Contextos del contexto. Los contextos políticos de un país estructuran, condicionan o se cuelan por los intersticios de sus relatos. En el caso de la ópera prima de Omar Zuñiga, el Chile de 1820 prologa el mundo. Los fuertes abre con el surgimiento de un escondite de soldados de la Independencia que se trenzan en lucha con tropas españolas. Si bien más adelante se devela como la puesta en escena de una representación pública, dicho comienzo irrumpe sin las costuras que lo evidencian como tal, por lo que la película amaga a constituirse en relato histórico. Pero lo cierto es que el director utiliza un momento bisagra de la historia para instalarlo como telón de fondo de una actualidad que se presenta desde majestuosos planos generales de paisajes naturales del Chile actual, marco de la clásica historia de amor que se constituye en trama central. Estamos en el siglo XIX, pero simultáneamente, doscientos años más tarde, en la contemporaneidad de un país que a su vez tuvo que afrontar durante el XX una de las dictaduras cívico militares de Latinoamérica más extendida en el tiempo: dos momentos antagónicos, el primero de corte emancipatorio, y el segundo marcando un profundo retroceso económico, político y social cuyas secuelas se dejan ver hasta hoy.

Con tales herencias, la película ubica la historia individual como termómetro del presente, ofreciendo su mirada sobre los conflictos culturales del Chile del aquí y ahora. El amor de la historia central es entre dos hombres, más allá de que la temática homosexual en el cine hace rato dejó de constituirse en sí en una ruptura. Por lo tanto, la cuestión es en qué sociedad se inscribe, pero sobre todo desde que forma se ofrece.

Mundo homogéneo. Y en dicha forma, lo que se da a percibir es un vínculo entre ambos protagonistas que se construye llano, natural. Y, por sobre todo, exento de moral. Zuñiga presenta en el verano de la zona portuaria de Valdivia a Antonio, empleado de un barco pesquero que conoce a Lucas, arquitecto residente en Canadá, quien visita a su hermana dentista. Desde un planteo bien clásico se presentan diferentes conflictos interpersonales: entre el dúo central, entre aquella hermana y el hombre con quien convive, y entre el pescador y otro trabajador del barco con quien a su vez tuvo una relación. Aunque lo que hace figura todo el tiempo es el vínculo central por medio de los microclimas entre ellos, un código social común – que aunque ambos protagonistas provengan de mundos diferentes, se presenta parejo- y un trabajo sobre el cuerpo de ambos, por sobre una narrativa que sostenga la historia. Aquella construcción de una naturalidad de la relación es directamente proporcional al emparejamiento de sus respectivas clases sociales. El universo afín, el código de dos que se establece induce directamente a la identificación del espectador con la relación. Un código que incluye risas cómplices, ausencia total de extrañamiento de un mundo con respecto al otro, sitios de reunión afines a ambos en donde ninguno se percibe excluido. Las diferentes aspectos en las idas y vueltas del guion son dentro de un universo compartido desde el vamos. Solo quien le demande verosimilitud realista a la película criticará tales aspectos; a estas miradas tradicionales cabría recordarles que toda película es una construcción, y lo que importa realmente es si se consolida un mundo. Diferente a “la vida misma”, porque frecuentemente pareciera que hay que volver a aclarar que toda película es un corrimiento. Leve o rotundo, pero un corrimiento. Lo que es dable discutir es si el material construye o no un verosímil propio. Y en tal sentido, Los fuertes presenta algo muy vivo.

Política de los cuerpos. Desde estas decisiones de guion, puesta en escena y forma actoral, la unanimidad del mundo planteado y el micromundo de Antonio y Lucas prepara para el cenit del universo armónico: las escenas de sexo. La respuesta a la homofobia tradicional -que antaño se expresaba a viva voz, y hoy se muda a los aspectos micro con un manto de corrección política- está en el modo en que Omar Zuñiga cuenta una convencional historia de forma bien clásica, promoviendo una política de los cuerpos dentro de la misma tradición, pero entre cuerpos del mismo sexo; que es como decir otros cuerpos en tanto ese hábito del ojo hacia la mirada hetero se encuentra interpelada. Desde esta plataforma, tanto los besos convincentes, el sexo en la cama con la mesura habitual del fuera de campo por medio de la iluminación, y la empatía a la que llama la misma construcción del vínculo por medio de la marcación actoral, inyecta una percepción que cuestiona aspectos de dicha tradición, aunque desde adentro. A partir de una mostración de lo más habitual, los espectadores ingresan a la amplitud del mundo que proponen Antonio y Lucas. En el mismo sentido, el virtuosismo fotográfico que ofrecen los planos generales del mar y de diferentes espacios naturales del sur de Chile, contribuyen a la búsqueda de armonía. Un mundo que se apoya en una apuesta al esteticismo, casi turísticamente, como contexto legaliza visualmente todo el resto de la película. Un entramado conservador en su concepción, que discute los tópicos dentro de su mismo sistema.

Retomando lo antes dicho: los modos de abordaje de la temática fueron variando a través del tiempo, desde películas marcadamente homofóbicas hasta la mirada más progre, resultando en que hoy día es bien difícil hallar una forma innovadora que dé cuenta de otra percepción. Lo novedoso es que existe una interesante corriente contemporánea que aborda el tema desde los aspectos más endogámicos: dos se conocen y todo “se da”, sin bajada de línea moral ni declamación aperturista. Sencillamente se presenta como parte de la vida, como posibilidad abierta al mundo. En este sentido, la construcción de Los fuertes – como las del cine de Marco Berger en Argentina, aunque desde otra investigación – proponen la subversión de uno de los aspectos del sistema, cuidándose de no traicionar la estructura clásica. Lo cual habilita al pensamiento sobre los alcances de la apertura, o si es suficiente que dicha apertura se plantee desde el contenido y no desde la forma. Más allá de ese aburrido debate, quien desempata es el espectador. Por lo cual la respuesta –siempre provisoria – está en la percepción de cada cual.

Los fuertes (Chile, 2019). Guion y dirección: Omar Zúñiga Hidalgo. Fotografía: Nicolás Ibieta. Montaje: Catalina Marín, Omar Zúñiga Hidalgo
Dirección de arte: Nicolás Oyarce. Elenco: Samuel González, Antonio Altamirano, Marcela Salinas, Rafael Contreras. Duración: 98 minutos. Disponible en la plataforma virtual Puentes de Cine (www.puentesdecine.com)

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