10. El problema contra el cual debe luchar un festival en la ciudad de La Plata son los horarios. Estamos en una ciudad en la que las actividades culturales no se conciben como posibles antes de las cinco de la tarde. El movimiento de la ciudad se concentra entre los trabajos y las escuelas y solo después de esos tiempos parece encontrarse el espacio para el ocio cultural. Los cines comerciales han recuperado, recién después de algo más de un año de postpandemia, sus funciones de mediodía, lugares habituales de cierta tranquilidad –cuando no absoluta soledad- para ver una película. El Ficpba ocupa también esas dos primeras franjas horarias, con resultados bastante similares en cuanto a público. Hay una cuestión adicional: si bien la comunicación de prensa ha resultado eficiente, la comunicación al público parece no haber encontrado su forma más precisa. Se mantienen entonces, algunas preguntas sin respuesta: ¿No habría sido mejor que cubrir la cartelera del Cinema Paradiso con el logo del festival, acompañarla de los afiches de algunas de las películas que se dan cada día? ¿Hubiera conseguido atraer más público que el catálogo no fuera tan escueto en la información sobre el tema de las películas? ¿Sabía el potencial público de la ciudad que las entradas eran gratuitas?

11. El problema adicional que hay que sumar es aún más grave, pero no es responsabilidad del Ficpba. La Plata no es solo una ciudad universitaria, sino que es una ciudad donde se dicta una carrera de cinematografía. Es decir, de donde salen egresados profesionales de distintas áreas relacionadas con la realización de una película. Pero cuando se hace un festival, no están entre el público. Ocurre en los otros festivales de la ciudad. En el de la Fesaalp –que se hizo hace unos meses- lo que se advirtió es algo que viene de hace tiempo: las funciones en las que se proyectaban los cortometrajes de los realizadores platenses estaban repletas de directores, amigos y parientes. La mayor parte de ellos no se quedaba al resto de las funciones. El interés en el cine parece ser meramente autocelebratorio: llegar y ver su nombre –o el de un amigo- en la pantalla proyectada. La pregunta que queda es qué cine se está haciendo con futuros realizadores que no van a ver películas al cine.

12. Otras preguntas que subsisten es si hubieran tenido mejor suerte algunas de las películas que el Ficba programó y a las que no se les dio la difusión necesaria. En este segundo tramo del Festival conviven Gambaro (Jazmín Bazán, 2023), el documental sobre la escritura y dramaturga argentina, con el cruce entre documental trunco y la ficción reconstruida de Te prometo una larga amistad (Jimena Repetto, 2022). Y también dos de las ficciones más interesantes de los últimos años: La chica nueva (Micaela Gonzalo, 2021), retrato de las consecuencias de un modelo de salvación económica individual situado en Tierra del Fuego y la notable Implosión (Javier Van de Couter, 2021), con su grupo de sobrevivientes –que refieren a la llamada Masacre de Patagones- convertidos en nuevos cazadores que replican hasta cierto punto, la lógica de los victimarios. Y entre ellos, además, la otra película monumental del Ficpba por su duración (además de la ya mencionada Trenque Lauquen): El juicio (Ulises de la Orden, 2023), con su prodigioso montaje de las filmaciones del Juicio a las Juntas y con su carga de memoria y mirada política intactas, antídoto esencial para los tiempos que corren, contradiscurso que vuelve a alzarse en los mismos días que una candidata a vicepresidenta organiza un «acto de desagravio a las víctimas del terrorismo”.

13. La presencia de Paula de Luque, directora del Ficpba en la sala, para hacer una breve presentación de una película no es algo habitual. Tampoco los fotógrafos y camarógrafos en esa función, la primera en la que puedo advertir un número estimable de público. Se trata, entiendo, de una puesta en escena para las cámaras. Se estrena Mariel –Nadie lucha por lo que no se ama (Vicente Linares, 2021), documental alrededor de la figura de Mariel Fernández, intendenta del partido de Moreno. La sala está dominada por la presencia de gente de ese lugar, a juzgar por las risas cómplices y el reconocimiento de quienes aparecen en pantalla. El documental deviene, para ellos, una especie de juego en el que pueden mirarse mutuamente y de manera relajada. La historia del personaje es potente: es la narrativa de la construcción de la política desde abajo y sobreponiéndose al poder de los aparatos partidarios. Fernández se vuelve el paradigma, el modelo posible de cómo una figura forjada en la ayuda a la comunidad puede trasvasarse a la política y llegar a la intendencia de un partido del conurbano bonaerense. El documental le hace más honor a sus pretensiones militantes que a la búsqueda estética: su formulación se vuelve demasiado básica, más cercana –y posiblemente deudora- de los formatos de documentales televisivos, por lo que quizás el lugar más apropiado no se encuentre en un festival de cine, sino en la pantalla de Canal Encuentro.

14. El conurbano trae además, una selección de producciones relacionadas con la existencia de una subsede del festival en la localidad de Merlo. Agrupados en un programa de poco más de una hora, los cortos presentados bajo el nombre de Polo Audiovisual Merlo se apoyan tanto en la producción derivada del fomento de la comuna local como de la plataforma Mirar. El resultado es, inevitablemente, desparejo, pero deja en claro algunos elementos:

a) Los acercamientos al cine de género parecen ser los espacios donde los realizadores se mueven con mayor comodidad, como lo prueban Los extraños (Guillermo Conema, 2022), y en menor medida, Miradas (Gabriel Cid, 2022).

b) Un descuido evidente que atraviesa a todos los trabajos tanto en la construcción de los guiones y diálogos como en la dirección de actores, y que si bien se trata de proyectos mayormente realizados por estudiantes de talleres de cine, dejan una incógnita sobre su posible proyección a futuro.

c) La tendencia a construir historias a partir de lugares comunes, sin poder encontrar una vuelta de tuerca que las haga un poco más interesantes.

d) El exagerado peso de los diálogos que tienden a explicitarlo todo, con la excepción del último corto de la serie Ellas, que consigue crear un clima interesante desde los sonidos cotidianos y la ausencia de diálogos.

15. Retratos del futuro (Virna Molina, 2021), no se sitúa en la provincia, sino en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en tiempos de pandemia. Virna Molina parte de las fotografías del pasado –en particular, las imágenes de la construcción de la Avenida 9 de Julio- para elaborar una posible imagen del futuro a partir de la idea capitalista de progreso. Y desde allí recurre al imaginario que el cine trazó a partir de Metrópolis para ligarlo a la constitución de los trabajadores como una fuerza condenada a permanecer en las profundidades. El cambio, el nuevo orden de la pandemia, las formas en que todo se detuvo y donde la superficie se mantiene desierta se relaciona con la lucha de los trabajadores del Subte de Buenos Aires, a los que filmó durante varios años. En Retratos del futuro, Molina pule y perfecciona los procedimientos que venía siguiendo en los documentales que realizó con Ernesto Ardito. Le pone su voz, su cuerpo y su experiencia en el encierro para construir un potente mensaje en el que el cuestionamiento al capitalismo se abre a perspectivas que van de las desigualdades sociales a las luchas feministas. Molina construye, especialmente en la primera hora, un relato consistente y contundente, en donde las imágenes se suceden para crear un universo apocalíptico en el futuro posible, sostenida en las imágenes construidas en el pasado.

16. Dos presencias latinoamericanas en el Festival. La primera es la del cineasta más reconocido de la historia de Bolivia, Jorge Sanjinés. Los viejos soldados (Jorge Sanjinés, 2022) parte de la Guerra de Chaco Boreal en la década del 30, que enfrentó a Bolivia con Paraguay, para trazar desde allí el recorrido de dos soldados, uno blanco y otro aymara, cuyas vidas se entrelazan a partir de la contienda. Pero la falla de la película de Sanjinés se vuelve notoria tanto en la insistencia en una narrativa llena de clichés como de la ausencia de intensidad para contar esa historia. El desarrollo abarca treinta años en la vida de los protagonistas, en los que sus caminos originales se van invirtiendo para alcanzar la integración en los grupos que originalmente los rechazan. Esa apuesta integradora de la sociedad no solo peca de simplismo, sino que en su intento de ser sintética, se parece más a un resumen algo desvaído y mal editado de una serie de varios capítulos que a una película concebida como tal. La segunda proviene de Brasil. Al pueblo de Goiás, donde nació y de donde se la llevó su madre, regresa Fernanda. El regreso tiene como excusa verificar el estado de su parte de las tierras familiares heredadas, pero es solo el punto de partida para que la mirada de Fernanda vaya revelando la extraña constitución del pueblo. Entre su tío Antonio, alcalde del lugar, un asilo para débiles mentales y discapacitados y una historia marcada por las adopciones de los habitantes del asilo para trabajos hogareños, Fogaréu (Flávia Neves, 2022) se convierte en un relato cuya potencia se sostiene en la creación de un clima de extrañamiento en el que la ficción familiar convive con lo fantástico. Aun cuando el tramo que abarca la resolución se vuelve algo más predecible, a partir de la imposibilidad de convivencia de tío y sobrina en el mismo pueblo, puede pensarse en la manera en que la película administra sus recursos –que en parte parecen deudores de algunas telenovelas- para integrar el conflicto familiar en una estructura colectiva en la que ambos elementos se van retroalimentando hasta el final.

17. Luminum (Maximiliano Schonfeld, 2022), podría verse, a simple vista, como un desvío en la trayectoria de Maximiliano Schoenfeld, después de su poderosa Jesús López (Maximiliano Schonfeld, 2021). El registro es aquí documental, centrado en dos mujeres –madre e hija- que crearon el Museo del Ovni en la localidad de Victoria, en Entre Ríos. Ambas son una especie de buscadoras de indicios, cazadoras de imágenes que den sustento empírico a las luces que suelen verse en los cielos de la provincia. El documental las acompaña en sus observaciones, construyendo algo así como una mirada sobre quienes miran, desinteresándose por largos momentos por lo que ellas observan. Luminum no trata sobre la aparición de ovnis, sino sobre quienes han hecho de ello el centro de su vida. Schonfeld observa a esas mujeres con ternura, compartiendo el entusiasmo que las guía. Tal vez sea por esa misma empatía entre la cámara y lo observado que en un determinado momento se produce una bifurcación del relato a partir de la llegada de dos hombres extraños, que instalan la ficción fantástica dentro del espacio del documental, para enrarecerlo aún más.

                                               (Continuará) 

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