C.D. El “cross dressing” es una práctica por la cual las personas se visten con ropas del género opuesto. La diferencia con el travestismo es que no necesariamente involucra un elemento sexual: el goce no radica en la práctica sexual, sino en el solo hecho de vestirse con esas ropas. La confusión, en todo caso, ha sido alimentada por las limitaciones que el pensamiento patriarcal impuso en la sociedad, tendiendo a la unificación y a no reconocer la diversidad. Los cambios que en las últimas décadas se generaron en la sociedad –y que algunos gobiernos piensan que pueden revertirse con un decreto o una ley- respecto del respeto y la visibilización de minorías –se trate de identidad sexual o reconocimiento de igualdades ante la ley- sacaron un poco del ostracismo a las prácticas diversificadas.

Fiesta. La primera vez que Cross dreamers muestra los cuerpos cross sin velos (al principio solo se intuye la sensación de lo no aceptado en la caminata nocturna por una calle con tacos altos y encapuchad@) es en el encuentro por los diez años de La Noche Cross. Un bar del que sabemos, por los mensajes previos, que su dueño no tiene buena onda, recibe una buena cantidad de participantes. Lo que registra el documental no es solamente el disfrute del encuentro. Le alcanza para romper la práctica endogámica inevitable de toda comunidad de minorías, con pasar de la mirada en planos generales a la evidente fascinación que la cámara muestra en los planos detalle de piernas, pies, zapatos, uñas pintadas. La fiesta y el documental unen sus prioridades: mostrar el disfrute colectivo mientras se da un paso más hacia la visibilización. Habrá, inevitablemente como en todo festejo, coronaciones, princesas, reinas. Y un final donde, como no podía esperarse de otra manera, lo que suena en el karaoke compartido por tod@s es Raffaela Carrá, es “Fiesta”.

Cajas. “Como todo, llegan las doce de la noche y el carruaje se transforma en calabaza”, dice un@ de l@s cross, resumiendo el rito de pasaje que se opera cuando la fiesta termina y hay que regresar a la casa. A la otra identidad –y más que nunca aquí es “otra”, en tanto nunca vemos a los protagonistas con su identidad de varones- a volver a ser esposo y/o padre. Lo que se expone con claridad es la existencia de una duplicidad que el documental limita a lo discursivo. Esa existencia es la que permite exponer el problema: la personalidad se disocia, los espacios de pertenencia se desdoblan y el esfuerzo es por sostener el equilibrio entre ambos. Un esfuerzo que se revelará vano, en tanto es reflejo del ocultamiento al que los somete la sociedad. Ocultar, dejar las cosas guardadas. Como ese pueblo alemán a escala que rearma Paula, juguete de infancia que se vuelve representación de lo guardado en cajas, en armarios, lejos de la vista de todos.

La familia.  L@s cuatro protagonistas del documental tienen familias que desconocen su pasión por el cross dressing. En algún caso, madres. En varios, esposa e hijos. A quién contarle es la cuestión, para salir del juego. Mirna elige a un amigo. “No le cuentes a tu esposa porque no lo va a entender” le dice el amigo. La normatividad de la estructura social aparece como barrera. Salvo en el caso de Marcelo/Mabel, la propia generación, el otro género, no comprende (no aparecen, obviamente: el relato es indirecto), pero no se lo juzga, aunque se impongan distancias definitivas. Las generaciones posteriores son las que saltan el cerco: lleva tiempo, pero los hijos comprenden y aceptan. La época y sus cambios les son naturales y no ven perversión sino elección y gusto personal. Algo de eso intuye Paula cuando dice que “no sería lo mismo si hubiera nacido 20 años después”, percibiendo que tal vez, su camino hubiera sido menos tortuoso.

Montarse y salir. El mundo del cross dressing nutrido de una serie de espacios: la casa, los ámbitos de reunión, los lugares para maquillarse y vestirse. Espacios secretos en los que se “montan” para salir a una escena acotada. Las redes, los perfiles de Facebook se revelan territorio ampliado: allí la personalidad no se disocia, sino que se afirma desde el nombre elegido. Espacio en el que la imagen adquiere otro peso, liberada de los cuestionamientos. En el tramo final, el documental se va deslizando sutilmente hacia las salidas de los protagonistas de sus espacios limitados. Algunas tienen que ver con la reconstrucción del ámbito familiar (una nueva relación que asoma; la recuperación de los lazos con los hijos) pero los más poderosos son los que implican un mayor grado de exposición. La de Mirna es la primera salida a la luz del día: en la calle y en el subte, entre miedos y dudas y la adrenalina que se libera, advierte que “ni te miran”. La de Mabel es una puesta en claro de la personalidad que se resiste a la duplicidad. “Disociada es incompleta. Incompleta es infeliz”. Allí, la síntesis del recorrido: es tiempo de salir y ser lo que se quiere ser. Lo que opine el otro es lo de menos.

Cross dreamers (Argentina, 2023). Guion y dirección: Soledad Velasco. Fotografía: Martín Tunes. Edición: Marina Gurman. Duración: 78 minutos.

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