macbeth_poster_by_bazagg-d8w2w0wTragedia en tonos de despotismo. El argumento de Macbeth narra la lucha por el poder en base a traiciones coronadas de sangre. Un argumento que habiendo sido creado para las tablas hace cinco siglos es retomado por la pantalla grande porque las condiciones que plantea siguen siendo universales: el poder infecto.

Existe una suerte de retroalimentación en las adaptaciones de obras literarias llevadas al cine: por un lado, una obra consagrada en otro formato artístico es un aliciente de seguridad a la hora de verse con los números de las taquillas, además de brindarle berretines artístico-culturales; y por otro, el cine funciona como divulgador de tales obras. Asimismo, una transposición implica una mirada crítica sobre lo que se toma como base para una nueva creación.  En el caso de la versión cinematográfica de Macbeth dirigida por Justin Kurzel, la reflexión se presenta en forma sutil debido a que las líneas responden obedientemente a lo escrito por Shakespeare y, sin embargo, la cámara aporta una impronta que revierte la moral medieval shakesperiana, modernizándola y oscureciéndola aún más.

En el drama isabelino tomado como obra madre subsiste una concepción del universo propia del medioevo, donde el mundo se divide en tres esferas interrelacionadas: la cósmica, la del Estado, y la del individuo. Dentro de esas jerarquías interrelacionadas, el orden de los Cielos (expresado en la Naturaleza), se ilustra con el orden del Estado y con el orden de las facultades del Hombre. Son partes de un mismo todo, de modo que cualquier perturbación en una de ellas repercute en las demás, reflejándose las unas en las otras, e incluso ocasionando su decaimiento. Dentro de la concepción ptolemaica el Hombre, como centro del universo, es el desencadenante del caos en las otras dos, de manera que la obra traza un paralelismo entre las actitudes de la naturaleza y los actos viles de los hombres: la lucha dentro del Estado se traduce en relámpagos y truenos, siendo que la confusión del mundo político se identifica con los elementos naturales. Lennox retrata la noche del asesinato de Duncan como una noche en la que “el ave tenebrosa clamó toda la noche. Se dice que la tierra tuvo fiebre y tembló”.

Wheres-Mel-Michael-Fassbe-009No es la naturaleza la que oficia de reflejo en la película, sino el accionar de la cámara a través, sobre todo, de la fotografía en bloques de color sanguinolentos donde la muerte es mostrada en primer plano en el cajón de un bebé y exaltada en batallas pintadas de ralentis. La muerte se apersona en el relato en forma de chorros de sangre que impregnan los fotogramas, y el estado psicológico de Macbeth se manifiesta en flashbacks y un montaje acelerado. Los juegos que recrea el relato cinematográfico, en ritmos que aceleran y ralentizan el tiempo, incorporan la importancia que la obra le da al Tiempo como forjador del Destino. Ese destino se encarama en forma de bloques de color utilizados de forma simbólica: otra de las modificaciones es el incendio que homogeniza la coloración tiñéndola de infierno, porque si tal cosa existiera dentro de ese universo, se manifiesta en el plano del hombre y no en el cósmico.

La película propone una secularización del argumento primigenio. Shakespeare toma como ente protagónico a un trío de brujas y a su deidad superior, Hécate, diosa arcaica de las brujas luego adoptada por la mitología griega. En la transposición cinematográfica se trueca el término “brujas” por el de “hermanas” y se elimina a la diosa griega y demás cohortes, dejando en su lugar exclusivamente a la cruz del judeocristianismo. Sin embargo, la cruz que impera en el ambiente no es una figura sino una ausencia: se encuentra recortada de la pared. No hay contacto directo con una deidad. Los dioses trágicos griegos eran tan abusivos como irascibles, pero presentes. En el caso de la película de Kuzmel, Dios se mantiene ausente. Por lo cual, tanto el orden de los cielos como el de la naturaleza no encuentran paz. La tríada pierde el orden cosmogónico dejando al individuo enfrentado con nada más que el poder institucional encarnado en el rey.

tumblr_notnnbU10I1r4lsbyo1_500Macbeth se presenta a nosotros como merecedor de honores por haber sofocado una rebelión. No se cuestiona a la monarquía, como es propio genéricamente del romanticismo literario, que se mantiene al margen de la política y que cuando se acerca a ella se muestra reaccionario, centrándose en el amor a Dios y el sentimiento patriótico. De esa forma se traza un paralelismo entre la muerte que sufre Cawdor como castigo a su traición y la de Macbeth, vaticinando el destino inconmovible que le aguarda. Shakespeare no permite la redención del protagonista, pero sí la del Estado: muerto el tirano, el orden se reestablece, por lo que éste se presenta como sobreviviente siendo una institución inmaculada. Ese es el valor fundamental que la película invierte con la escena final, que excede a la obra madre, en la que se muestra el destino de Fleancio, descendiente de Banquo, a quien se le había anticipado que engendraría reyes. Kuznel le regala a su protagonista la salvación que Shakespeare le niega: antes de morir, Macbeth declina la oportunidad de matar a su enemigo, McDuff. Perdonando esa vida muestra la humanidad que parecía haber perdido de manera definitiva.  Seguidamente se define como una víctima del engaño, de las apariencias que le han brindado seres que pueden ser tan reales como imaginarios, en cuyo caso, si fuera lo segundo, se traduciría en un pobre infeliz que decreta a mansalva en busca de expiación paranoica, mártir de su propia debilidad mental. Dicha debilidad psíquica se presenta además en la manipulación que sufre a manos de Lady Macbeth, quien le exige el asesinato como prueba de virilidad, siendo el poder un sucedáneo de la sexualidad.  Pero la muerte de Macbeth no concluye con el orden del reino, como pretende la obra, sino que la última escena muestra al hijo de Banquo haciéndose con la espada del recientemente caído tirano. El círculo que la obra cierra en términos optimistas la película lo abre como una herida en el seno de la institución, que no puede salvarse porque en este caso no es el individuo el que está corrompido sino el poder encarnado en el Estado el que lleva a la corrupción de las almas.

Ansias de poder, decretos despóticos, persecución paranoica, traición, sangre y locura… temas universales que justifican la –triste-  actualidad de obras escritas hace cientos de años. Esos temas son retomados por Kurzel con la sutileza propia de la maquinaria de la narrativa cinematográfica clásica, pero con la razón crítica indispensable no sólo para cualquier tipo de transposición meritoria, sino indispensable también para la dignidad de la emancipación moral.

Aquí pueden leer un texto de Luciano Alonso y otro de Paula Vazquez Prieto sobre la película..

Macbeth (Inglaterra, Francia, EE.UU. 2015), de Justin Kurzel, c/Michael Fassbender, Marion Cotillard, Jack Madigan, 113’.

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