Juan es un enfermero un poco retraído. Trabaja en una clínica en la que lo vemos mirar las cámaras de seguridad un par de veces como las miraría quien no tiene nada mejor que hacer, y bañar mujeres viejas desvalidas que parecen haber sido recogidas de la calle. Está enamorado de la hija de un médico importante de la institución que no parece darle bola y se engancha con una piba muy distinta a la otra. Aquella era rubia y esta es morocha, aquella tiene plata y educación, esta trabaja de camarera y vive al día, ocupándose de su madre y de su hermano menor, aquella es una esfinge y esta un ser humano activo, histérico, deseante, desequilibrado. A la valkiria casi no la vemos y cuando aparece su imagen distante se duplica en un vidrio, la otra se presenta con una banda de motociclistas más exhibicionistas que prepotentes. Juan está entre ambas porque es otro gran personaje entre mundos, de esos que no reconocen su propio deseo porque intuyen que hacerlo es matar las otras vidas posibles y prefieren morir indefinidamente un poco cada día sin escoger definitivamente alguna. Entonces son otros los que eligen por esos personajes y los espectadores nos encontramos ante una de las mejores ficciones acerca de la fatalidad.
Algo mejor que la muerte es una película en la que nada es mejor que la muerte. La red psíquica y social de relaciones erróneas es tan abigarrada que no hay escapatoria. Lo que sería un final feliz en una ficción convencional cualquiera aquí se da vuelta como un guante. La concreción del deseo resulta decepcionante para un protagonista incapaz de aceptar al mundo y a sí mismo tal como son, o inválido para hacerlo. La falta de una figura paterna es tan central que el objeto de su elección final va en esa dirección. La presencia anecdótica de un asesino que acaba de fugarse sobrevuela como una fuerza terrible cuyos efectos nunca vemos por completo. Todo se vuelve tan opresivo en el orden saludable de la legalidad que la potencial irrupción criminal de aquel funciona menos como una amenaza que como una esperanza. Ese fuera de campo parece configurarse como aquello extraordinario – ¿el Apocalipsis o la revolución? – cuya venida pudiera airear esa asfixia, pero cuando acontece lo hace parcialmente, sin facilitarnos la catarsis a través del goce que la violencia irracional latente podría ocasionar, y se revela deudora de una estricta lógica de poder socioeconómica. El mito no viene nunca en nuestro auxilio, ya sea en la forma antropológica del pensamiento mágico o en la forma discursiva de los géneros, de modo que nos vemos arrojados a un mundo desencantado en el que nos espera imperturbable el éxito.
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En todo thriller, en otra época en que se hablaba en español, decíamos película de suspenso de misterio… el guión está resaltando este hecho. Por ejemplo en esta película:
El guión nos quiere mostrar cual es la actividad de el protagonista Johannes y nos lo muestra bañando una anciana y luego va ha buscar una toalla, pero cuando vuelve, la anciana no esta, desapareció, con una música apropiada, se crea un gran suspenso.
La protagonista Ana camina por una avenida al costado del bosque sola y siente un ruido de motor, una cara un poco asustada, ¿que llegará?… es un gran camión de leña; la atropellará, se parará, se bajará el asesino… no sigue de largo, pero dio para que nos agarráramos de la butaca.
Y así la película esta llena de esos hechos que pertenecen a una ciudad apocalíptica y no por estar destruida o algo semejante, sino pues estando en verano en un hospital y en un bosque junto al lago, ESTA DESIERTA. Más de uno dirá que hay otras personas. SI. Las que estaban indicadas en el guión y que son los protagonistas ya no principales sino secundarios que cumplen papeles guionados. Pero todo este suspenso se desarrolla en un pueblo abandonado (viene muy bien para filmar) por su gente. A usted no le paso nunca tener que entrar a un hospital. Le parece que es igual al del film. Donde las cámaras de seguridad solo filman el vacío y los hechos necesarios para el desarrollo de la historia. Donde el protagonista casi único habitante de ese hospital (no más de cuatro con el director, su hija y un paciente) hace de enfermero y en el tiempo libre, que debe ser mucho (solo tiene un paciente), duerme delante de las cámaras de seguridad viendo eso si lo único importante para el guión la llegada de Ana.
Ana va caminando para su trabajo acompañada por Johannes por una AVENIDA DESIERTA de personas, de autos, tan solo se puede ver tres trabajadoras entrando a un hotel de lujo. En este caso no dejo a Ana sola, el director se acordó de poner presencia humana.
En definitiva me parece “relativamente fácil” hacer una película en un lugar desierto, en verano en el bosque junto a un lago, con absolutamente ningún extra que pueble esa ciudad, tan solo los actores justos para desarrollar la historia.
Demasiada fantasía, poco creíble, que el director en su afán de crear y seguir su guión se olvido del resto de la producción.
Excelente critica la de Marcos. Amo a Petzold y su fantasia. Gracias. Claudia DV