de situación que no contagia a la puesta en escena.
HB: están filmados con la misma falta de énfasis con la que filma absolutamente todo, o el énfasis está tan «armado» que no cuenta, como en la escena del bar cuando Valentin cae en desgracia y esa caída en desgracia, comparada a la de Ron Burgundy en El reportero, es un papelón.
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Mientras la veía (en el cine y descansada)una parte de mi era consciente de las críticas que seguramente recibiría, pero como espectadora con una mirada mucho más ingenua que las especializadas de los críticos (de la cuál sos un más que dignísimo representante, la disfrute.
Me produjo placer, ¿de cuántos estrenos actuales se puede decir lo mismo?.
Muchos planos, el protagonista,su innegable carisma (cuántas veces he leído que una peli vale la pena por tal o cuál característica física de su protagonista , «crítica babosa» la llamo). No es una gran peli, pero no creo que merezca que se sea tan duro con ella.
Ni hablar, no es tu caso, de los que quieren destrozar a Hugo.
Saludos Marcos, Ana Plit