Habitualmente, ante una película que transcurre en el Amazonas especulamos sobre la contextualización permanente, al modo más tradicional del documental, o pensamos en el género de aventuras. Nunca es desde el lugar, jamás desde el otro hacia nosotros: siempre (muy escasamente se pudo resolver del todo el problema) es el punto de vista de aquello que se adentra, visita, explora, en definitiva, de un modo u otro, conquista la tierra que no le es propia. No todos nos creemos dueños del mundo, pero sí nos une ser hijos de esa tradición.
¿Cómo pensar el problema desde la cámara? ¿Cómo no instituir un otro? ¿Cómo invertir el punto de vista? ¿Como resignar la tentación de abarcarlo todo? Estos mismos interrogantes son los del brasileño Bruno Jorge, a través de su última película A Invenção do Outro (La invención del otro). La lente de Jorge acompaña el traslado de integrantes de FUNAI (Fundación Nacional del Indio), órgano del Estado que se encarga de garantizar el cumplimiento de la ley de preservación y cuidado de las naciones preexistentes que viven allí. La misión data de 2019, y estuvo integrada por médicos y colaboradores de algunas tribus. El viaje, inicialmente en barco y luego a pie a través de la selva, tuvo como objetivo contribuir al reencuentro de algunos integrantes de la tribu de los korubos, que se hallaban perdidos, con su comunidad. En medio de la travesía vamos conociendo a indígenas, que forman parte de la tripulación en integración con los blancos, por medio de diálogos sobre el objetivo final pero también sobre aspectos que, según el recorte del director, se desenvuelven en un clima que excluye integramente cualquier posibilidad de conflicto. El buen humor, la ocurrencia espontánea, la cotidianeidad, organizan un marco envolvente donde la expectativa de aventura se diluye. Existen solamente momentos aislados de mínimas resistencias a las vacunaciones y prevenciones suministradas por parte del equipo de medicina, que acto seguido se aceptan. De este modo, la película parece acercarse al convencionalismo del documental conciliatorio y bienpensante.
El giro se encuentra en el tercer tercio del material, cuando no solo el planteo formal se modifica: lo más importante es que ofrece la impresión de que es la cámara de Bruno Jorge la que se vio compelida a modificar sus planes. Se trata del momento del encuentro emotivo, de los más emotivos que pude dimensionar en cine en mucho tiempo, entre los rescatados y su tribu.
¿Qué marca la diferencia? La forma de emoción de los korubos se encuentra muy por fuera de los hábitos de todo espectador: es otro modo de lo que llamamos abrazo, de lo que llamamos caricia, de la comunión entre los cuerpos, de la expresión de la emoción desde los rasgos faciales, desde el uso de las manos. Y sobre todo, desde los tiempos del encuentro, muy por fuera de los parámetros previsibles. Es duración. Es imagen-tiempo.
Este momento, no cabe duda, es el que el director es asaltado por la perplejidad inicial. Porque el sistema más o menos clásico dentro del que se venía trabajando la película se ve obligado a modificarse. Estamos ante un director que supo darse cuenta y no tomar ese momento como uno más, sino como el momento. Que, por supuesto, merece un plano fijo. De minutos. El efecto de lo que un ojo distraído subestimaría como mera repetición es en realidad otro concepto del tiempo. Propuesto por la tribu y respetado y aceptado por un plano fijo que no evoca ningún otro plano fijo del cine; no hay autoconciencia. Es un momento inaugural. Se devela así el semianalfabetismo del hombre blanco con respecto al otro, y al cine. El mundo, por medio del aparato de base, no era tan nuestro en definitiva. El otro dejó de ser el otro de la antropología evolucionista. Este, clausura la aventura. En la necesidad impuesta de la reformulación de la escala de planos una estructura dio paso a otra, como plano de inmanencia.
A Invenção do Outro, Brasil, 2022. 144’.
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